¿Van a volver a decirnos que son los mil de siempre?
El año pasado no recuerdo quien de ellos les hundió el chiringo al hablar del centenar de participantes en la magna asamblea. Llamado al orden rectificó al día siguiente y volvieron a aparecer los mil virtuales de siempre.
Pero es imposible mantener permanentemente una ficción. Y se pilla antes a un mentiroso que a un cojo. Estos congresos, como buena parte de la contestación eclesial en España, tienen un nombre. El de Juan José Tamayo. Este benjamín de los dinosaurios, tiene sólo 63 años, es un genio de la organización. Monta, vende, fabula, improvisa... Sin él no habría nada. El silencio de los cementerios.
Si cuando hace propaganda no hay que creerle nada o, mejor dicho, se debe creer lo contrario, cuando hace autocrítica ya merece algo más de crédito. Tampoco demasiado porque la autocrítica siempre es mucho menor que la que correspondería pero ciertamente alguno.
Y Tamayo acaba de decir en la inauguración del congreso que éste se celebraba a la baja: "con una participación, que si bien ha decrecido en los últimos años por su propia lógica...". Pues a ver si son coherentes y no vuelven a repetirnos, otra vez más, la milonga de los mil. Que ya no se lo creen ni los cada vez más escasos simpatizantes que no pueden asistir al congreso y comprobar esos que hoy verdaderamente son campos de soledad, mustio collado.
Este portento del marketing, que sería capaz de vender ataúdes a jóvenes de veinte años es también maestro en la utilización del lenguaje. Observen ustedes lo de la propia lógica. Que no es otra cosa que el reconocimiento de que muchos de los asistentes de antaño están en el cementerio o en el geriátrico. Pero tal como él lo cuenta ¿verdad que no suena así? Pues sí, es así.