Se está yendo una generación de profetas
En los años que inmediatamente siguieron al Concilio, hubo en España un brote de cristianos que intentaron ser fieles a Dios revelado en Jesucristo, y al mundo que camina ya en los brazos de Dios. A esta generación pertenecen laicos, teólogos, presbíteros y obispos que han sido un don del Espíritu, y que poco a pco nos van dejando, Entre ellos están Carlos Jiménez de Parga y Ramón Echarren que han fallecido recientemente.
Conocí a Carlos Jiménez de Parga en la Vicaría de Vallecas. Cuando en aquella sociedad cambiante una Iglesia viva postconciliar, de la que Alberto Iniesta era obispo, respiraba juventud espiritual y entusiasmo evangelizador, uniendo la experiencia de Dios y la opción por los excluidos. Por aquellas fechas Carlos era párroco en Santa Irene, una iglesia donde los obres encontraban casa. Inteligente y agudo en sus apreciaciones, Carlos tuvo siempre una opción muy clara por el mundo de los obreros y de las personas que no tenían amparo social. Por su clara opción, visión certera para discernir situaciones, talante humano, simpatía y realismo, la conversación con él dejaba un sabor oxigenante.
Conocí al obispo Ramón Echarren sobre todo trabajando con él en la enseñanza de la Iglesia sobre cuestiones sociales. Con espíritu evangélico, fue sensible al cambio cultural que, ya en el postconcilio, era notorio en la sociedad española. Y en esa sensibilidad , apuntó muy bien cómo debe ser la presencia pública de la Iglesia en la nueva situación española. Su espontaneidad y su cercanía humanas le caracterizaron en el ejercicio de su ministerio episcopal.
Carlos Jiménez de Parga y Ramón Echarren son ejemplo una generación que se va despidiendo. Los rercuerdo con gratitud y esperanza. Confío en que ya gocen de felicidad sin sombras. Experimentando lo que fue criterio de su conducta y que tantas veces, con su práctica de vida y su palabra, proclamaron: el amor es más fuerte que la muerte, todo lo que vamos tejiendo aquí con amor, no caerá en el vacío.
Conocí a Carlos Jiménez de Parga en la Vicaría de Vallecas. Cuando en aquella sociedad cambiante una Iglesia viva postconciliar, de la que Alberto Iniesta era obispo, respiraba juventud espiritual y entusiasmo evangelizador, uniendo la experiencia de Dios y la opción por los excluidos. Por aquellas fechas Carlos era párroco en Santa Irene, una iglesia donde los obres encontraban casa. Inteligente y agudo en sus apreciaciones, Carlos tuvo siempre una opción muy clara por el mundo de los obreros y de las personas que no tenían amparo social. Por su clara opción, visión certera para discernir situaciones, talante humano, simpatía y realismo, la conversación con él dejaba un sabor oxigenante.
Conocí al obispo Ramón Echarren sobre todo trabajando con él en la enseñanza de la Iglesia sobre cuestiones sociales. Con espíritu evangélico, fue sensible al cambio cultural que, ya en el postconcilio, era notorio en la sociedad española. Y en esa sensibilidad , apuntó muy bien cómo debe ser la presencia pública de la Iglesia en la nueva situación española. Su espontaneidad y su cercanía humanas le caracterizaron en el ejercicio de su ministerio episcopal.
Carlos Jiménez de Parga y Ramón Echarren son ejemplo una generación que se va despidiendo. Los rercuerdo con gratitud y esperanza. Confío en que ya gocen de felicidad sin sombras. Experimentando lo que fue criterio de su conducta y que tantas veces, con su práctica de vida y su palabra, proclamaron: el amor es más fuerte que la muerte, todo lo que vamos tejiendo aquí con amor, no caerá en el vacío.