Un sueño bobo que se desmorona pero que ha resultado carísimo.
La iglesia multiusos, en la que podrían decir misa católicos y ortodoxos y celebrar sus oficios protestantes de todo pelaje, iba a resultar carísima. Nada menos que veinticinco millones de euros. Para algo que nadie reclamaba y que era seguro iba a estar más vacío que los bolsillos de un pobre.
Pero entonces se llevaba mucho ese sincretismo estéril y Don Agustín picó. O le hicieron picar. Tal vez soñó que su Oliva iba a dejar chiquito el suceso, que cada cual lo califique como quiera, de Asís.
Y el Ayuntamiento y la Generalidad también picaron. El primero cedió los terrenos. Y la segunda despilfarró cuatro millones y medio de euros en los cimientos del esperpéntico proyecto. Pero los locales, al parecer los más sensatos de todos, pusieron una condición. Si en un plazo determinado no se concluían las obras el solar revertía al Ayuntamiento.
Pues ni en el plazo ni nunca. Los católicos valencianos, con muy buen sentido, no mostraron el menor interés en esa megaobra y del dineral enterrado hoy sólo se ven unos postes de hormigón y unos hierros retorcidos y oxidados. En unos terrenos de los que la corporación municipal ha reclamado ya su devolución. Lo peor es que la exige en las condiciones en la que los entregó y no como ese monumento en ruinas a la inepcia de Don Agustín García Gasco, hoy Su Eminencia Reverendísima.
Sería enormemente injusto que los católicos de Valencia tuvieran que pagar la demolición del estúpido e incumplible sueño de su cardenal. Que es lo que nos suele ocurrir a los católicos cuando sus eminencias, menudencias o insignificancias se embarcan en empresas ruinosas. Comprometiendo nuestos euros. Si tiene que acabar sus días el arzobispo emérito de Valencia a pan y agua en un desierto carmelitano pues que no se hubiera embarcado en esa empresa sin sentido. Sin sentido católico.
Yo no tengo mal concepto de Don Agustín. Creo que fue un discreto arzobispo de Valencia pero en La Oliva metió la pata hasta el corvejón. Cosa que por otra parte no siento nada pues prefiero mil veces su fracaso a que en La Oliva haya un templo en el que estuviéramos sacrílegamente mezclados quienes profesamos la religión verdadera con herejes de toda condición. Que serán todo lo hermanos que se quiera pero herejes. También sor hermanos los masones y los ateos y no les vamos a dar para sus tenidas o reuniones una capilla de nuestras catedrales.
Cada mochuelo a su olivo. Y esa oliva de García Gasco, donde quería reunir a todos los mochuelos, afortunadamente se ha secado. La providencia de Dios lo habrá querido así. A veces Él tiene que velar por el decoro de su casa cuando los que se dicen suyos hacen mamarrachadas. Y además ruinosas.