La cita anual de la Juan XXIII.

Como todos los años por estas fechas determinados medios de comunicación se hacen eco de la reunión anual de los de la Juan XXIII. A ellos les gusta decir de los y las.

Las primeras reseñas de estas reuniones comenzaban indefectiblemente por el número de los participantes. Que mucho tiempo se acercaba a los dos mil. O al menos eso decían. Con que fueran la mitad ya eran bastantes. Se reunían en locales eclesiásticos y hasta aparecían por allí algunos obispos. Sí, de esos obispos que yo suelo poner a escurrir.

Después la jerarquía enseñó un poquito los dientes. Dejaron de reunirse en locales de la Iglesia, creo que ahora se reunen en Comisiones Obreras, dejaron de aparecer obispos y, curiosamente, no se habla ya del número de asistentes.Supongo que esto último será porque habrá dismunuido mucho la asistencia.

A mí me parece muy bien que se reunan los coleccionistas de mariposas, los curas casados, los seguidores del Betis, los masones o quienes sienten una especial antipatía por Juan Pablo II. Todo el mundo se reune con quien quiere y se divierte como quiere. También me parece normal que la jerarquía se haya querido desmarcar de esas reuniones. Supongo que porque no le parecerán eclesiales. Y, teniendo en cuenta que numerosísimos colegios religiosos, o, para seguir en su lenguaje, de religiosos y religiosas, les acogerían encantados, supongo también, y puedo equivocarme, que han debido recibir alguna indicación de que no presten sus locales a estos teólogos y teólogas.

Todo eso está muy bien, o muy mal, lo que ustedes quieran. Pero una vez más parece que nos encontramos con unos obispos maricomplejines. Y perdón por usar un término del señor Jiménez Losantos. Aunque este lo aplica al Partido Popular. Pero me parece muy gráfico.

Yo sostengo el derecho del señor Tamayo o del señor Miret a decir lo que les de la gana sobre la Iglesia. Y poco puede hacer la Iglesia sobre ellos u otros parecidos. Curas casados, laicos, agnósticos, ateos, miembros del Partido socialista, homosexuales en ejercicio, defensores del aborto... no están sujetos al báculo de los obispos. Podrían excomulgarles, ciertamente, pero esa pena canónica está para otras cosas. Y hoy parece que para nada. Podrían hacer una declaración de que sus doctrinas no son las de la Iglesia. Aunque eso es tan evidente que probablemente piensen que no vale la pena declarar lo que es meridiano. Y suspensiones a divinis no caben porque nada tienen encomendado a divinis.

Pero en esos actos intervienen sacerdotes, religiosos y religiosas. En activo. Y eso ya se entiende menos. Yo no podré hacer nada con un hijo mío que no viva en mi casa y que me ponga a caldo todos los días. Pero si vive en mi casa, comiendo mi pan y bebiendo mi vino, seré un calzonazos si lo tolero. ¿Se me entiende? Un calzonazos.

Así que, menos instrucciones teológicas y más gobierno de la Iglesia. Que ahorraría muchos documentos que no suelen pasar de papel mojado. O, lo que es peor, de una doble moral que permite lo que condena.

Yo no sé quien es Elfriede Harth. Ni tampoco me importa mucho. Como vi que participó en el último congreso encontré en internet la fotografía que incluyo en el artículo de hoy. Que Google dice corresponde a su persona. Si fuera un error del buscador no le sería aplicable parte de lo que voy a decir.

Da la impresión de que ejerce de obispa. O,al menos, se reviste de casulla, prenda reservada a los sacerdotes. Y en el congreso defendió el aborto y el sacerdocio femenino.

Pues no sé o que pintaba ella o que pintaban los jesuitas Castillo y Masiá, el benedictino Marcelo Barros, la religiosa Begoña Iñarra o el presidente la la Juan XXIII, Julio Lois. Y todos los demás sacerdotes, religiosos y religiosas que se prestan a ese poutpourri verdaderamente incomprensible. Ni lo que pintan los maricomplejines.
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