¿Tiene sentido nuestra vida? (23.11.14)
Hace unos años fue muy leído el libro del psiquiatra Victor E. Frankl, “El hombre en busca de sentido”. Tal vez hoy, en una sociedad fragmentada y aturdida por los sofisticados medios de comunicación, nos resignemos a sobrevivir cada día en la superficialidad dejando de lado preguntas sobre nuestra calidad ética y destino de nuestra existencia.
Sin embargo hay un hecho constatable: se multiplican las ocasiones de placer que no engendran alegría, la corrupción y la violencia social nos desbordan, y la pregunta parece ineludible: qué sentido puede tener nuestra existencia humana; dónde hallar la clave para asumir la vida en nuestra propias manos y para confiar que el empeño de nuestros días por crear una sociedad en el amor y en la justicia no caerá en el vacío
Mientras vamos de camino, es natural que busquemos apoyaturas que den seguridad. En el ámbito secular, dinero, poder, prestigio y otras realidades son en una sociedad como la nuestra referencias que dan sentido a la existencia de muchos. En el ámbito religioso, la seguridad se puede buscar en el cumplimiento puntual de lo mandado y en unas prácticas cultuales sin preocuparnos de nuestro mundo tan desfigurado por el sufrimiento, la injusticia y la escandalosa pobreza. Incluso no es infrecuente la pretensión de unir el afán por la riqueza y las prácticas religiosas para garantizar más certeramente la salvación. Sin embargo da la impresión de que tanto tales realidades seculares como las prácticas religiosas vacías de compromiso histórico por construir una sociedad más fraterna, son falsos absolutos que no satisfacen ni generan esperanza.
Al leer el evangelio que llamamos deljuicio final, espontáneamente imaginámos a un juez todopoderoso e insobornable que ajustará cuentas y ha preparado un equipo especializado en torturas para castigar a los malos. Hasta los mismos cristianos olvidamos a veces la novedad de Jesucristo, Dios-con-nosotros, que ha venido ya sigue viniendo manifestando su poder en la misericordia. Según el evangelio, nuestro mundo camina en los brazos de Dios hacia una plenitud de vida donde no habrá dolor ni muerte. Pero si bien nuestra existencia tiene sentido porque su futuro está habitado por la gracia, también ese futuro debe ser fruto de nuestra conducta histórica inspirada y modelada en el amor gratuito: “tuve hambre y me diste de comer…”. En esa conducta damos sentido a nuestra vida y dictamos el juicio sobre la misma.
Sin embargo hay un hecho constatable: se multiplican las ocasiones de placer que no engendran alegría, la corrupción y la violencia social nos desbordan, y la pregunta parece ineludible: qué sentido puede tener nuestra existencia humana; dónde hallar la clave para asumir la vida en nuestra propias manos y para confiar que el empeño de nuestros días por crear una sociedad en el amor y en la justicia no caerá en el vacío
Mientras vamos de camino, es natural que busquemos apoyaturas que den seguridad. En el ámbito secular, dinero, poder, prestigio y otras realidades son en una sociedad como la nuestra referencias que dan sentido a la existencia de muchos. En el ámbito religioso, la seguridad se puede buscar en el cumplimiento puntual de lo mandado y en unas prácticas cultuales sin preocuparnos de nuestro mundo tan desfigurado por el sufrimiento, la injusticia y la escandalosa pobreza. Incluso no es infrecuente la pretensión de unir el afán por la riqueza y las prácticas religiosas para garantizar más certeramente la salvación. Sin embargo da la impresión de que tanto tales realidades seculares como las prácticas religiosas vacías de compromiso histórico por construir una sociedad más fraterna, son falsos absolutos que no satisfacen ni generan esperanza.
Al leer el evangelio que llamamos deljuicio final, espontáneamente imaginámos a un juez todopoderoso e insobornable que ajustará cuentas y ha preparado un equipo especializado en torturas para castigar a los malos. Hasta los mismos cristianos olvidamos a veces la novedad de Jesucristo, Dios-con-nosotros, que ha venido ya sigue viniendo manifestando su poder en la misericordia. Según el evangelio, nuestro mundo camina en los brazos de Dios hacia una plenitud de vida donde no habrá dolor ni muerte. Pero si bien nuestra existencia tiene sentido porque su futuro está habitado por la gracia, también ese futuro debe ser fruto de nuestra conducta histórica inspirada y modelada en el amor gratuito: “tuve hambre y me diste de comer…”. En esa conducta damos sentido a nuestra vida y dictamos el juicio sobre la misma.