Presentación de Jesús Espeja del libro de José María Castillo “El Evangelio marginado”
Con agrado he leído “El Evangelio Marginado”. Una exposición muy clara, resumida y de gran valor para estos momentos de la Iglesia
Hace más de cincuenta años, cuando los dos éramos jóvenes profesores de teología, tuve la suerte de elaborar algún estudio con José María Castillo. Con gran interés y en sintonía he seguido su fecunda trayectoria teológica, y aprovecho esta oportunidad para agradecerle ahora públicamente el bien que ha hecho y sigue haciendo con sus muchas y valiosas publicaciones. Con agrado he leído “El Evangelio Marginado”. Una exposición muy clara, resumida y de gran valor para estos momentos de la Iglesia. Después de presentar muy someramente el contenido del contenido del libro, trataré de situarlo en el contexto de la Iglesia que busca la reforma, indicaré algunas cuestiones que deja abiertas y finalmente algunos condicionamientos para la conversión de la Iglesia al Evangelio
El contenido del libro en líneas generales
´ Se parte de una constatación:“Hay contradicción entre lo que la Iglesia dice y lo que la Iglesia hace en cuestiones fundamentales que se refieren a planteamientos y problemas centrales que encontramos en los evangelios” . “No se trata de que la Iglesia haya traicionado el Evangelio. Lo que sí creo que se puede y se debe afirmar es que la Iglesia a lo largo de su historia ha dado cabida (en su vida y en la gestión de su gobierno) a una serie de condiciones y circunstancias que, al mismo tiempo que nos ha conservado el recuerdo peligroso y liberador de Jesús en cuestiones de enorme importancia ha marginado el Evangelio”. Y se van confirmando esas afirmaciones en distintos capítulos:”el evangelio par ricos y poderosos”, ”evangelio, religión y tristeza”, “religión y evangelio”, ·sacramentos de la Iglesia y mandatos de Jesús”, “la Iglesia rota, los privilegiados y los olvidados”
¿Dónde buscar la génesis de esta contradicción? Castillo no da como hipótesis sino “como hecho enteramente seguro” que “la Iglesia nació, se organizó y empezó vivir y actuar sin conocer el Evangelio de Jesús” “En la Iglesia que se fue configurando durante más de veinte años, no se mencionaba para nada el Evangelio de Jesús”. Sencillamente porque Pablo, el fundador de las primeras iglesias en el ámbito grecorromano, ni al Jesús histórico ni conoció los evangelios. Y así en la teología de Pablo el punto de partida no es Jesús del Evangelio y su mensaje. “Al no conocer a Jesús, humano, histórico y terreno, Pablo no pudo conocer a Dios que se nos reveló en Jesús “visible, tangible, plenamente humano”. La modificación de Pablo fue decisiva porque partir de entonces “se dio pie para entender y vivir el evangelio no en la vida de cada día mediante el seguimiento de Jesús, sino en la fe y esperanza de la vida eterna mediante la fe y el culto sagrado”.
Después de presentar en un substancioso capítulo las consecuencias negativas que ha tenido para la cristología dogmática ignorar como punto de partida la narrativa histórica de los evangelios –nos hemos preocupado del ser de Jesucristo en vez mirar a su hacer histórico- , dos capítulos del libro ofrecen sugerencias muy valiosas sobre el seguimiento de Jesús, ausente en la teología de Pablo, central en los evangelios sinónicos y muy estacado por Castillo: “hay verdadera Iglesia donde sus componentes son auténticos seguidores de Jesús”, el cristianismo como seguimiento de Jesús, no simplemente como religión o creencia, es aceptar la existencia vivida en los márgenes, identificándose con gente como los esclavos, los extranjeros, los situados fuera de la ley y los considerados malditos de Dios”
Dónde situar la orientación de este libro que en el fondo es un diseño eclesiológico
-En la eclesiología renovada del Vaticano II. Antes ya de Concilio, Yves Congar en “Verdaderas y falsas reformas de la Iglesia”, 1956, comienza diciendo: “A medida en que mis estudios he ido avanzando en el conocimiento de esta realidad que es la Iglesia, se hizo claro en mi que solo se había estudiado en la estructura, no la vida”(1956). Por las mismas fechas Henri de Lubac escribió “Meditación sobre la Iglesia” destacando ante todo y finalmente es un acontecimiento de vida que no se dice pero se medita.
El Concilio fue sensible a la eclesiología renovada: en la Iglesia todo lo visible debe servir para la comunión. Pero en el segundo periodo postconciliar cundió en las instancias dirigentes de la Iglesia la preocupación por asegurar certezas de fe y vigorizar las instituciones eclesiales. En ese periodo, Edwar Schillebeecks renunció asu proyecto de hacer una eclesiología y escribió a cambio, “Los hombres relato de Dios” en cuya introducción escribe “en los años setenta y ochenta han cambiado muchas cosas, sobre todo en la iglesia católica romana; el hecho de pertenecer a esta Iglesia que se incrementó tanto durante el Concilio y en los años siguientes, se ha visto sometido a una dura prueba en la última década. Esta situación me obligó, después de haber estudiado y escrito ya mucho, a modificar muy considerablemente el primer proyecto de este libro. Vi claramente que vale más buscar el núcleo del evangelio y de la religión cristina, lo propio y singular de ésta que, en un periodo de polarización eclesial, ocuparme directamente de problemas intra-eclesiales que en el fondo son de segundo orden respecto al contenido evangélico de la fe y a la tarea de los cristianos en este mundo”.
Un año después,1991, Chr. Duquoc publicó “Creo en la Iglesia” cuyo subtítulo -“ Precariedad institucional y reino de Dios”- sugiere ya esa misma preocupación de que las estructuras prevalezcan sobre el Evangelio. Su propósito es “integrar la precariedad de la Iglesia visible en su testimonio a favor del reino de Dios”. Constata “la paradoja del inmovilismo institucional y de sus justificaciones oficiales”. Esta percepción explica su dura crítica sobre los procedimientos eclesiales ; sin embargo “ estas severas constataciones sobre el estado actual de la institución no apuntan hacia su deconstrucción; se limitan a la urgencia de emprender reformas ”que Duquoc sugiere en la segunda parte de su libro.
En esa visión conciliar de la Iglesia y con la preocupación de reforma evangélica hay que leer “El Evangelio marginado”, donde se destaca como clave para la reforma de la Iglesia volver a la conducta de Jesús que significa convertirse al Evangelio.
- En comunión con el papa Francisco, un hombre que, según Castillo, como Jesús de Nazaret, es “tan especialmente aceptado y tan pasionalmente rechazado”. El papa ya está marcando el camino de reforma: La Iglesia “se configura como comunión misionera” “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, lenguaje y toda estructura eclesial se conviertan en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la auto preservación”
2.Teología “provocativa”
Pienso que es un calificativo adecuado y denominador para las publicaciones más significativas de José María Castillo. Tiene la habilidad –rara en los teólogos- de presentar con agudeza y con lenguaje accesible los problemas de fondo donde caben distintas visiones y matizaciones, pero la idea central es clara, se entiende y cala. Por eso sus escritos no dejan indiferente al lector, le provocan y le inquietan; le abren nuevos horizontes y le invitan al cambio.. Ya concretamente en este libro hay temas centrales decisivos para la identidad cristiana.. Valgan algunos como ejemplo:
Punto de partida para la espiritualidad cristiana y para cristología debe ser la experiencia que Jesús de Nazaret manifestó en su conducta histórica y la participación en la misma que tuvieron las primeras comunidades cristianas donde se escribieron los evangelios. Esa conducta transparentó la experiencia singular e íntima de Dios como “Abba”, ternura infinita, quien con y en los seres humanos construye la fraternidad incluyendo a los excluidos. Sin esta experiencia la cristología fácilmente se reduce a elucubraciones sobre el ser de Jesucristo y la espiritualidad degenera en espiritualismo evasivo.
Se comprende que la espiritualidad cristiana es seguimiento de Jesús: re-crear en la propia historia su conducta. El seguimiento destacado en los evangelios sinópticos es equivalente a la fe como la entiende el cuarto evangelista: no se reduce a creencias o adhesión intelectual a verdades formuladas sino que implica vivir injertados en Jesucristo como los sarmientos en la viña; existir y caminar con él.
Si fomentamos esa experiencia, dice Castillo al final del libro que “no debemos preocuparnos si la religión tradicional propia del clericalismo integrista se está disolviendo en una crisis profunda; en la medida en que ese tipo de religión se vaya diluyendo, será posible que los anhelos de justicia, que tanto interesan a la gente, vayan encontrando la respuesta que buscan en el Evangelio”
Para trabajar por la reforma evangélica de la Iglesia sin caer en un ataque de nervios.
Primera consideración. Tras un segundo periodo postconciliar con diletancias y retrocesos, hoy con el papa Francisco la Iglesia, siguiendo la llamada del Vaticano II, promueve la conversión de la Iglesia al Evangelio, pero esa conversión como el reino de Dios sufre violencia incluso dentro de las mismas instancias eclesiales. La conversión será trabajosa no sólo por la complejidad de la nueva situación cultural sino también por la situación actual de la misa Iglesia.
La fe no existe en abstracto ni en los libros; solo existen los creyentes. Y muchos creyentes cristianos siguen entendiendo su fe como asentimiento a verdades formuladas más que como seguimiento de Jesús. Se han fabricado una imagen de Dios como juez implacable que para satisfacer su honor ofendido exigió la muerte del Hijo como sacrificio expiatorio, cuando según la fe o experiencia cristiana esa muerte fue epifanía del amor de Dios encarnado en la humanidad que, transformada por ese amor es capaz de dar la propia para que todos puedan vivir con dignidad. Esa imagen de la divinidad que como Señor en las alturas ha dictado una mandamientos y al final ajustará cuentas da lugar una moral prioritariamente preceptiva e impide caminar hacia una moral de la gracia, prioritariamente indicativa, que sea seguimiento de Jesús.
No hay que olvidar por otra parte que la mayoría de los que hoy ejercen un ministerio ordenado fueron formados en una teología neoescolástica ya muy debilitada o en una teología centroeuropea donde la especulación teórica sobre el ser de Jesucristo contaba más la narrativa creyente sobre su historia de Jesús que traen los evangelios. Todavía a mediados del siglo pasado, se publicó en la BAC la Suma Teológica comentada, donde la vida de Jesucristo, tan sapiencialmente expuesta y meditada en la obra de Tomás de Aquino, salió desconectada del tratado clásico sobre el “Verbo Encarnado”, en un pequeño volumen con notas del exégeta y bendito fray . Alberto Colunga.
Finalmente el lenguaje sacrificial y expiatorio en las celebración eucarìstica , la sombra del pecado original en el bautismo, la excesiva referencia a la omnipotencia de Dios y otras expresiones litúrgicas donde un lenguaje conceptual sustituye al simbólico, se prestan a interpretaciones sobre la misma divinidad que nada tienen que ver con la vida y muerte de Jesús como epifanía del amor, ni con el “Abba”, ternura infinita, revelado en aquella conducta histórica que culminó en la resurrección.
Estas dificultades, lejos de paralizarnos en el compromiso por la conversión de la Iglesia al Evangelio, recomiendan un cambio en las estructuras eclesiales y sobre todo la conversión personal imprescindible para que ese compromiso no se quede en palabras. Este libro de José Mª Castillo, desbroza el terreno, plantea bien los interrogantes y sugiere cual es el camino a seguir.