Evangelio Vivo
Evangelio de San Lucas 10, 1-12.17-20
| Comentado por el P. Patxi Loidi.
Hoy, domingo 7 de julio, 14º TO,
Leemos el evangelio de San Lucas 10, 1-12.17-20
1 Después de esto, designó el Señor a otros setenta y dos y los envió por delante, de dos en dos, a todas las ciudades y sitios adonde él había de ir. 2 Y les dijo: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. 3 Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. 4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino. 5 En la casa en que entréis, decid primero: `Paz a esta casa.' 6 Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. 7 Permaneced en la misma casa, comed y bebed lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. 8 En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; 9 curad los enfermos que haya en ella, y decidles: `El Reino de Dios está cerca de vosotros.' 10 En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: 11 `Sacudimos sobre vosotros hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies. Sabed, de todas formas, que el Reino de Dios está cerca.' 12 Os digo que en aquel Día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad.17 Regresaron los setenta y dos, y dijeron alegres: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.» 18 Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.19 Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño; 20 pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos.»
PALABRA DEL SEÑOR
COMENTARIO
Amigas y amigos: Las alegrías del Señor, están en relatos como el de hoy. Alegría misioneras sin ir a tierras alejadas; la paz y el reino que crecen y que se expande demonios que se queman las alas y caen sin remedio…Y los nombres de esta gente activa, escritos en el cielo. Pero hoy también hay alegrías como aquellas, en gentes que repite con nuevas formas el mismo mensaje. Que Jesús nos empuje a proseguir su obra.
Saludos, amigas y amigos de Evangelio Vivo. ¿Quiénes son las 72 personas que envía el Señor a misionar? Un poco antes, este evangelio nos cuenta que el Señor envió a los apóstoles. Estas 72 eran, pues, discípulas y discípulos, que no pertenecían al grupo de las personas más cercanas. Había en Palestina, después de la Resurrección de Jesús, grupos itinerantes, que iban de pueblo en pueblo animando la fe de la gente y ayudando a la gente empobrecida. Se quedaban días en los pueblos. Este pasaje puede referirse a esos grupos. Por lo tanto, puede aplicarse a las personas laicas actuales, aunque no sean itinerantes, ya que todas las bautizadas hemos recibido el don de la misión; todas somos enviadas y embajadoras de Jesús. “En marcha”, nos dice el Señor.
Jesús sabe que nos envía como corderos entre lobos: vamos a encontrar oposición, porque en el mundo hay pecado, no solo personal, sino también estructural. Él fue el primero que la sufrió. Después, miles, millones han sufrido dificultades por Jesús. Es incontable el número de mártires por la fe; también por la justicia, sobre todo en tiempos recientes. Estas personas han contribuido mucho a mejorar la justicia social.
El Señor pide a este grupo de 72 una vida austera, incluso pobre. Han de misionar con pocos medios. ¿Para qué? Para ser libres; y para que quede claro que la obra es de Dios. No quiere miseria y necesidad para nadie; pero sí quiere lo que podemos llamar una pobreza digna y solidaria; una vida sin lujos, de pocos gastos, compartida con la gente de escasos recursos. Así ha sido durante siglos, hasta que hemos visto nacer en nuestros días misiones de alto nivel económico.
Los agentes de Jesús han de visitar a personas enfermas y dolientes; y no han de andar de casa en casa para evitar chismes. Pero el evangelio destaca en su hacer dos puntos:
llevar la paz y anunciar el Reino de Dios. Se trata de la paz de Dios, que es obra de la justicia y la conversión; y de la sociedad nueva que anuncia Jesús, levantada igualmente sobre la paz, la justicia y la fe. ¿Hoy cuántas personas servidoras de la Palabra, laicas y sacerdotes, predican sobre Jesús y el Reino de Dios? Probablemente hablar del Reino de Dios resulta más peligroso que hablar del culto, la santidad personal y las virtudes. ¿No hay en ello una desviación del evangelio?
Hagámonos algunas preguntas. ¿Cuánto trabajamos por la fe y la justicia? ¿De qué hablamos en las homilías, catequesis y otras actividades misioneras? ¿Es Jesús el centro de nuestras enseñanzas? ¿Lo es el evangelio? ¿Dónde queda la justicia y el Reino de Dios? Hablar del Reino de Dios es hablar de los problemas sociales, que también entran dentro de la misión de la Iglesia y de los cristianos, sobre todo de los laicos, una vertiente fundamental de la misión, como insiste la Iglesia. ¿Qué estamos haciendo de ti y de tu evangelio, Jesús?
PLEGARIAS
El gran pecado
¡Cuántos pueblos, Jesús, son tierras de misión!
Muchos bautizos y bautizadores;
pocos brazos metidos en tu mies.
Kilómetros de campos en barbecho;
azadas y azadones enroñándose.
Más misioneros en hermosos templos
que en tierras de cultivo y labrantío.
Mucho ardor de progresos económicos,
poco fuego de avances misioneros.
Y ¿cauces de reparto equitativo?
Más santidades por cumplir obligaciones
que por luchar por la justicia.
Más canciones que música interior.
Y yo, sentado,
envuelto en mucho ruido y pocas nueces.
Necesitamos un pinchazo tuyo,
que nos levante con tu sacudida
de la vil postración en que yacemos,
con el cuerpo cansado, el bautismo olvidado,
la gente de vida indigna abandonada…
Sacúdenos con tu evangelio vivo,
Y sácanos del gran pecado
de no hacer nada, nada….
El regreso
Y cuando regresaron
tú sentiste el calor de la victoria:
“He visto a Satanás caer del cielo como un rayo”.
Volvieron muy felices porque habían ido.
Ellos habían ido.
Y yo, ¿podré tener esa alegría?
Pues llévame, Señor, a donde quieras.
Prepárame con tu gimnasia alegre,
que tengo la costumbre de echarme en el sillón.
Y marcharé contigo.
Y volveré explotando de alegría.
Me contarás que viste a Satanás precipitándose al abismo.
Pero me mostrarás cuál debe ser mi máxima alegría:
Mi nombre escrito en el registro de los cielos.