Amigos y amigas, ¡adiós!

Amigos y amigas, cuantos os habéis asomado a La mirada samaritana desde el 21 de marzo de 2007, me habéis acompañado con vuestras opiniones y con el rastro de vuestras entradas, hasta hoy. Han sido dos años, a razón de seis u ocho colaboraciones al mes. No las he contado, pero calculo que unas 150 intervenciones. El que haya querido, ya me conoce.

Hace tiempo que vengo dándole vueltas a este compromiso con Religión Digital y estimo que ha llegado la hora de dejarlo aquí. La razón más inmediata es sencilla. Me distrae demasiado de otros compromisos que considero más importantes y hasta “debidos” para mí; pienso en la vida universitaria, y pienso en mi encargo pastoral. Otras razones podrían dar más empaque a esta salida, pero temo caer en el peor de los ridículos, el de la presunción. Es tan sencillo como eso.


Agradezco mucho a Religión Digital, particularmente, a José Manuel Vidal, su invitación para colgar La mirada samaritana en esta página. Supongo que, de vez en cuando, volveré a contar con su acogida en comentarios de ocasión.


Agradezco más si cabe la entrada de aquéllos que han dejado sus comentarios. Creo que he respondido a todos y, en ocasiones, extensamente. Demasiado, tal vez. A algunos en concreto, debería haberlos conocido personalmente para hacerles ver que no pienso como ellos, pero sí veo bien que me critiquen. Nadie es buen juez en su causa.


He defendido una idea razonada, ¡y creo que no me la invento a la medida de mis gustos personales!, sobre las preferencias del Evangelio; especialmente de su amor por los pobres, los sencillos, los compasivos y los pecadores, y a ella he dicho que quisiera atenerme; corregido desde ella por otros hermanos en la fe, y urgido a proponerla ante todos, si la sintiera olvidada donde fuese; en el mundo, desde luego; en la Iglesia, si preciso es.


Gracias a todos, amigos y amigas. Un abrazo.
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