La conversión eclesial (15.12.2013)
“El Vaticano II presentó la conversión eclesial como apertura a una permanente reforma de sí por fidelidad a Jesucristo” (Papa Francisco, Exhortación La alegría del Evangelio De este documento son todas las frases que siguen entre comillas y acyualizan el evangelio en el tercer domingo de Adviento)
1. No es cuestión de quedarnos leyendo el evangelio escrito hace siglos y dar vueltas sobre lo que quiere o no quiere decir en el constos en que fue escrito. Debemos leerlo en el hoy de la sociedad y de la Iglesia.
Nuestra sociedad donde tantos logros se han conseguida, necesita un horizonte de más humanidad. Y como aportación la Iglesia puede y debe ofrecer el evangelio abriéndose a la sociedad: “toda renovación en el seno de la Iglesia debe tender a la misión como objetivo para no caer presa de una especie de introversión eclesial”. Ante la indiferencia religiosa generalizada y ante el creciente alejamiento de la cultura respecto a la fe cristina, “las cosas no pueden seguir como están”. La Iglesia enferma “por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades”. Ya no sirve reducir la Iglesia “ a una simple administración; constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un estado permanente de misión”. Esto supone “un anhelo generoso y casi impaciente de renovación, a modo de examen interior frente al espejo del modelo que Cristo nos dejó de sí”. Una llamada por tanto a la conversión “que no se dirige sólo a los individuos aislados sino a la Iglesia entera”.
2. “Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por El, de intentarlo cada día y sin descanso”. En ese encuentro con Jesucristo nace “la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo”. Al encontrarnos con el amor de Dios, que a todos y a todo sostiene, “somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad ; llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero”.
Ese encuentro con Jesucristo que es la fe cristiana, ilumina nuestro corazón para entender que “la vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad” .No bastan los cumplimientos religiosos o como nuevos fariseos, seguir proclamando por las calles sólo con palabras que somos cristianos. Urge una conversión o personalización de la fe cristiana para “disfrutar de la vida dejando la seguridad de la orilla y apasionarse en la misión de comunicar vida a los demás”.
3. Y la conversión misionera “llama a la Iglesia peregrinante hacia una peremne reforma de la que la Iglesia misma, en cuanto institución humana y terrena, tiene siempre necesidad”. “Hay estructuras eclesiales que pueden llegar a condicionar el dinamismo evangelizador. Igualmente las nuevas estructuras sirven cuando hay una vida que las anima, las sostiene y las juzga. Sin vida nueva y auténtico espíritu evangélico, sin fidelidad a la Iglesia y a la propia vocación, cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo”.
Es importante y esperanzador en tiempo de Adviento escuchar esta llamada profética, sencilla y clara, por lo demás elemental para una sensibilidad evangélica. Llamada muy significativa para toda Iglesia pues habla, en su primera Exhortación, el obispo de Roma, sucesor de Pedro en comunión con el colegio de todos los obispos y de todas las iglesias locales.
1. No es cuestión de quedarnos leyendo el evangelio escrito hace siglos y dar vueltas sobre lo que quiere o no quiere decir en el constos en que fue escrito. Debemos leerlo en el hoy de la sociedad y de la Iglesia.
Nuestra sociedad donde tantos logros se han conseguida, necesita un horizonte de más humanidad. Y como aportación la Iglesia puede y debe ofrecer el evangelio abriéndose a la sociedad: “toda renovación en el seno de la Iglesia debe tender a la misión como objetivo para no caer presa de una especie de introversión eclesial”. Ante la indiferencia religiosa generalizada y ante el creciente alejamiento de la cultura respecto a la fe cristina, “las cosas no pueden seguir como están”. La Iglesia enferma “por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades”. Ya no sirve reducir la Iglesia “ a una simple administración; constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un estado permanente de misión”. Esto supone “un anhelo generoso y casi impaciente de renovación, a modo de examen interior frente al espejo del modelo que Cristo nos dejó de sí”. Una llamada por tanto a la conversión “que no se dirige sólo a los individuos aislados sino a la Iglesia entera”.
2. “Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por El, de intentarlo cada día y sin descanso”. En ese encuentro con Jesucristo nace “la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo”. Al encontrarnos con el amor de Dios, que a todos y a todo sostiene, “somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad ; llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero”.
Ese encuentro con Jesucristo que es la fe cristiana, ilumina nuestro corazón para entender que “la vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad” .No bastan los cumplimientos religiosos o como nuevos fariseos, seguir proclamando por las calles sólo con palabras que somos cristianos. Urge una conversión o personalización de la fe cristiana para “disfrutar de la vida dejando la seguridad de la orilla y apasionarse en la misión de comunicar vida a los demás”.
3. Y la conversión misionera “llama a la Iglesia peregrinante hacia una peremne reforma de la que la Iglesia misma, en cuanto institución humana y terrena, tiene siempre necesidad”. “Hay estructuras eclesiales que pueden llegar a condicionar el dinamismo evangelizador. Igualmente las nuevas estructuras sirven cuando hay una vida que las anima, las sostiene y las juzga. Sin vida nueva y auténtico espíritu evangélico, sin fidelidad a la Iglesia y a la propia vocación, cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo”.
Es importante y esperanzador en tiempo de Adviento escuchar esta llamada profética, sencilla y clara, por lo demás elemental para una sensibilidad evangélica. Llamada muy significativa para toda Iglesia pues habla, en su primera Exhortación, el obispo de Roma, sucesor de Pedro en comunión con el colegio de todos los obispos y de todas las iglesias locales.