Una pandilla de rufianes
Si alguien lo dice "mejor" que tú, ¿por qué no tomarlo como ayuda? Veamos:
“Sufrimos los efectos de los actos de rapiña de una pandilla de sinvergüenzas y rufianes que han llevado a sus empresas a la ruina y han puesto en jaque a todo el sistema financiero mundial mientras se embolsaban más y más millones de dólares con ejercicios tan delictivos como multiplicar los papelillos de hipotecas imposibles -papel del Monopoly- y venderlas por todo el mundo”.
“Es lo más parecido a un delito reconocible por todos: hacer billetes falsos e intentar pasarlos como buenos en casinos y prostíbulos. Pero Fuld y los demás eran mucho más finos que los patanes de la mafia y solo les vendían recortes de periódicos a bancos de medio mundo a precio de angulas. Era el timo de la estampita con marchamo de producto financiero para entendidos”.
“Con todo, lo que más indigna es con qué facilidad presidentes y secretarios del Tesoro han encontrado ahora cerca de un millón de millones en las arcas del Estado, cuando jamás hallaban unas pesetillas para mejorar las becas, para dar casa a los damnificados por el Katrina, para atender a los homeless o para cargarse de un plumazo con el insulto de socialista cualquier proyecto de universalizar la atención sanitaria. Y eso sin entrar en las desigualdades mundiales y la miseria en el Tercer Mundo, para el que las mismas instituciones nunca, nunca, encontraban el dinero para la ayuda.
“Contaban, además, con la complacencia, e imprescindible colaboración para el delito, de todos y cada uno de los gurús financieros y organismos internacionales, encargados, qué risa, de prever estas situaciones o vigilar y controlar el buen funcionamiento de los mercados. Ni Alan Greenspan ni Rodrigo Rato previeron ni vigilaron nada”.
“Desde su punto de vista, ve con claridad el panorama: una caterva de impúdicos políticos salva la cara a una pandilla de sinvergüenzas. ¿Y aquí? ¿Qué pasa por aquí? Aquí, dice, tenemos a un Gobierno escasamente dotado para las grandes decisiones bajo el mando de un presidente ensimismado en su optimismo panglossiano, absorto en el vuelo de la famosa mariposa -es culpa de ellos- y que no quiere ver nuestra enorme aportación indígena a la crisis en forma de racial mosca o abejorro de cuidado: la construcción”.
“Desgraciadamente, el que acertaba era el presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, cuando pedía un paréntesis en la economía de mercado. O sea: sálvennos con el dinero de todos los contribuyentes, que luego volveremos los ultraliberales y defensores del mercado a lo nuestro”.
Estas “lindezas” las escribe José María Izquierdo, director adjunto de ‘El País'. Por supuesto, se puede “disparar” contra el mensajero, no en vano el diario de marras tampoco se caracteriza por ser una alternativa crítica al “sistema”. Pero merece la pena reconocer ese lenguaje directo y con nombres y apellidos.
Y por si queremos profundizar, tres testimonios añadidos. Joseph E. Stiglitz escribe en La burbuja ha estallado, "los préstamos basura han creado en los balances bancarios enormes agujeros que habrá que reparar. Una acción de rescate del Gobierno que pague el precio justo por esos activos no ayudará precisamente a reparar el agujero. Al contrario, sería como hacer transfusiones masivas de sangre a un paciente que sufre una enorme hemorragia interna"
Y prosigue, "en la economía del medio ambiente hay un principio básico que es "el que contamina, paga... Es una cuestión de justicia y de eficacia. Wall Street ha contaminado la economía con hipotecas tóxicas. Debería pagar la limpieza... Arreglar esta situación -incluido un nuevo sistema de regulación que disminuya la probabilidad de que vuelva a ocurrir una crisis como ésta- es una de las muchas tareas con las que se encontrará el próximo Gobierno".
Por su parte. Roberto Velasco (catedrático de la UPV-EHU) escribe: "Finalmente, otro asunto que la nueva propuesta de plan de rescate debe incorporar es una postura más decidida en cuanto a los escandalosos salarios de los altos ejecutivos de las entidades que ahora piden árnica a gritos y que han percibido cantidades astronómicas de dinero mientras organizaban la gran estafa de las hipotecas 'basura': las cinco mayores firmas de Wall Street (Goldman Sachs, Morgan Stanley, Merrill Lynch, Lehman Brothers y Bear Stearns) pagaron más de 3.000 millones de dólares en los cinco últimos años a sus máximos ejecutivos. Les remuneraban como genios de las finanzas cuando en realidad no eran sino unos pésimos imitadores del gran Houdini, el ilusionista, además de los peores enemigos del capitalismo.
"...Es ya un clamor la solicitud de un sistema regulatorio global dotado de un nuevo marco institucional que permita hacerlo internacionalmente efectivo. Un sistema que, acompañado de una supervisión vigilante de los mercados y de los agentes que en ellos operan, no restrinja la libertad ni frene la innovación, pero sea capaz de evitar actuaciones deshonestas como las que han hundido los mercados y pueden poner en recesión a la economía estadounidense y, por contagio, a la mundial. En cualquier caso, nada o muy poco se podrá hacer sin rescatar, sin recuperar la confianza destruida en los mercados financieros y bancarios".
Por contra, el economista José Luis Feito escribe como sigue: "Cuando Roosevelt creó un fondo de rescate en 1933 quedaba ya poco que rescatar y la confianza y capacidad de prestar había desaparecido del sistema. Otro tanto se puede decir del objetivo de minimizar el coste para los contribuyentes. En 1929 y en 1930 el coste fiscal fue mínimo, pero el paro superó el 25% y la renta per cápita descendió en cuatro años más de un 30% respecto al nivel anterior a la crisis"
Y es que -reflexiona- "en el sistema financiero, cuando la quiebra no se limita a alguna gran entidad o a varias de tamaño marginal, los clientes no se van a otros bancos sino que van huyendo en cadena de todos los bancos buscando efectivo o deuda pública. Los propios bancos que van sobreviviendo huyen también unos de otros y todo ello reduce drásticamente sus recursos prestables y termina interrumpiendo la financiación del sector privado. Con la quiebra del sistema bancario no pagan sólo los accionistas, empleados y depositantes de las entidades ineficientes, sino también los de todas las demás entidades bancarias y últimamente de otras empresas de la economía".
Y prosigue, "el debate interesante que va a suscitar esta crisis, el debate de cuya resolución dependerá la magnitud de las nuevas crisis en el futuro, no reside en el sistema regulatorio al que tanta atención se le está prestando en la actualidad. El debate crucial es cuál debe ser la política monetaria óptima que ha de seguir un Banco Central. En este debate, estoy convencido (de) que se recuperarán alguna de las ideas que defendía Hayek en sus disputas con Keynes y sus seguidores en el periodo de entreguerras. En particular, la idea según la cual una política monetaria dirigida únicamente a controlar la inflación no será capaz de estabilizar el ciclo económico. Para conseguir suavizar las oscilaciones económicas e impedir que desemboquen en crisis agudas es imprescindible que el Banco Central controle la evolución del crédito, aunque ello exija a veces la coexistencia de tipos de interés elevados y ¡bajos o muy bajos ritmos de inflación!".
Por cierto, hace cuatro años me consta que la Conferencia Episcopal Española se planteó un pronunciamiento moral bastante concreto y crítico con los procesos de globalización económica y sus efectos más inhumanos (sociales, culturales y hasta religiosos). Había un capítulo referido a la situación española y al crecimiento con pies de barro que en ella se desarrollaba en pleno periodo de “esto es Jauja”. En suma, había ganas de “hablar moralmente a tiempo y a destiempo”. Supongo que al final pareció inoportuno, quizá inmoderado, “izquierdosillo” que se suele decir con afecto no exento de desdén, impropio de una Iglesia que tenía otras prioridades morales que denunciar…Y, en fin, que no hubo nada. Demasiada “gente” (léase Obispos) se asustaba ante una visión “tan crítica” de los procesos sociales.
Me gusta que nos pensemos a partir de esta estrategia (in)moral: “Yo no entiendo, yo no puedo, yo no tengo la culpa…”. Nunca es tarde, pero ya no es lo mismo… Llegada la crisis, es lógico que prime la preocupación por las personas y grupos humanos más afectados. Su análisis está por todos lados. Entonces, hace cuatro o cinco años, era más atrevido y necesario. Con Dios.
“Sufrimos los efectos de los actos de rapiña de una pandilla de sinvergüenzas y rufianes que han llevado a sus empresas a la ruina y han puesto en jaque a todo el sistema financiero mundial mientras se embolsaban más y más millones de dólares con ejercicios tan delictivos como multiplicar los papelillos de hipotecas imposibles -papel del Monopoly- y venderlas por todo el mundo”.
“Es lo más parecido a un delito reconocible por todos: hacer billetes falsos e intentar pasarlos como buenos en casinos y prostíbulos. Pero Fuld y los demás eran mucho más finos que los patanes de la mafia y solo les vendían recortes de periódicos a bancos de medio mundo a precio de angulas. Era el timo de la estampita con marchamo de producto financiero para entendidos”.
“Con todo, lo que más indigna es con qué facilidad presidentes y secretarios del Tesoro han encontrado ahora cerca de un millón de millones en las arcas del Estado, cuando jamás hallaban unas pesetillas para mejorar las becas, para dar casa a los damnificados por el Katrina, para atender a los homeless o para cargarse de un plumazo con el insulto de socialista cualquier proyecto de universalizar la atención sanitaria. Y eso sin entrar en las desigualdades mundiales y la miseria en el Tercer Mundo, para el que las mismas instituciones nunca, nunca, encontraban el dinero para la ayuda.
“Contaban, además, con la complacencia, e imprescindible colaboración para el delito, de todos y cada uno de los gurús financieros y organismos internacionales, encargados, qué risa, de prever estas situaciones o vigilar y controlar el buen funcionamiento de los mercados. Ni Alan Greenspan ni Rodrigo Rato previeron ni vigilaron nada”.
“Desde su punto de vista, ve con claridad el panorama: una caterva de impúdicos políticos salva la cara a una pandilla de sinvergüenzas. ¿Y aquí? ¿Qué pasa por aquí? Aquí, dice, tenemos a un Gobierno escasamente dotado para las grandes decisiones bajo el mando de un presidente ensimismado en su optimismo panglossiano, absorto en el vuelo de la famosa mariposa -es culpa de ellos- y que no quiere ver nuestra enorme aportación indígena a la crisis en forma de racial mosca o abejorro de cuidado: la construcción”.
“Desgraciadamente, el que acertaba era el presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, cuando pedía un paréntesis en la economía de mercado. O sea: sálvennos con el dinero de todos los contribuyentes, que luego volveremos los ultraliberales y defensores del mercado a lo nuestro”.
Estas “lindezas” las escribe José María Izquierdo, director adjunto de ‘El País'. Por supuesto, se puede “disparar” contra el mensajero, no en vano el diario de marras tampoco se caracteriza por ser una alternativa crítica al “sistema”. Pero merece la pena reconocer ese lenguaje directo y con nombres y apellidos.
Y por si queremos profundizar, tres testimonios añadidos. Joseph E. Stiglitz escribe en La burbuja ha estallado, "los préstamos basura han creado en los balances bancarios enormes agujeros que habrá que reparar. Una acción de rescate del Gobierno que pague el precio justo por esos activos no ayudará precisamente a reparar el agujero. Al contrario, sería como hacer transfusiones masivas de sangre a un paciente que sufre una enorme hemorragia interna"
Y prosigue, "en la economía del medio ambiente hay un principio básico que es "el que contamina, paga... Es una cuestión de justicia y de eficacia. Wall Street ha contaminado la economía con hipotecas tóxicas. Debería pagar la limpieza... Arreglar esta situación -incluido un nuevo sistema de regulación que disminuya la probabilidad de que vuelva a ocurrir una crisis como ésta- es una de las muchas tareas con las que se encontrará el próximo Gobierno".
Por su parte. Roberto Velasco (catedrático de la UPV-EHU) escribe: "Finalmente, otro asunto que la nueva propuesta de plan de rescate debe incorporar es una postura más decidida en cuanto a los escandalosos salarios de los altos ejecutivos de las entidades que ahora piden árnica a gritos y que han percibido cantidades astronómicas de dinero mientras organizaban la gran estafa de las hipotecas 'basura': las cinco mayores firmas de Wall Street (Goldman Sachs, Morgan Stanley, Merrill Lynch, Lehman Brothers y Bear Stearns) pagaron más de 3.000 millones de dólares en los cinco últimos años a sus máximos ejecutivos. Les remuneraban como genios de las finanzas cuando en realidad no eran sino unos pésimos imitadores del gran Houdini, el ilusionista, además de los peores enemigos del capitalismo.
"...Es ya un clamor la solicitud de un sistema regulatorio global dotado de un nuevo marco institucional que permita hacerlo internacionalmente efectivo. Un sistema que, acompañado de una supervisión vigilante de los mercados y de los agentes que en ellos operan, no restrinja la libertad ni frene la innovación, pero sea capaz de evitar actuaciones deshonestas como las que han hundido los mercados y pueden poner en recesión a la economía estadounidense y, por contagio, a la mundial. En cualquier caso, nada o muy poco se podrá hacer sin rescatar, sin recuperar la confianza destruida en los mercados financieros y bancarios".
Por contra, el economista José Luis Feito escribe como sigue: "Cuando Roosevelt creó un fondo de rescate en 1933 quedaba ya poco que rescatar y la confianza y capacidad de prestar había desaparecido del sistema. Otro tanto se puede decir del objetivo de minimizar el coste para los contribuyentes. En 1929 y en 1930 el coste fiscal fue mínimo, pero el paro superó el 25% y la renta per cápita descendió en cuatro años más de un 30% respecto al nivel anterior a la crisis"
Y es que -reflexiona- "en el sistema financiero, cuando la quiebra no se limita a alguna gran entidad o a varias de tamaño marginal, los clientes no se van a otros bancos sino que van huyendo en cadena de todos los bancos buscando efectivo o deuda pública. Los propios bancos que van sobreviviendo huyen también unos de otros y todo ello reduce drásticamente sus recursos prestables y termina interrumpiendo la financiación del sector privado. Con la quiebra del sistema bancario no pagan sólo los accionistas, empleados y depositantes de las entidades ineficientes, sino también los de todas las demás entidades bancarias y últimamente de otras empresas de la economía".
Y prosigue, "el debate interesante que va a suscitar esta crisis, el debate de cuya resolución dependerá la magnitud de las nuevas crisis en el futuro, no reside en el sistema regulatorio al que tanta atención se le está prestando en la actualidad. El debate crucial es cuál debe ser la política monetaria óptima que ha de seguir un Banco Central. En este debate, estoy convencido (de) que se recuperarán alguna de las ideas que defendía Hayek en sus disputas con Keynes y sus seguidores en el periodo de entreguerras. En particular, la idea según la cual una política monetaria dirigida únicamente a controlar la inflación no será capaz de estabilizar el ciclo económico. Para conseguir suavizar las oscilaciones económicas e impedir que desemboquen en crisis agudas es imprescindible que el Banco Central controle la evolución del crédito, aunque ello exija a veces la coexistencia de tipos de interés elevados y ¡bajos o muy bajos ritmos de inflación!".
Por cierto, hace cuatro años me consta que la Conferencia Episcopal Española se planteó un pronunciamiento moral bastante concreto y crítico con los procesos de globalización económica y sus efectos más inhumanos (sociales, culturales y hasta religiosos). Había un capítulo referido a la situación española y al crecimiento con pies de barro que en ella se desarrollaba en pleno periodo de “esto es Jauja”. En suma, había ganas de “hablar moralmente a tiempo y a destiempo”. Supongo que al final pareció inoportuno, quizá inmoderado, “izquierdosillo” que se suele decir con afecto no exento de desdén, impropio de una Iglesia que tenía otras prioridades morales que denunciar…Y, en fin, que no hubo nada. Demasiada “gente” (léase Obispos) se asustaba ante una visión “tan crítica” de los procesos sociales.
Me gusta que nos pensemos a partir de esta estrategia (in)moral: “Yo no entiendo, yo no puedo, yo no tengo la culpa…”. Nunca es tarde, pero ya no es lo mismo… Llegada la crisis, es lógico que prime la preocupación por las personas y grupos humanos más afectados. Su análisis está por todos lados. Entonces, hace cuatro o cinco años, era más atrevido y necesario. Con Dios.