Aprovecharse del cargo
Hay políticos que nunca se han dedicado a otra cosa que a la política. O sea, su único trabajo, su única fuente de ingresos, ha sido siempre tener un cargo político. No está mal, sobre todo si no lo hacen mal, pero seguramente estaría mejor si además hubieran demostrado su valía en otra tarea profesional. Porque si sólo sirven para ocupar puestos de mando o de representación, seguramente no valen gran cosa.
En todos los estamentos o grupos hay personas que sólo sirven para “sus presidencias” y para que otros les hagan el trabajo. Los hay que ponen su firma en discursos que les hacen otros, que se atribuyen las ideas que otros les sugieren. Sin duda, denota inteligencia el político o responsable que sabe rodearse de buenos colaboradores. Pero los hay que sólo sirven para figurar, sean cuáles sean sus colaboradores. Peor aún, cuando sólo sirven para figurar, suelen rodearse de colaboradores mediocres para que no les hagan sombra; o de colaboradores ambiciosos, que les alagan, para ser ellos los que de verdad mandan, escudándose en el jefe de turno.
Los cargos están para servir. En realidad no son honores, sino encargos que uno recibe para mejor servir a los demás. Esta es la línea de Jesús: entre vosotros, el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Un término corriente, en el mundo político y eclesiástico, es el de ministro, que designa al miembro de un gobierno o a un prelado. Es bueno recordar que ministro viene del latín “minister”, que significa: sirviente o criado. Su opuesto sería “magister”, término que indica el nivel más alto de un estamento.
Si alguien llega al puesto de “ministro” no debería olvidar la etimología de la palabra para que no se le suba el cargo a la cabeza y olvide que lo suyo es el servicio. Los cargos son buenos, incluso necesarios. Cuando uno se aprovecha de ellos es un corrupto. Pero si hace del cargo un servicio, se dignifica él y dignifica al cargo.