Hoy va de coces. No mías. La primera.

La primera se la propina el jesuita Masiá a su compañero de Orden Martínez Camino.

Ya he dicho varias veces que a mí, el secretario y portavoz de la Conferencia Episcopal, no me cae bien. Me parece chulo, prepotente y maleducado. Vamos, lo que se dice un malqueda. Creo que fui yo quien por primera vez le llamé el Encaminado, apodo que ha tenido notable éxito y ya he visto que otras plumas lo ha hecho suyo.

No sé si ese camino que ha emprendido en busca del obispado, más largo y difícil todavía que el neocatecumenal, verá algún día la meta. Yo pienso que sí. Y también he dicho que si le nombran será un buen obispo si consigue apearse de un pronto antipático que no le gana afectos. No será un obispo próximo, como por ejemplo, el actual arzobispo castrense, pero creo que sería un obispo aceptable.

Estoy seguro también que alguno pensará que si digo esto es para que el nuncio no le nombre, dada la simpatía que debe tenerme Don Manuel Monteiro. No. Hoy tengo un día bueno, lleno de comprensión hacia los demás, y estoy diciendo lo que siento. Me gustaría verle de obispo. Aunque no le caiga nada simpático. Cosa que comprendo. Él a mí tampoco.

Pues el jesuita Juan Masiá, decidido a hacerse famoso a toda velocidad, le pega una coz, o le mete una cornada, tan notable que hoy se hacen eco de lo que sea, coz o cornada, me da igual, Atrio y 21rs.

Me parece que es un honor para Martínez Camino. Lo preocupante sería que Masiá le alabara. Porque un obispo que le cayera bien a Masiá sería como para echarse a temblar.

Sin que sirva de precedente, sin que tengamos que deponer las antipatías recíprocas, o tal vez sí, porque yo no le he jurado odio eterno como Aníbal a los romanos, en esta ocasión estoy totalmente con usted. Porque usted está con la Iglesia. Masiá vayan ustedes a saber con quien está. Tal vez ni él mismo lo sepa.
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