La Tradición progresa

La tradición progresa y crece en la Iglesia, precisamente porque tradición no es repetición. Si fuera repetición no habría ningún progreso ni crecimiento, ni habría necesidad de Magisterio. El Magisterio es uno de los factores de crecimiento de la tradición. Más aún, es el intérprete auténtico de la tradición. El Magisterio vivo, naturalmente. El Magisterio actual es el criterio para interpretar el Magisterio del pasado, y no a la inversa. Porque el actual tiene en cuenta las nuevas situaciones y circunstancias, las nuevas necesidades y problemas, las nuevas sensibilidades y un mejor conocimiento de la exégesis, de la historia, de la antropología y psicología humanas. Por eso, puede afinar mejor determinadas lecturas y aplicaciones del depósito de la fe que en otro tiempo no tuvieron en cuenta esos conocimientos.


Un ejemplo. Algunos repiten que la exhortación Amoris Laetitia debe interpretarse a la luz de la Familiaris Consortio. En realidad, ambos documentos son complementarios. Pero los que afirman que el criterio es la Familiaris Consortio lo que pretenden, en realidad, es descalificar a la Amoris Laetitia. No se puede descalificar un documento del Magisterio actual en nombre del magisterio del pasado. Si eso fuera posible también habría que descalificar la Sollicitudo rei socialis de Juan Pablo II en nombre de la Rerum novarum de León XIII. En efecto, la Rerum Novarum afirma sin vacilar que la propiedad privada es un derecho intangible. “El principio de la propiedad privada es inviolable”, dice esta encíclica, puesto que “el derecho de poseer bienes en privado no ha sido dado por la ley, sino por la naturaleza”. Juan Pablo II se sitúa en otro registro, no porque niegue el derecho a la propiedad privada, sino porque niega que ella tenga la primacía y, por tanto, sea el criterio último e inviolable, ya que sobre ella “grava una hipoteca social”.


Por cierto, los que criticaron a Francisco por haber escrito que “el principio de la subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes y, por tanto, el derecho universal a su uso es una ‘regla de oro’ del comportamiento social y el ‘primer principio de todo el ordenamiento ético social’. La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada”; los que criticaron este texto, digo, no sé si eran conscientes de que su crítica alcanzaba directamente a Juan Pablo II.


La fidelidad no es repetitiva, sino creativa. La repetición suele ser, en la mayoría de los casos, la mayor de las infidelidades. Pues el Evangelio es una realidad hecha continuamente presente gracias al Espíritu Santo. Por tanto, debe ser dicha siempre de nuevo y traducida históricamente en correspondencia con las cambiantes situaciones históricas. Por eso, la historia del dogma (y con más razón la historia de la doctrina) se caracteriza tanto por la continuidad como por la discontinuidad.

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