60 años de la "Lumen Gentium"
La constitución Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II, fue promulgada el 21 de noviembre de 1964. Van a cumplirse 60 años de este importante texto dedicado a la Iglesia.
La Lumen Gentium quiso responder a una pregunta de Pablo VI: “Iglesia, ¿qué dices de ti misma?”. Quizás hoy habría que ampliar la pregunta: Iglesia, ¿qué tienes que decir a las personas de nuestro tiempo?
| Martín Gelabert
La constitución Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II, fue promulgada el 21 de noviembre de 1964. Van a cumplirse 60 años de este importante texto dedicado a la Iglesia. Ahora bien, las palabras con las que comienza el texto y le dan título no se refieren a la Iglesia, sino a Cristo: “Cristo es la luz de los pueblos”. La Iglesia es el sacramento de Cristo. Esta fue la primera originalidad de la constitución conciliar, considerar a la Iglesia como sacramento, o sea, como signo (porque señala) e instrumento (porque realiza) de dos unidades: la unión de los hombres con Dios y la unidad de todo el género humano. Al unirnos con Cristo, nos unimos con los hermanos. La Iglesia señala y, en cierto modo, anticipa (por eso es instrumento) la voluntad de Dios sobre toda la humanidad, a saber, que todos vivamos como auténticos hermanos y hermanas, que se acogen, se quieren, se respetan, se reconocen, se ayudan.
Si preguntamos: ¿Quién es este sacramento-Iglesia? La respuesta es: el pueblo de Dios, todos los bautizados. Es muy importante que la constitución anteponga el tema del pueblo de Dios (cap. II) al de la jerarquía (cap. III). El bautismo nos hace miembros de la Iglesia, y esto es más importante que todas las distinciones posteriores, aunque también sean necesarias. Pero la necesidad del ministerio es una necesidad de servicio, mientras que la necesidad del bautismo es de dignidad y de unión con Cristo. Toda la Iglesia, todos los bautizados, forman el pueblo de Dios, el único pueblo de seguidores de Cristo. En este pueblo hay diferentes carismas, ministerios y estilos de vida, pero todos colaboran a su crecimiento y desarrollo.
Igual de importante fue anteponer la llamada universal a la santidad (cap. V) al tema de la vida consagrada (cap. VI). Durante muchos siglos la santidad parecía reservada a quienes optaban por un determinado género de vida (la religiosa) y no a todo el pueblo de Dios. El matrimonio, la vida secular, parecía incluso un impedimento para la santidad. El Vaticano II dejo claro que todos estamos llamados a la misma santidad y a la perfección de la caridad. Y que el matrimonio es tan santo como cualquier otro estado de vida. El acto matrimonial es un sacramento. Y lo que hacen los esposos es santísimo y castísimo. Pues la castidad no es ausencia de sexualidad, sino vivencia de la sexualidad en el amor.
Otro asunto importante que dejó claro la constitución fue situar a María dentro de todo el pueblo de Dios, mostrando su unión con la Iglesia, de la que ella es miembro. Se trata de recuperar a la madre del Señor como próxima, como hermana y, por eso, se habla de ella como “peregrina de la fe”. Y se la presenta como modelo de vida cristiana en la fe y en el amor.
La Lumen Gentium quiso responder a una pregunta de Pablo VI: “Iglesia, ¿qué dices de ti misma?”. Quizás hoy habría que ampliar la pregunta: Iglesia, ¿qué tienes que decir a las personas de nuestro tiempo?, ¿cómo ser un vivo testimonio de verdad y libertad, de paz y de justicia, para que todos los humanos se animen con una nueva esperanza?