Un lector al comentar el nombramiento de monseñor Carrasco para la diócesis de Lugo nos dice que es un caso excepcional que cree que no se da más que en el caso del obispo gallego y en el del nuevo obispo de Cartagena. Estoy lejos de mis archivos pero puedo asegurar que no. Y la inmensa sabiduría de Don Antonio Lasierra si quiere me dará la razón.
El lector que tal cosa afirma incurre también en un error porque a Don Alfonso Carrasco no le han hecho obispo de su diócesis de origen, Mondoñedo-Ferrol, sino de la de Lugo. No así monseñor Lorca que siendo originario de la diócesis de Cartagena acaba de hacerse cargo de esa mitra.
Pero no es el cartaginense caso único. Monseñor Sistach nació en Barcelona, monseñor Cerro en la diócesis que hoy gobierna y seguramente hay algún otro en la misma situación. Y algunos de los obispos auxiliares. E históricamente muchísimos más. A título de ejemplo Morcillo en Madrid, Casañas en Barcelona, Eijo Garay y Lago González en Tuy, Martínez Vigil en Oviedo, Vidal y Barraquer en Tarragona.... Y ya si consideramos catalanes en Cataluña, gallegos en Galicia, vascos en las Vascongadas, andaluces en Andalucía, castellanos en Castilla... sería muy amplia la lista.
¿Es ello bueno o malo? Creo que no se puede establecer una regla general. A favor está el conocimiento de la diócesis y de la lengua cuando hay otra además del castellano. Pero en contra los compromisos adquiridos, las amistades y enemistades, simpatías y antipatías, el conocimiento que el clero tiene también del nombrado, hasta ese día un igual...
Por ello creo que es mejor que el obispo llegue a su diócesis libre de ataduras previas. Aunque por supuesto esa regla puede tener su excepción. Lo que sí es ciertísimo es que a monseñor Carrasco no le han hecho obispo de su diócesis nativa.