Las bicicletas son para el verano... de Marruecos.

Dije ayer que me parecía demencial el que la cadena de radio de la Iglesia se dedicara a recoger bicicletas para Marruecos. Y los buenistas de siempre se me echaron a la yugular. Viva la fraternidad universal.

No tiene que explicarme nadie que todos los hombres somos hermanos. Cristo murió por todos y esa sangre derramada en la Cruz nos hermana al darnos un Padre común. Ya es más complicado si no se cree en Dios. ¿Por qué el otro es mi hermano? Si nos cae mal, si nos agrede, si nos roba, si nos mata...

Los afectos universales son pura retórica. Nadie puede amar efectivamente a todo elmundo. Somos limitados en nuestras capacidades. También en las de amar. Y con esas limitaciones actuamos.

Si un padre tiene un pan se lo dará a su hijo que tiene hambre y no a un desconocido. Si se están ahogando dos niños en el mar se tira a salvar a su hijo y no al otro. Y sólo una vez que ha salvado al suyo vuelve a por el otro si no se ha ahogado ya. Y seguro que más de uno, si hay riesgo para la propia vida, no vuelve a arrojarse al mar.

Si alguien puede ayudar a un hambriento que tiene ante sí no es probable que decida enviar ese socorro a un desconocido que pase hambre en Namibia y deje morir al vecino. Se socorre antes a un familiar, a un amigo, que a un extraño. No me refiero a pequeñas cosas que no suponen nada. Nadie niega un vaso de agua a un sediento o un pedazo de pan a un hambriento cuando a uno le sobra y lo tiene ante él. Y no se fija si es blanco o negro ni le pregunta si cree en Dios o a que partido político vota. Pero si lo que hay que darle es algo verdaderamente importante las cosas ya cambian. Muchos padres se han entrampado para salvar el piso de un hijo que va a ser embargado. O el de un hermano. O el de un íntimo amigo. Pero no hipoteca su piso un señor de Vitoria para salvar el de un desconocido de Ayamonte que se encuentra en un apuro.

Los lazos que establecen los hombres son muy particulares. Muchísimos viven sin más que los familiares. Y aun estos incluso a veces se rompen. Otros los amplían con amistades. Que nacen del trabajo, de los estudios, de aficiones comunes, de ideologías compartidas, de la vecindad... Une el ser del mismo pueblo, de la misma nación, de la misma lengua, de la misma religión, del mismo partido político, del mismo equipo de fútbol.

Católicos hay muchos y cada uno es de su padre y de su madre. Los hay que viven profundamente su religión y otros apenas nada. Los primeros se sienten muy unidos a todos aquellos que en cualquier parte del mundo comparten con ellos el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Y los que pueden ayudan con sus limosnas a los que no pueden. Si con esas limosnas se pudiera atender a todas las necesidades del mundo no habría el menor problema. Pero, al no ser así, desean que lo que dan vaya a sus hermanos católicos más necesitados. Y lo mismo ocurre con los protestantes, los musulmanes, los ateos, los masones...

A mí me parece estupendo que se recojan bicicletas, alubias, mantas o dinero. Pero lo normal es que, salvo circunstancias especialísimas como un tsunami o una erupción volcánica que hayan dejado miles de víctimas, el dinero de los católicos vaya a los católicos. A los obispos o a los misioneros católicos. Con el que puedan atender a las muchísimas necesidades de nuestros hermanos católicos pobres. ¿Qué ellos piensan que una bicicleta o una manta alivie a un no católico? Pues muy bien. Pero será la excepción.

Pues eso tan sencillo es lo que quería decir. Y el que piense de otra manera que haga lo que le dé la gana. Pero yo podré también administrarme la mía.
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