Murcia bien vale una misa.
Están diciendo de usted barbaridades. Y no sólo en este Blog. No tiene más que leer los comentarios que aparecen en el periódico donde ha hecho sus últimas declaraciones. Pues sea usted discreto y humilde porque si no le van a dar pocas en el solideo.
Llega usted a Murcia envuelto en odium plebis. Que era una causa de deposición episcopal. No venga de chulo sino de prudente. Y a ver si a fuerza de gobernar bien se gana usted a la diócesis. Porque así lo lleva crudo. Tenga los amores que quiera a los obispos que quiera. Y los desamores. Pero disimúlelos. Llega usted pretiriendo a un obispo querido y queriendo resucitar a una momia de infausta memoria. A la que el mismo Vaticano le aceptó la renuncia el mismo día en el que la presentó. O al siguiente. Cosa que no es habitual. Y usted era su secretario. Pues como para callarse.
Yo estoy deseando olvidarme de usted. Y como no le he jurado odio eterno me encantará hablar bien de su persona si me da ocasión de ello. Pero primero tendrá que dar ocasión. Y no puede usted empezar peor. Tiene que quitarse el sambenito de que es usted el obispo auxiliar de Mendoza. De que ha comprado la diócesis para usted. Y, lo que es todavía peor, de que se la han vendido. Si carece usted de elegancia natural, cosa evidente, con algún esfuerzo por su parte puede llegar a adquirirla. Y tal vez algún día llegue a ser tan querido en la diócesis como lo fue su inmediato antecesor. Ese que usted, con una mala educación que alguno pensará que le viene de casta, pretende usted borrar del episcopologio cartaginense.
Alguien le ha dicho que puede dar por segura la obediencia de su clero pero que el afecto tendrá que ganárselo. Pues no haga más por ahondar el abismo hoy existente. Y esperemos que hasta dentro de una semana no tenga que volver a ocuparme de usted. Aunque puede dar por seguro que leeré con atención sus palabras en la toma de posesión.
Y para que vea que no soy Aníbal, su paisano, termino con un deseo y un consejo. El primero, que en fecha tan señalada no lleguen a los cuarenta grados. Y el segundo que no se fotografíe usted ante relojes tan lujosos porque más de uno pensará que es otro regalo del señor Mendoza.