"Hace más ruido un árbol que cae, que un bosque que crece"

“Hace más ruido un árbol que cae, que un bosque que crece”. No sé de dónde procede este proverbio. De cualquier lugar donde la gente conviva con el bosque. Me llamó la atención en una respuesta de Benedicto XVI acerca de qué era lo decisivo en la contemplación de nuestro tiempo y sus procesos más profundos. Y es cierto, “hace más ruido un árbol que cae, que un bosque que crece”.

Pero, ¿de verdad vivimos un “tiempo” especialmente incierto? No me gusta caer en el pesimismo o ser su pregonero, pero cualquiera puede ver que los cambios son vertiginosos y los retos muy hondos y nuevos; sobre todo, hondos y nuevos. Se mire desde el lado de las personas y pueblos más débiles, ¡tantos y en situaciones tan duras!, o se mire desde el lado del modelo de desarrollo y las amenazas a nuestro futuro, sería deshonesto hablar y vivir como si aquí no pasara nada. Podemos debatir sobre qué es lo urgente y lo importante, cómo nos implicaremos según posibilidades y responsabilidades, hacia dónde podemos dirigirnos con sensatez e inteligencia, qué peso tienen en la crisis los factores materiales y los factores culturales y religiosos, a quiénes vamos a arropar para que nos conduzcan como líderes del cambio “verde” y “humano” que necesitamos en tecnología, creación de riqueza, consumo de “cosas” y convivencia, pero que hemos de pensarlo “en verde” y “para todos”, es indudable.

Es cierto, “hace más ruido un árbol que cae, que un bosque que crece”. ¿Por qué la noticia es que alguien con nombre y cara de “famoso” dice o hace esto o aquello? Y, ¿qué importa, de verdad, qué importa esto para la vida de todos? Y, ¿por qué la noticia es que tal político o personaje ha declarado no se qué sobre sus convicciones nacionales u ocurrencias ideológicas? Y, ¿qué importa, de verdad, qué importa esto para la vida de todos? ¿Qué valor tiene como reflejo de los problemas reales de la gente y como provocación para un debate de fondo, es decir, para un debate sobre nosotros mismos y sobre el futuro justo de nuestros hijos? Ningún valor. Y si digo “futuro justo”, es porque no deberíamos plantearnos sólo “el futuro de nuestros hijos”, sino “el futuro justo”, el que les es debido sin que otros, cerca de ellos, dentro del país, o lejos de ellos, en otros lugares, paguen su factura de bienestar sostenible.

Nadie debería esperar salvarse, es decir, escapar de las dificultades del presente, a costa de otras personas o de otros pueblos. He aquí un primer criterio para valorar éticamente las ideologías políticas y los nacionalismos. No soy ingenuo. Sé que sucederá algo de esto o así. Pero advertirlo por activa y por pasiva tiene sin duda virtualidades políticas positivas, es decir, nos ayuda a mejorar como personas y como pueblos, ¡y a traducirlo en hechos, leyes e instituciones!

“Hace más ruido un árbol que cae, que un bosque que crece”. Está creciendo un bosque. No crece solo. Crece en mil lugares y personas que lo intentan, que viven tomando conciencia de lo que es sostenible para todos y empujando el parto de un futuro justo para sus hijos. Buscan ese futuro, ya, pero lo quieren justo, pues de otro modo, “un poco más de lo mismo y ya conocido”, saben que es indigno. No se mueven (sólo) por el miedo al futuro, o por el egoísmo de "mejor pactar con las víctimas que arriesgarlo todo", sino (también) por la exigencia moral de la dignidad de todos. Un futuro para nuestros hijos, sí, pero justo. “Hace más ruido un árbol que cae, que un bosque que crece”.
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