"Intercesor de nosotros, en Él tenemos vida" En Cristo, una nueva y eterna alianza
"La alianza con Dios ya no se rompe a causa de la fragilidad humana, porque Cristo es la garantía de la alianza. Él es el Intercesor de nosotros, frágiles y pecadores"
"Cristo nuestro Señor, pasando por el sufrimiento y llegando a la perfección, se ha convertido para nosotros en causa de salvación, para cuantos siguen como sus ovejas la voz de su Pastor"
"Nuestra fe debe encaminarse siempre en una obediencia de escuchar la voz de nuestro Señor Jesucristo, como ya lo dice el Padre en el monte de la transfiguración: este es mi hijo amado, Escúchelo"
"Pero, no se obedece si no se escucha y si no se cree… La pregunta es: ¿como es nuestra voluntad?"
"Nuestra fe debe encaminarse siempre en una obediencia de escuchar la voz de nuestro Señor Jesucristo, como ya lo dice el Padre en el monte de la transfiguración: este es mi hijo amado, Escúchelo"
"Pero, no se obedece si no se escucha y si no se cree… La pregunta es: ¿como es nuestra voluntad?"
La alianza con Dios ya no se rompe a causa de la fragilidad humana, porque Cristo es la garantía de la alianza.
Él es el Intercesor de nosotros, frágiles y pecadores.
Bien lo recuerda el Evangelista Juan en este 5º Domingo de Cuaresma: el príncipe de este mundo va a ser arrojado fuera.
Cristo nuestro Señor, pasando por el sufrimiento y llegando a la perfección, se ha convertido para nosotros en causa de salvación, para cuantos siguen como sus ovejas la voz de su Pastor. Así nos recuerda en este domingo la carta a los Hebreos.
Es la voz de Cristo la que hay que seguir, porque Su voz es la misma voz del Padre.
En esta obediencia de Jesucristo, ciertamente el viene a reinar, pero con su obediencia permite que la Voluntad de Dios sea posible y plena, a través del Hijo, quien lleva a la perfección todo para que el Padre Reine; y como dice la oración del Padre Nuestro: venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en el cielo como en la tierra…
Nuestra fe debe encaminarse siempre en una obediencia de escuchar la voz de nuestro Señor Jesucristo, como ya lo dice el Padre en el monte de la transfiguración: este es mi hijo amado, Escúchelo.
No se obedece si no se escucha y si no se cree.
La pregunta es: ¿como es nuestra voluntad?
Luego nuestras voluntades son rebeldes porque no escuchamos la voz de Jesucristo que nos habla, sea en las Escrituras como en los acontecimientos diarios.
¿Cómo vamos siendo dóciles a ese querer de Dios, con la disponibilidad de renunciar a nuestras muchas rebeldías para confiarnos a Dios?
Luego somos muy testarudos, queremos que las cosas sucedan conforme a lo que nosotros creemos que debe de ser, y muchas veces nos damos cuenta de que no es así, y tropezamos una y otra vez. Porque nos falta escuchar esa palabra y esa luz que nos ilumina y guía, que es la palabra y la luz de Jesucristo.
En el evangelio de este domingo, Juan nos recuerda: de entre los que estaban ahí presentes y oyeron la voz, unos decían que había sido un trueno; otros que les había hablado un ángel. Pero Jesús les dijo: esa voz no ha venido por mí sino por ustedes.
La alianza se rompe desde los primeros padres Adán y Eva por un tema de desobediencia. Las alianzas posteriores hasta antes de Jesucristo se rompen por desobediencia al plan de Dios.
El único que garantiza esa alianza, por su obediencia, es Jesucristo.
Por eso la importancia de escuchar siempre la voz del buen pastor para caminar en fidelidad al proyecto del Padre y podamos salvarnos.
Hay que renunciar, por lo tanto, a nosotros mismos y ser capaces de morir para dar fruto.
Entender que como el grano de trigo al morir, sigue dando cauce a la vida. Lo importante es que sigamos teniendo vida. Esa es la razón funda negral por la qué hay que renunciar a nosotros mismos, porque lo más importante es la vida que quiere manifestarse con nuestra renuncia y haciéndolo todo en servicio.
Hay que servir, facilitando todo lo que hace crecer para que se tenga vida, al estilo de Jesús.
Ese servicio desde el ejemplo de Jesús, nos invita a morir a nosotros mismos, renunciar a pretender ser reconocidos, alabados por los otros, que era lo que buscaban fariseos y escribas. Y es lo que muchos de nosotros buscamos muchas veces, nos gana la vanidad de diferentes maneras. Y a eso estamos muchas veces esclavizados, nos falta renunciar para encontrar esa verdadera libertad y vida plena.
La sangre y el agua necesitan que se facilite su cauce para que se tenga la vida que llevan y transmiten, porque si cerramos el cauce al agua y a la sangre, sabemos que se estanca y se puede echar a perder, mientras corra el agua y la sangre, en su cauce, van dando vida. Es nuestra tarea que esa agua y esa sangre, transiten limpias para que puedan dar siempre la mejor vida.
Si el agua y la sangre se contaminan en su cauce, simplemente se arriesga la vida.
Por eso en Jesucristo corre una sangre y una agua siempre limpia y por eso en él tenemos vida, como bien vemos cuando le atraviesan la lanza en su costado para ver si estaba muerto, y si estaba muerto dando vida con la sangre y agua que brotan de su costado: la vida sigue corriendo en Jesús, y más, al resucitar.