En la festividad de Cristo Rey, 2022
Mientras sufrimos la guerra
Cuando se escribieron los evangelios de San Marcos y San Lucas, había en sus destinatarios una mentalidad apocalíptica: catástrofes naturales, guerras, desgracias que anunciaban ya el fin del mundo. Los evangelistas sin embargo piden calma y confianza; no creer a los falsos mesianismos liberadores. Hoy sobran en el mundo catástrofes naturales, atropellos contra las personas, guerras fratricidas, imperialismos de distintos signos que prometen la liberación. Sigue en pie la recomendación de los evangelistas: no creáis en esos mesianismos que, con la lógica del poder, prometen la liberación; no perdáis la calma, tened confianza. Pero ¿dónde o en qué fundamentar esa confianza?
La fiesta de Cristo Rey fue instituida por Pío XI cuando los Estados Modernos, prescindiendo de Dios y de la religión, prometían por su cuenta ser el Mesías portador de la liberación total. El mesianismo es la pretensión ilusa no solo de un Estado Moderno que actúa como si Dios no existiera, sino la pretensión de revoluciones que, si bien están justificadas, se prostituyen por la idolatría del poder. Una lógica perversa que también agarra dentro de la misma religión cristiana.
Todos los evangelistas destacan que el verdadero mesianismo. La clave de la verdadera humanización y de la liberación está en la cruz de Jesucristo: una vida inspirada y realizada con amor gratuito en favor de los demás. Según el evangelio de Juan, el gobernador romano expone ante el pueblo judío a Jesús ya desfigurado por los azotes y malos tratos pero paciente y sereno: “ahí tenéis a vuestro rey”. Según el evangelio de Marcos, viendo con qué amor y confianza muere Jesús injustamente crucificado, hasta el mismo militar que hace guardia junto a la cruz, confiesa: “verdaderamente este es el Hijo de Dios”.
El evangelio según san Lucas que leemos en esta fiesta de Cristo Rey, es una catequesis impresionante. Desfilan delante de la cruz autoridades judías, soldados y gente de pueblo. Todos sueñan con un mesianismo de poder: “si eres elegido de Dios, baja de la cruz”. Y hay dos malhechores crucificados con Jesús. Todos somos malhechores. Uno tiene la misma mentalidad que las autoridades, los soldados y gente del pueblo: “Si eres elegido de Dios, baja de la cruz”. Pero el otro malhechor descubre el verdadero mesianismo. Jesús es mesías liberador entregándose por amor en favor de los demás y el malhechor se convierte: “admíteme en tu reino”, en esa nueva forma de ser y de actuar. A este malhechor se le abre la puerta del paraíso signo de la total liberación y de la felicidad completa.