¿Qué pan pedimos en el padrenuestro?
La respuesta más habitual a la pregunta que encabeza este artículo es: el pan de cada día, o sea, lo necesario para vivir. No pedimos la opulencia o la riqueza, sino lo que de verdad necesitamos. Este lectura es legítima y con toda seguridad hay que incluirla en la petición de la oración que Jesús enseñó.
Ahora bien, este “pan de cada día” podría tener otro sentido. Los exégetas reconocen que es la traducción de un término difícil, que tiene un sentido de presente, pero también un sentido de futuro (y entonces habría que traducirlo como el pan del mañana, el pan del futuro). De hecho, esta expresión, tal como la han interpretado los primeros escritores cristianos, podría referirse al pan de la Eucaristía (el verdadero pan escatológico), de modo que una posible traducción sería: el pan de la vida eterna, anticípanoslo hoy. Este pan de la vida eterna se anticipa en la eucaristía, en donde recibimos la prenda de la gloria futura.
San Jerónimo traduce la misteriosa palabra (“epioúsios”) por “supersubstantialis”. Este pan super sustancial, esta sustancia nueva, superior, Jerónimo interpreta que se nos da en el Santísimo Sacramento, verdadero pan de vida: “éste es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera” (Jn 6,50); “vuestros padres comieron el maná en el desierto” (Jn 6,31) y seguían teniendo hambre, y murieron (como nosotros). El pan material no sacia, ni llena el corazón, ni asegura la alegría. “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día” (Jn 6,54).
En esta petición del padrenuestro quedan ligadas nuestras propias necesidades con las necesidades de los hermanos (por eso pedimos “nuestro” pan y no mi pan), pero al mismo tiempo este pan (sobre todo cuando es compartido) nos hace anhelar este banquete celeste, en donde no habrá ya más necesidad, pues rebosaremos de todo bien. Esta mesa celestial se anticipa en el banquete de la eucaristía, y se nos anuncia y promete en el pan de la palabra de Dios.