La verdadera religión (28.9.14)
“Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino” (Evangelio)
1. Jesús lanza esta parábola, ya cercana su muerte, para denunciar la falsa religiosidad de las autoridades judías: mucho rito y mucho cumplimiento, pero manteniendo sin cambiar el corazón de piedra; olvidando la misericordia y practicando la injusticia. Son como el hijo que dice sí a su padre sólo de boca, pero en su conducta es un individualista podrido y actúa contra el deseo de su progenitor. Aquellas autoridades judías se las daban de ser los hijos, los representantes de Dios, pero respiraban ambición y fomentaban la inequidad social.
2. Juan Bautista, hijo de un sacerdote judío, se alejó del templo, se fue al desierto y llamó a la conversión que no significa más prácticas religiosas sino más compromiso con la justicia: “el que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo”. Evocando esa predicación del Bautista, Jesús denuncia la conducta de las autoridades religiosas judías muy celosas de cumplimientos rituales pero insensibles a la llamada del Bautista. En cambio valora la conducta de publicanos y prostitutas, socialmente despreciados y religiosamente impuros, que sin embargo compasivos y anhelantes de justicia.
3. Los cristianos podemos ser muy religiosos; teniendo muchas devociones a los santos y celebrando ritos. Aparentemente estamos diciendo sí a la divinidad. Pero el Dios revelado en Jesucristo es ternura infinita que quiere la vida con dignidad para todos, y desea realizar ese proyecto en nuestro mundo en y con nosotros. Sin el compromiso histórico para que todas las personas y grupos humanos puedan vivir con dignidad, nuestras prácticas religiosas, por muy solemnes y bulliciosas que sean, para nada sirven. “No todo el que dice ´señor,señor´, sino el que hace la voluntad del Padre”. En una carta Santiago escribió: “la religión pura e intachable ante Dios es visitar a huérfanos y viudas en su tribulación y mantenerse incontaminado del mundo”. Es decir, libre de la codicia y del poder que generan injusticia y muerte.
1. Jesús lanza esta parábola, ya cercana su muerte, para denunciar la falsa religiosidad de las autoridades judías: mucho rito y mucho cumplimiento, pero manteniendo sin cambiar el corazón de piedra; olvidando la misericordia y practicando la injusticia. Son como el hijo que dice sí a su padre sólo de boca, pero en su conducta es un individualista podrido y actúa contra el deseo de su progenitor. Aquellas autoridades judías se las daban de ser los hijos, los representantes de Dios, pero respiraban ambición y fomentaban la inequidad social.
2. Juan Bautista, hijo de un sacerdote judío, se alejó del templo, se fue al desierto y llamó a la conversión que no significa más prácticas religiosas sino más compromiso con la justicia: “el que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo”. Evocando esa predicación del Bautista, Jesús denuncia la conducta de las autoridades religiosas judías muy celosas de cumplimientos rituales pero insensibles a la llamada del Bautista. En cambio valora la conducta de publicanos y prostitutas, socialmente despreciados y religiosamente impuros, que sin embargo compasivos y anhelantes de justicia.
3. Los cristianos podemos ser muy religiosos; teniendo muchas devociones a los santos y celebrando ritos. Aparentemente estamos diciendo sí a la divinidad. Pero el Dios revelado en Jesucristo es ternura infinita que quiere la vida con dignidad para todos, y desea realizar ese proyecto en nuestro mundo en y con nosotros. Sin el compromiso histórico para que todas las personas y grupos humanos puedan vivir con dignidad, nuestras prácticas religiosas, por muy solemnes y bulliciosas que sean, para nada sirven. “No todo el que dice ´señor,señor´, sino el que hace la voluntad del Padre”. En una carta Santiago escribió: “la religión pura e intachable ante Dios es visitar a huérfanos y viudas en su tribulación y mantenerse incontaminado del mundo”. Es decir, libre de la codicia y del poder que generan injusticia y muerte.