El engaño de las excusas
En el anterior capítulo nos cuestionábamos sobre el dilema moral. Y surgía el tema de la libertad. Lógicamente, para que haya posibilidad de dilema ha de haber posibilidad de elección y, por tanto, de equivocación. De esa posibilidad habla este capítulo, que a veces recibe el sobrenombre de “La caída”. Sobre esta denominación trataremos al final de este artículo.
v3. Pero la serpiente era astuta, ¿así que Yahvé os ha dicho que no comáis del árbol?
Yahvé prohíbe comer el fruto del árbol. ¿Dios nos prohíbe elegir desde nuestra libertad? No, Dios nos avisa de las consecuencias de, haciendo un mal uso de la libertad, escoger el mal. Él tiene un plan de felicidad para nosotros. Pero nos crea, por amor, libres.
Si para que mi hijo no haga el mal ni nadie le haga mal, le ato a una silla de casa ¿alguien pensará que nuestra relación padre-hijo es una relación de amor? Pues lo mismo entre Dios y nosotros. Dios, por amor, no puede atarme. La historia de amor entre Dios y yo es una historia de amor, y por tanto, de libertad, y por tanto, llena de errores-pecados por mi parte y llena de perdón por parte de Dios.
v4. La serpiente le dijo a la mujer: Seréis como Dios
Pues bien, la mayor parte de esos errores-pecados provienen del engaño. En este pasaje el engaño parece nacer de la serpiente, pero si nos lo pensamos un poco, seguramente veremos que el engaño nace de un deseo desordenado, el deseo de “ser como Dios”. La serpiente, el engaño, ya encuentra medio labrada la tierra, la cosecha le va a resultar bien fácil. ¿Nos engañan, nos dejamos engañar o nos engañamos?
v9. Yahvé llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?
v10. Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo
Yahvé se preocupa del ser que ha creado a su imagen y semejanza. A Dios le preocupa nuestra felicidad y, por ello, nuestros problemas y miedos. Esos miedos se acrecientan cuando nos alejamos del plan de felicidad de Dios. Nuestro escenario pasa a ser adverso, quedamos fuera de nuestro hábitat natural. Y es posible que acabemos por no reconocernos a nosotros mismos ni reconocer en la voz de Dios su amor y preocupación. ¿Acabaremos escondiéndonos de Él y teniendo miedo ante su llamada?
v13. Y dijo la mujer: La serpiente me engañó
Y he aquí que en este versículo se inaugura en la historia el gran engaño de las excusas. Es tan fácil echar las culpas a los demás. La mujer con esa excusa de “la serpiente me engañó” inaugura una cadena de excusas. Le seguirá la del hombre echándole la culpa a la mujer. Y como para mí siempre tiene la culpa el otro y para el otro la tiene otro… pues al final la culpa no la tiene nadie. Nadie tiene la culpa del hambre en el mundo, ni de las guerras y la carrera de armamento, ni de las drogas que destruyen vidas, ni de la pederastia… Y es que las excusas nacen pequeñas pero se van haciendo cada vez más grandes y, tristemente, se convierten en un gran auto-engaño. Yo mismo acabo siendo mi propia serpiente.
v15. Y pondré enemistad entre ti y la mujer, ésta te herirá en la cabeza
Como decía al inicio, este pasaje recibe el sobrenombre de “La caída”. Nos empeñamos siempre en fijarnos en lo peor. Porque si leemos en una clave más positiva, este versículo 15 podría iluminar un sobrenombre bien diferente para este capítulo. “La promesa” sería un título mucho más lleno de esperanza. Y si, además, hacemos una lectura creyente de la Palabra, aparece en nuestro horizonte, encarnando esa promesa, la figura de nuestra Madre María, y en consecuencia, la de Jesús, el Salvador.
Quique Fernández