El ser humano y el dilema moral
Continuamos la serie de artículos sobre el libro del Génesis.
La existencia de dos relatos diferentes (que no contrarios, más bien complementarios) se debe a que provienen de dos tradiciones diferentes. La del capítulo primero pertenece a la tradición sacerdotal, y la del segundo responde a la tradición yahvista.
Y lo traigo a colación no tanto para explicar cada una de ellas como para dejar constancia de una realidad más que contrastada con la que nos encontramos al leer, estudiar y animar con la Biblia: el resultado final de los textos es producto de diferentes fuentes, muchas de ellas orales, que reducen a simplona la lectura y afirmaciones que hacen literalistas y fundamentalistas.
En este artículo nos vamos a fijar en el segundo capítulo del Génesis y, por tanto, en el relato de la tradición yahvista, que pese a estar en segundo lugar es la más antigua de las dos (algunos lo sitúan en los siglos X y IX a.C.)
v.7 Entonces Yahvé Dios formó al hombre con polvo de la tierra; luego sopló en su nariz un aliento de vida, y el hombre tuvo aliento y vida.
v.9 Yavé Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles, agradables a la vista y buenos para comer.
Este segundo relato también muestra a Dios como creador. Pero hay algún matiz que justifica el que se hayan incorporado los dos relatos. El primer relato, tal como ya explicamos, nos presenta una creación en clave evolutiva, que culmina con la creación del hombre como el ser creado a imagen y semejanza de Dios. En cambio, este segundo relato presta más atención al hombre y menos al resto de la creación que, si bien aparece brevemente, lo hace para ponerse al servicio del hombre.
Tanto es así que si nos fijamos en los versículos 7 y 9, antes narra la creación del hombre que la de los árboles que se crean para que el hombre se sirva de ellos.
v.17 Pero no comerás del árbol de la Ciencia del bien y del mal. El día que comas de él, ten la seguridad de que morirás.
Estamos tan solo en el capítulo 2 del primero de los libros de la Biblia y ya aparece el componente moral y, por tanto, el dilema moral, la lucha entre el bien y el mal.
Claro que es más que evidente que estamos ante una catequesis (el Catecismo de la Iglesia Católica le llama “catequesis de la creación”), pero igual de evidente es que precisamente lo que esta catequesis nos presenta es una cuestión moral.
La moral tiene, tristemente, demasiado predicamento entre unos y, al contrario, demasiado poco entre otros. Ha sido tan frecuente el presentar el tema moral exclusivamente circunscrito a la moral sexual, que ahora a ver quién es el que lo arregla. El famoso “cuántas veces” de los confesionarios nunca iba dirigido a cuantas veces has maltratado a tu prójimo en forma de salarios injustos, horarios de trabajo excesivos y otros tantos pecados de moral social.
En 2008 la Pontificia Comisión Bíblica publicó el documento “Biblia y Moral. Raices bíblicas del comportamiento cristiano”. Dice el punto 4: “Para llegar a hablar de moral revelada, conviene liberarse de algunos presupuestos corrientes. En tanto que se reduce la moral a un código de comportamiento individual y colectivo, a un conjunto de virtudes a practicar o también a los imperativos de una ley natural considerada universal, no se puede percibir suficientemente toda la especificidad, la bondad y la actualidad permanente de la moral bíblica”.
Pues bien, de toda la moral, sin exclusión de una ni de otra, se refiere esta catequesis de la creación. Dios presenta al hombre un plan de felicidad y avisa que el mal acaba con esa felicidad. Si se entiende como una amenaza no se ha entendido nada.
Si me encuentro con alguien que, por culpa de la niebla, se acerca al precipicio… ¿mi aviso será una amenaza o más bien se puede entender como tabla de salvación?
Pero esa tabla de salvación se propone, no se impone. De ahí que el hombre reciba, junto con la información, la libertad y el espacio necesario para el discernimiento. Como bien dice el documento antes citado, en su punto 4: “Por razón de la libertad que le es dada, el hombre está llamado al discernimiento moral, a la elección, a la decisión”.
v. 18 Y dijo Yahve: No es bueno que el hombre esté solo
Dios en la creación no quiere al hombre solo y, a partir de la pareja, crea la familia. Después, con la alianza con Abraham le promete una gran familia que se visualiza, especialmente en Éxodo, pueblo de Dios. Jesús lo elevará a Iglesia y lo convocará a celebrar fiesta.
Y pese a lo claro que se percibe el mensaje, aún hay quien desearía que se celebrase “misa para él solo”, los hay a los que siempre les molestan los niños o que la “familia parroquial se salude”. Si fuese por ellos no nos daríamos la paz. Es lo que el Papa Francisco, en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, llama “tristeza individualista”. Es decir, justo lo contrario de lo que Dios ha querido y nos muestra en la catequesis de la creación.
Quique Fernández