Bodas de oro sacerdotales del cardenal Rouco

Acaba de cumplirlas. En la cúspide de la Iglesia hispana y de la universal. Es sin duda la figura más conocida entre los eclesiásticos de lengua española. Y, a los dos años de presentar la renuncia, cuya aceptación probablemente se demorará hasta entrado el 2014, sus servicios a la Iglesia bien pueden calificarse de extraordinarios.

Recogió en Madrid una diócesis arrasada que su predecesor, el cardenal Suquía, había comenzado a restaurar. Pero lo que se demuele en días cuesta luego muchísimos años reconstruir. Monseñor Rouco ya dejará a su sucesor una de las mejores diócesis de España. En la que la contestación general que habíamos vivido es ya un fenómeno marginal. Madrid no podrá pagarle cuanto le debe.

Y ha sido también artífice principal del resurgir de la Iglesia en España. Que ya no está en almoneda. Es normal que los contestatarios de todo pelaje no se lo perdonen.

En tan ardua tarea no habrá acertado siempre. Como es normal. Pero el balance resulta enormemente positivo. Extraordinariamente positivo. Como feligrés madrileño y como español quiero hacerle llegar en días tan señalados, señor cardenal, mi admiración y mi agradecimiento por su labor. Que estoy seguro comparten muchos madrileños y muchos españoles. Q!ue el Señor se lo pague.
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