Rosario para ganar el mundial de futbol
Croacia jugará el domingo contra Francia la final de la copa del mundo de fútbol. El entrenador de Croacia, fervoroso católico, durante los partidos de este campeonato, toca el rosario que lleva en el bolsillo cada vez que percibe que su equipo lo pasa mal sobre el terreno de juego. ¿Ayudará este toque de rosario a ganar el partido final contra Francia?
Tanto en Croacia como en Francia es seguro que hay buenos católicos aficionados al fútbol. ¿Qué eficacia tiene la oración en el caso de que unos y otros se pongan a pedir a Dios que gane su equipo? Sólo puede ganar uno. ¿Tomará Dios partido por alguno de los dos contendientes? ¿Y cómo saber qué partido toma Dios?
Este tipo de planteamientos y de preguntas no tienen sentido, ni humana ni religiosamente. Rezar o tocar el rosario, con el fin de que un equipo gane un partido de futbol, es convertir el rosario en un talismán, o sea, un objeto que no tiene ningún efecto real, pero al que se le atribuye el poder mágico de dar salud o fuerza a quién lo lleva. Un amuleto puede tranquilizar a quién lo toca, calmarle los nervios, en virtud de una impresión psicológica subjetiva. El rosario se convierte así es una especie de efecto placebo, que carece de todo poder orante real, pero produce en el sujeto una sensación placentera o tranquilizante.
La oración es otra cosa. No consiste en pedir a Dios que se cumplan nuestros caprichos, ni siquiera que se cumplan nuestros deseos, aunque es lógico que, ante una verdadera necesidad, el orante pida que se cumplan sus deseos. Pero siempre lo hace subordinando sus deseos a la voluntad de Dios, convencido de que la voluntad de Dios es lo mejor que le puede ocurrir a su vida, porque Dios siempre quiere nuestro bien.
Puestos a rezar por mi equipo favorito, lo que hay que pedir es que ningún jugador se comporte de forma violenta o antideportiva, que los aficionados se respeten y disfruten del buen juego, que sepan aceptar con dignidad el resultado. Lo que Dios quiere no es que gane uno u otro equipo, sino que todos nos comportemos como hermanos y sepamos reírnos de las cosas secundarias, para concentrar nuestras fuerzas en las principales. Y la principal es que todos estemos bien, que nos queramos bien, que busquemos el bien ajeno y el propio.