En contra del martirio y a favor de los mártires

De entrada estoy en contra del martirio, al menos tal como suele entenderse. Decir que estoy en contra del martirio es lo mismo que decir que estoy en contra de todo asesinato y, por tanto, de cualquier asesinato cometido por motivos supuestamente religiosos. Eso sí, estoy a favor de los mártires.


El martirio por Cristo es una prueba de fidelidad. Por eso, la Iglesia siempre ha tenido en tan alta estima a los mártires. Pero también en la vida ordinaria es posible ser fiel a Cristo. La fidelidad no se manifiesta necesariamente en acontecimientos heroicos o extraordinarios, sino en el día a día, en lo cotidiano y habitual. Esta fidelidad en la vida de cada día solo es posible desde una fe convencida y madura.


El martirio no hay que buscarlo. En todo caso, es una triste realidad con la que uno se encuentra. Los mártires nos recuerdan que la vida cristiana es un elemento crítico que contrasta en ocasiones con el mundo, hasta el punto de provocar el enfrentamiento, no buscado por los mártires, pero sí padecido. El mártir es un testigo de la fe, de una fe en la que ya no tienen importancia para la propia vida las consecuencias que puedan derivarse de su testimonio.


Ahora bien, si los mártires merecen todo honor y toda gloria, los cristianos debemos estar en contra de todo asesinato y, por tanto, del martirio en cuanto asesinato. Nosotros estamos a favor de la paz y del entendimiento entre las personas y los pueblos. Recordar a los mártires es un motivo para reafirmar nuestro compromiso por la paz y el buen entendimiento entre las gentes. Las diferencias, los desacuerdos, las oposiciones, se resuelven con diálogo, sabiendo ceder. Y, en todo caso, alejándose del que nos quiere mal, no provocándole para que nos mate y, mucho menos, matándolo nosotros.


Puestos a buscar martirios, lo mejor es recordar que “martirio es el dolor de cada día” si en Cristo y por amor es aceptado, tal como dice un himno de la liturgia de las horas. Y martirio es el testimonio que cada día debemos dar como cristianos, con nuestras palabras y nuestras obras.

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