Sobre la caridad, a la que algunos tanto apelan y cuya carencia me reprochan.

Un queridísimo amigo me envía un texto que os reproduzco y se lo agradezco. Es del cardenal Danielou.

Memorias, Bilbao 1975, pp. 19-20.


"Hay ciertas reacciones de detestación que suponen otras tantas respuestas saludables... He solido hablar con frecuencia sobre la cólera, citando las palabras de Péguy acerca de Juan de Arco que aseguran que también ella tenía "grandes accesos de ira inocente ante los que los ingleses sentían como que les faltaba el terreno". También Cristo experimentó cólera. Cuando trataba a los fariseos de "sepulcros blanqueados", algunos de nuestros contemporáneos dirían que incurría en una falta de caridad, que Cristo no debería haber hablado de "sepulcros blanqueados". ¡Y cuando afirma, a propósito de los que escandalizan a los niños, que les valdría más que les colocaran una piedra de molino al cuello y los arrojaran a lo profundo del mar...! Cristo sabía ser violento. La cólera, en el sentido más profundamente válido del término, es la reacción de una sensibilidad sana ante determinadas cosas feas, viles y despreciables. En este sentido pienso que hay que ser capaz de encolerizarse, como Bernanos y Péguy. Si bien es cierto que la cólera es una criatura difícil de manejar y también que se puede entremezclar en ella una animadversión personal si uno ha sido ofendido, y que, en consencuencia, hay que desconfiar de ella, es asimismo cierto que puede haber una cólera perfectamente compatible con la caridad... No tengamos miedo a emplear cierto vigor en la expresión. Es la traducción de la firmeza de pensamiento".
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