Servir a Dios

Servir a Dios es una de las fórmulas más utilizadas para invitar a una vocación de mayor entrega o para aceptarla. El problema está en que no vemos a Dios y que, por ello, el servicio a Dios se realiza a través de mediaciones. La ayudante que acompaña a un pastor en sus predicaciones sobre la Palabra de Dios, puede pensar con rectitud subjetiva que está prestando un servicio a Dios; pero, en la práctica, puede estar sosteniendo a un pastor poco cristiano y facilitando su enriquecimiento. Las religiosas que se ponen –probablemente por obediencia- al servicio de un cardenal emérito que no ha sido modelo de vida cristiana, dirán que se dedican al servicio de Dios.

En el catolicismo, cualquier trabajo que se realice en torno a los presbíteros, los religiosos y las religiosas, se tiñe fácilmente del color del servicio a Dios. El mismo peligro se da en otras versiones cristianas con todo lo que de alguna manera se relacione con el pastor.

En cambio ocurre que raramente –al menos hasta ahora- se habla del matrimonio como servicio de Dios; raramente optan dos personas por casarse para servir mejor al Señor; y no sé si suele llamarse servicio de Dios a una tarea tan sacrificada y maravillosa como la educación de los hijos. ¿Acaso será que Dios está más presente en la sacristía que en el tálamo nupcial?

No faltan personas que acusan de que, con semejantes consideraciones, lo que hacemos es provocar la disminución de las vocaciones. En esta acusación hay por lo menos dos puntos que merecen un comentario. El primero es que, en esa frase y otras parecidas, se entiende por vocación únicamente las del presbiterado y la vida religiosa, a las que modernamente se añaden otras vocaciones de perfección y consagración. Es una forma de hablar que se debe cambiar urgentemente, para bien del laicado y de toda la Iglesia, máxime tomando en consideración el segundo comentario, que es el siguiente: que no pocos aspirantes, sobre todo masculinos, buscan alguna de tales vocaciones por superioridad social o espiritual o por ambas superioridades: ser más respetados; recibir mayor consideración social; incluso ser más santos, que no deja de ser una forma de egocentrismo, aunque sea espiritual y religioso, y aunque la hayan practicado algunas santas y santos canonizados. Mucho uso han hecho los buscadores de vocaciones de esa supuesta superioridad espiritual, incluso social, que posiblemente ha dado buenas cosechas vocacionales. Pero también ha servido para dejar en segundo plano la vocación laical, que lleva incluido algo tan importante como el matrimonio y la familia, más el trabajo en el mundo y el compromiso de su transformación según los valores del evangelio. En todo ese conjunto, está claro en dónde se coloca eso que llamamos servicio de Dios.

Sin embargo, la expresión servir a Dios puede ser una buena fórmula, si la purificamos de sus adherencias y de las prácticas adulteradas aludidas más arriba. Aún así, uno ha de ser consciente de que, en el mejor de los casos, el servicio de Dios lo realizamos en esta vida con mediaciones. Y que, por lo tanto, hemos de mirar mucho a la mediación; y no saltarla con la oración, el ofrecimiento del servicio mismo, el esfuerzo por realizarlo del mejor modo posible, probablemente con más de un sacrificio y disgusto. Subjetivamente, estoy sirviendo con fervor a esta obra de la Iglesia o a esta persona eclesial. Pero ni la obra ni la persona ni la institución a la que pertenezco es Dios. ¿Puedo saltarme sin ningún análisis esa mediación, en beneficio de mis actitudes subjetivas? Y ¿puedo dejar de llamar servicio de Dios a la vida, actividades y obras montadas en torno a una o varias familias y al compromiso laboral de transformar el mundo del trabajo, cada vez más arruinado, por la dominación de una minoría mundial?

Estaría bien que pensáramos en cambiar nuestro lenguaje, y con él, nuestra mentalidad, para dar otra significación distinta a palabras como consagración, entrega total, deseos de ser santa, servir a Dios…

Y ¿nunca podremos librarnos de las mediaciones? Pero sí que es posible que algunas mediaciones, que no dan tanta consideración social ni tanta ‘santidad’, tengan menos peligros de mancharnos y, por ello, más posibilidades de acercarnos al verdadero servicio de Dios. Cualquiera puede analizar su vid, Con todo, tampoco estaría de sobra escribir algunas reflexiones, por sencillas que sean.


Patxi Loidi, 10 de mayo de 2018, Día de la Madre en El Salvador.
francisco.loidi@gmail.com
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