¿Soy yo el guardián de mi hermano?
v.1 Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín
v.2 Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra.
En estos dos primeros versículos, en que se nos presenta a Caín y Abel, ya aparece el elemento de contraposición entre dos personajes. Esta figura de la contraposición nos acompañará en muchos momentos de nuestro recorrido bíblico, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Basta poner como ejemplos los casos de Abraham y Lot, de Esaú y Jacob, de David y Goliat o de los hermanos de la parábola llamada “El hijo pródigo”. Al final, de lo que se trata, es de lo que ya apuntamos en el comentario del capítulo anterior: presentar las realidades contrapuestas del bien y el mal y, en consecuencia, de la capacidad y libertad del ser humano para escoger entre el bien, como plan de felicidad de Dios para el hombre, o el mal, que sería la no aceptación de ese plan salvífico.
En este caso la contraposición aparentemente tiene que ver con el ejercicio laboral de cada uno de los hermanos: Caín es labrador y Abel es pastor. Sabiendo como sabemos que el pueblo de Israel es un pueblo de tradición de pastores, no nos ha de extrañar que el bueno de Abel sea pastor. Me permito recordar en este momento todos aquellos westerns cinematográficos que muestran la lucha entre ganaderos y agricultores. No puedo evitar conectar ciertos tópicos que se dan en una y otra época.
v.3 Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Yahvé.
v.4 Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Yahvé con agrado a Abel y a su ofrenda;
v.5 pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante.
Decíamos que aparentemente la contraposición tiene que ver con el oficio al que se dedican. Pero las cosas suelen ser más profundas de lo que parecen ser y los acontecimientos hay que leerlos, la mayoría de veces, con más de una clave. Si solo nos quedamos, al leer la Biblia, con los elementos sociológicos (que son importantes), no damos el salto para llegar a la lectura creyente. En clave teológica, la relación de Caín y Abel con Dios creador es de vital relevancia. Aquello con lo que trabajan, que han encontrado en la naturaleza, lo ha creado Dios, se lo ha prestado generosamente Dios. Pero al hacer la ofrenda a Dios, al agradecerle su regalo, deducimos que Abel responde desde la generosidad y Caín lo hace desde la racanería. ¿O no? Sea como fuere, el relato nos dice que Dios no está contento con la ofrenda de Caín, pero sobre todo nos dice que Caín en vez de superarse ante la llamada de atención, se sume en el derrotismo de los orgullos heridos.
Podemos pensar cómo es nuestra relación con Dios, nuestra ofrenda, y si, cuando nos damos cuenta de nuestras racanerías, actuamos como Caín (o como Judas). Es decir, ¿nos dejamos amar y perdonar por Dios?
v.8 Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató.
v.9 Y Yahvé dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?
La pregunta de Caín se responde por sí sola. ¿Acaso a Caín le hubiese gustado ser él la víctima del orgullo descarriado de su hermano?
El Papa Francisco, en su exhortación La Alegría del Evangelio, escribe:
«La Palabra de Dios enseña que en el hermano está la permanente prolongación de la Encarnación para cada uno de nosotros: "Lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, lo hicisteis a mí» (Mt 25,40). Lo que hagamos con los demás tiene una dimensión trascendente: «Con la medida con que midáis, se os medirá» (Mt 7,2); y responde a la misericordia divina con nosotros: "Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados; dad y se os dará […] Con la medida con que midáis, se os medirá" (Lc 6,36-38)».
Quique Fernández