SOMOS EN FAMILIA









01. UNA FAMILIA IDEALIZADA.
Dentro de las fiestas de Navidad celebramos hoy la fiesta de la familia de Jesús, la Sagrada familia.
A la mayoría de los creyentes (y también no creyentes) la palabra “familia” nos sugiere la idea de un remanso de paz, un lugar-comunidad idealizada de color de rosa. Sin embargo no es la experiencia más común de la vida familiar.
La educación y la misma Iglesia “han internalizado” unas formas ideales de un hogar cálido, acogedor y sin conflictos. Lo mismo pensamos de la familia de Jesús.
La familia así entendida conlleva una gran carga de ideologización. En el fondo pensamos en una familia de clase media alta, más bien intimista, sin problemas de ningún tipo, cerrada en su vida privada.

02. LA REALIDAD ES OTRA.
La realidad de la familia nos habla de una manera muy distinta: en las personas y, por tanto en las familias, hay diferencias, modos de pensar y vivir, hay conflictos y discusiones.
En el matrimonio, en cuanto matrimonio hay divergencias y también como padres, se dan infidelidades de todo tipo, rupturas, abandono de los niños, rivalidades fraternas, crisis afectivas, crisis de crecimiento de los hijos, distintas concepciones de la sexualidad y de la vida en pareja, etc… La adolescencia no es un mal, pero sí una crisis. La crisis de los “diez años” de vida matrimonial no es un mal, pero sí una crisis. La tan estudiada crisis de los “40 años” no es un mal, pero sí una dura etapa de la vida
La fiesta de la Sagrada Familia pretende recordar y recuperar los valores humanos y cristianos de la familia. Pero el camino no es el de pensar con nostalgia en un nido protector, una especie de “eterna incubadora”, sino más bien el camino de la familia, como el personal y como la vida misma es el de un largo y difícil aprendizaje del amor en medio de los conflictos. No creo que sea exagerado decir que toda familia crece resolviendo conflictos pequeños o grandes.
Ello supone un saber asumir al “otro” y discutir-dialogar con el “otro”. Supone también saber respetar las identidades, diferencias y opciones.
Construir una familia no es tarea sencilla es vivir y crecer amablemente en medio de pequeños o grandes conflictos.
La familia no es una cuestión fácil.

03. NUESTRA FAMILIA

Ojalá hayamos tenido la gran suerte de nacer y crecer en una familia sana y hayamos podido abrirnos a la vida no digo desde una infancia feliz, pero sí en una familia de una experiencia confiada en el amor incondicional de los nuestros.
Pero aunque hayamos nacido y crecido en una familia acogedora y amable, siempre quedan carencias, recuerdos dolorosos, “asignaturas pendientes”, encontronazos y algunas situaciones traumáticas quedan para siempre.
Desde la Encarnación familiar de Jesús, que asume nuestra condición humana, por tanto también familiar, hemos de intentar un proceso de reconciliación con nuestro pasado, asumir, dejar de lado, olvidar muchas cosas forman parte también de la vida familiar.

04. NO HAY LIBERTAD ADULTA SIN RUPTURAS FAMILIARES.
No se llega a una libertad adulta, no llegamos a ser personas adultas sin rupturas familiares.

No siempre las rupturas son negativas. Hay veces que hay que cortar el cordón umbilical y dejará el hombre a su padre y a su madre y correrá los caminos personales de la vida, del matrimonio u otras opciones vocacionales, de estudios, opciones culturales, políticas, etc.

Otras rupturas pueden ser más traumáticas, pero también estas hay que saber asumir: rupturas o “llegada a punto muerto” matrimoniales; enfrentamientos por diferencias de tipo religioso, político, por cuestiones económicas.
Asumir las rupturas es crecer en libertad personal y familiar.

CONCLUSIÓN
Ser niño no es vivir siempre la mañana del día de Reyes, ni el matrimonio es el día festivo de la boda. La familia tiene un principio de realidad, que es la diversidad humana, la libertad vivida comunitariamente en respeto y amor, lo cual nos abre a todos hacia el futuro.


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