"¿Y si cambiáramos la prepotencia por la humildad, las armas por la paz, el racismo por la igualdad?" Ni en carro de combate ni con aranceles, Jesús entra humildemente en Jerusalén

Con el domingo de Ramos comenzamos la Semana Santa.
La escucha de la entrada de Jesús en Jerusalén y de la Pasión y muerte del Señor son ya homilía suficiente.
Nada más que un subrayado a la Palabra.
La vida y la historia van cambiando y podríamos decir que en cada momento la Semana Santa adquiere características y matices diversos. Quizás en estos momentos llama fuertemente la atención el contraste de la entrada de Jesús en Jerusalén con el prepotente contexto político y bélico que estamos viviendo.
Jesús entra humildemente en Jerusalén. Humildad es una palabra que proviene del latín: humus, que significa tierra donde nace y crece vida, el barro del Génesis de donde brota la vida. Los seres humanos somos poco más que barro…
La humilde entrada de Jesús en un asno choca frontalmente con la actitud de líderes políticos y parte de los pueblos que se muestran prepotentes con grandezas patrióticas y entran en el templo de la historia en carros de combate, drones, misiles, aranceles y poder.
¿Rearmando Europa se constituirá en una comunidad más fraterna?
¿Y si cambiáramos la prepotencia por la humildad, las armas por la paz, el racismo por la igualdad?
Soñemos con lo que anunciaba el profeta Isaías:
De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo,
no se adiestrarán para la guerra.
(Isaías 2,2-5)
Lo último que hace Jesús es lo que ha hecho durante toda su vida: perdonar: hoy estarás conmigo en el paraíso.
Es el “hoy” de San Lucas: “Hoy”:
Hoy os ha nacido el salvador, (Lc 2)
Hoy se cumple la Escritura. (Lc 4)
Hoy ha entrado la salvación en tu casa, Zaqueo, (Lc 19).
Hoy estarás conmigo en el paraíso.
Hoy, no mañana, “hoy”, estamos ya perdonados y salvados.
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