En la espera de la Fiesta (9.11.14
En la parábola de de las diez vírgenes Jesús, ya cercana su muerte, quiso denunciar la conducta de las autoridades religiosas judías: se creían que con practicar la religión, sin preocuparse de la misericordia y de la justicia, podían echarse a dormir. El juicio es contra ellos: “¡no os conozco!”. La comunidad cristiana donde escribió Mateo posiblemente ansiaba y esperaba como muy próxima la parusía o manifestación gloriosa del Señor. De ahí la expresión: “velad porque no sabéis el día ni la hora”.
En qué consistió la insensatez de las doncellas que se echaron a dormir? En aquella sociedad el retraso del novio era frecuente; si tardaba mucho la gente interpretaba que las negociaciones sobre la dote de la novia habían sido largas y así se valoraba más a la novia y a su familia. La insensatez de las doncellas estuvo en que, soñando con la fiesta, olvidaron equiparse para soportar el cansancio de la noche. Claro que las otras doncellas avispadas con aceite para mantener encendidas sus lámparas, tampoco fueron solidarias y sólo se preocuparon de asegurar su presencia cuando llegara el novio. Con frecuencia todos nos dormimos en ídolos como el dinero, el poder, prestigio, egocentrismo que nos dan falsas seguridades olvidando nuestro consentimiento a la Presencia de Dios que continuamente está viniendo en nuestra interioridad, en los otros y en todos los acontecimientos de la vida.
Según el evangelio, para lo que debemos estar en vela no es para evitar un castigo, sino para participar en una fiesta de bodas. Cuando perdemos esta perspectiva, andamos con cara de cuaresma y hacemos de nuestra existencia un valle de lágrimas para lograr así el favor y el perdón de una divinidad inventada por nosotros. La buena noticia de Jesucristo es que Dios es amor y somos invitados a una fiesta. Un banquete de bodas donde todos nos sentemos juntos como amigos y como hermanos. Una felicidad cuyo anhelo está inscrito en nuestro corazón siempre inquieto, Un destino que si bien tiene sus anticipos mientras vamos de camino, nos permite ser libres de falsas seguridades, salir de nuestro individualismo y no instalarnos, haciendo que nuestra espera madure en alegría esperanzada.
En qué consistió la insensatez de las doncellas que se echaron a dormir? En aquella sociedad el retraso del novio era frecuente; si tardaba mucho la gente interpretaba que las negociaciones sobre la dote de la novia habían sido largas y así se valoraba más a la novia y a su familia. La insensatez de las doncellas estuvo en que, soñando con la fiesta, olvidaron equiparse para soportar el cansancio de la noche. Claro que las otras doncellas avispadas con aceite para mantener encendidas sus lámparas, tampoco fueron solidarias y sólo se preocuparon de asegurar su presencia cuando llegara el novio. Con frecuencia todos nos dormimos en ídolos como el dinero, el poder, prestigio, egocentrismo que nos dan falsas seguridades olvidando nuestro consentimiento a la Presencia de Dios que continuamente está viniendo en nuestra interioridad, en los otros y en todos los acontecimientos de la vida.
Según el evangelio, para lo que debemos estar en vela no es para evitar un castigo, sino para participar en una fiesta de bodas. Cuando perdemos esta perspectiva, andamos con cara de cuaresma y hacemos de nuestra existencia un valle de lágrimas para lograr así el favor y el perdón de una divinidad inventada por nosotros. La buena noticia de Jesucristo es que Dios es amor y somos invitados a una fiesta. Un banquete de bodas donde todos nos sentemos juntos como amigos y como hermanos. Una felicidad cuyo anhelo está inscrito en nuestro corazón siempre inquieto, Un destino que si bien tiene sus anticipos mientras vamos de camino, nos permite ser libres de falsas seguridades, salir de nuestro individualismo y no instalarnos, haciendo que nuestra espera madure en alegría esperanzada.