¿Seremos capaces de dar marcha atrás? Ideología de género y protección de la mujer
No se debe legislar, como se ha hecho, desde el dogmatismo más radical, ni desde el sectarismo o el enfrentamiento. Sólo ayuda a viciar las soluciones.
La deseada igualdad real sólo avanzará desde la racionalidad, desde un cierto sentido común, desde la escucha y colaboración mutuas
No se puede compartir ‘el señalamiento del discrepante’. Son posibles y respetables valoraciones, convicciones, visiones y sensibilidades diferentes.
Espectáculos como los protagonizados, a propósito de la Ley del sí es sí y la Ley trans, son ejemplos claros de la impericia del Legislador, de lo que son leyes ideológicas y de la verdadera irresponsabilidad de quienes impulsaron su promulgación, incluso al más alto nivel.
La solución, me parece, no reside en la simplificación del problema, en la reducción del mismo ‘a un machismo congénito y universal’. Así no deberíamos seguir.
Todo ese mundo pletórico de contradicciones, de preguntas, de huidas en falso, de claudicaciones, de condicionamientos de la propia libertad individual, de sufrimientos personales y familiares gira en torno a una gran cuestión, la ideología de género
Se ha sembrado la confusión. Aceptamos correr el riesgo de dar pasos hacia atrás. “La remoción de la diferencia, en efecto, es el problema, no la solución” (Ibidem)
No se puede compartir ‘el señalamiento del discrepante’. Son posibles y respetables valoraciones, convicciones, visiones y sensibilidades diferentes.
Espectáculos como los protagonizados, a propósito de la Ley del sí es sí y la Ley trans, son ejemplos claros de la impericia del Legislador, de lo que son leyes ideológicas y de la verdadera irresponsabilidad de quienes impulsaron su promulgación, incluso al más alto nivel.
La solución, me parece, no reside en la simplificación del problema, en la reducción del mismo ‘a un machismo congénito y universal’. Así no deberíamos seguir.
Todo ese mundo pletórico de contradicciones, de preguntas, de huidas en falso, de claudicaciones, de condicionamientos de la propia libertad individual, de sufrimientos personales y familiares gira en torno a una gran cuestión, la ideología de género
Se ha sembrado la confusión. Aceptamos correr el riesgo de dar pasos hacia atrás. “La remoción de la diferencia, en efecto, es el problema, no la solución” (Ibidem)
La solución, me parece, no reside en la simplificación del problema, en la reducción del mismo ‘a un machismo congénito y universal’. Así no deberíamos seguir.
Todo ese mundo pletórico de contradicciones, de preguntas, de huidas en falso, de claudicaciones, de condicionamientos de la propia libertad individual, de sufrimientos personales y familiares gira en torno a una gran cuestión, la ideología de género
Se ha sembrado la confusión. Aceptamos correr el riesgo de dar pasos hacia atrás. “La remoción de la diferencia, en efecto, es el problema, no la solución” (Ibidem)
Se ha sembrado la confusión. Aceptamos correr el riesgo de dar pasos hacia atrás. “La remoción de la diferencia, en efecto, es el problema, no la solución” (Ibidem)
Acabamos de celebrar el Día de la Mujer. Tuvo lugar, felizmente, con ausencia de episodios violentos. No obstante, sí volvió a aparecer la división del feminismo y sí siguen pendientes muchos de los problemas reales que todavía afectan a las mujeres. Resta mucho camino por recorrer.
Se ha de partir, al reflexionar sobre algunas lecciones de dicha celebración, de un hecho incontestable: Podemos ya no está en el Gobierno Sánchez ni Irene Montero es la responsable de las políticas de igualdad. Ni en esta cuestión, ni tampoco en otras, se debe legislar desde el dogmatismo más radical, ni desde el sectarismo o el enfrentamiento. Hacerlo, como se ha hecho en todas sus dimensiones, significa, sin duda, abrazar e introducir en la convivencia civil un virus de efectos claramente destructivos en las relaciones entre sexos y, por tanto, entre padres e hijos. Usar, como política para superar cualquier problema social, el arma de la polarización sólo perjudica la convivencia civil en general y a quienes pretendidamente se busca favorecer: las mujeres. ¡Vaya logro del sanchismo, de Podemos y de Vox! ¡Vaya conquista del supuesto progresismo!
Me parece acertada esta valoración de ‘El Mundo’ al respecto: “Sus políticas, marcadas por el señalamiento del discrepante, la anulación de la presunción de inocencia y la frivolidad legislativa, fueron enormemente contraproducentes. Más allá del desastre de la ley del sí es sí y de la contestada ley trans -que desprotege a los menores-, ni se ha reducido la cifra de asesinadas por sus parejas o ex parejas, ni se han forjado consensos que impulsen a las mujeres, sino al contrario”.
El camino, en consecuencia, seguido por el sanchismo para afrontar los problemas reales de las mujeres ha sido un tremendo error. El enfrentamiento nunca ha hecho otra cosa que exacerbar los problemas existentes y viciar las soluciones. Es evidente -pero exige un cambio radical de políticas a impulsar- que la deseada igualdad real sólo avanzará desde la racionalidad, desde un cierto sentido común, desde la escucha y colaboración mutuas. ¡Cuándo aprenderemos tan elemental lección!
'Señalamiento del discrepante'
Nadie, con un mínimo sentido común, puede compartir ‘el señalamiento del discrepante’. Aquí, más allá de ciertos valores constitucionales, como, entre otros, la igualdad y su protección efectiva o como el respeto real a los derechos de los demás, no existen dogmas ni verdades apodícticas. Son posibles y respetables valoraciones, convicciones, visiones y sensibilidades diferentes. Quienes, en una sociedad libre, las mantengan, no son, al no secundar el criterio en vigor de lo ‘políticamente correcto’, merecedores del reproche de ‘machistas’, como, con tanta frecuencia, anda de boca en boca. Están de más las sobreactuaciones de responsables políticos y de creadores de opinión que, en la mayoría de los casos, sólo ayudan a crear un ambiente contrario a la escucha debida y a añadir más leña al fuego. Espectáculos como los protagonizados, a propósito de la Ley del sí es sí y la Ley trans, son ejemplos claros de la impericia del Legislador, de lo que son leyes ideológicas y de la verdadera irresponsabilidad de quienes impulsaron su promulgación, incluso al más alto nivel. Sobra tanto ruido como se hace para luego seguir funcionando, por increíble que parezca, con la anulación de la presunción de inocencia (Art. 24. 2 CE). Falta, sin duda, escuchar y dialogar más desde el respeto a los derechos de los demás.
Como ejemplo de lo que no se ha de propiciar, puedo traer a colación las declaraciones de quien hoy es la tercera autoridad del Estado. La nueva norma (La Ley del sí es sí), dijo, permite “avanzar hacia una sociedad más libre e igualitaria que protege más y mejor los derechos de las mujeres (…) Hoy somos un país mejor para todas”. ¡La ignorancia activa (Goethe) a pleno rendimiento! Se quiso someter (Arcadi Espada) la realidad a la ideología y se cosechó un fracaso estrepitoso. Pretendieron hacernos creer que se protegía a las mujeres con la suelta de violadores. ¡Madre mía! Al final, ante semejante entuerto, verdadera traición a las mujeres, el PP hubo de acudir al rescate.
Las reflexiones que he realizado son simples sugerencias que, por supuesto, merece la pena compartir, profundizar y complementar en diversos foros. Sobre todo, en el de la familia. Eso sí, nos interpelan a todos pues, en su marco global, transitan cuestiones de gran calado y complejidad, que afectan al sentido mismo de la vida y que la sociedad española se resiste a abordar. La solución, me parece, no reside en la simplificación del problema, en la reducción del mismo ‘a un machismo congénito y universal’. Eso, que es lo que se hizo por el sanchismo, es tanto como meter la cabeza debajo del ala. Es pura polarización, pura utilización de las mujeres. Es no querer ver la realidad, que siempre es mucho más rica y plural, y enfrentarse con ella. Así no deberíamos seguir.
Pletórico de contradicciones
En cualquier caso, todo ese mundo pletórico de contradicciones, de preguntas, de huidas en falso, de claudicaciones, de condicionamientos de la propia libertad individual, de sufrimientos personales y familiares gira en torno a una gran cuestión, la ideología de género. Su verdadera dimensión real (sus consecuencias) no parece que esté en el dominio de la sociedad española. Tampoco me parece que forme parte del patrimonio de la inmensa mayoría de las familias. Muchas de éstas pueden verse concernidas e implicadas directamente en las personas de los propios hijos. Entonces, aparecerá el llanto y crujir de dientes. Entonces entenderán que fueron cómplices con su voto a los partidos que han impulsado tan ideológicas leyes. Entonces caerán en la cuenta, como ya ha ocurrido en los países pioneros en su seguimiento, de que no hay marcha atrás, que lo hecho es irreversible.
A decir verdad, estamos, a partir de la caída de los grandes relatos que hasta ahora han venido dando sentido a la vida y, muy en concreto, la visión cristiana de la misma, en el vacío posmoderno. Ahora, en el fondo, se está en manos de un “un puñado de empresas de Silicon Valley (sobre todo Google, Twitter y Faceboock)” que “tienen poder suficiente para influir en lo que la mayoría del mundo sabe, piensa y dice, además de un modelo de negocio basado, como se ha dicho con acierto, en encontrar ‘clientes dispuestos a pagar para modificar el comportamiento de otras personas’” (Murray, D., La Masa enfurecida. Como las políticas de identidad llevaron al mundo a la locura, Ed. Península, Barcelona 2020., pág. 12). Ahora se está en manos de fuerzas políticas unidas en la defensa de políticas de identidad, que han llevado al mundo a una cierta locura. En España, el sanchismo y sus apoyos parlamentarios, han abandonado la social democracia, se han abrazado a populismos identitarios, han hecho bandera de la más radical de las polarizaciones y, lo que es más grave, han legislado desde la frivolidad y desprotegido a los menores y a las familias. ¿Seremos capaces de dar marcha atrás?
Ahora estamos ante una ideología que considera que el sexo no es una realidad biológica sino una construcción socio-cultural. A partir de aquí se intenta que los diversos gobiernos la hagan efectiva mediante la educación de los niños y jóvenes. “Hoy a los niños –¡a los niños!–, ha dicho Francisco, en la escuela se les enseña esto: que el sexo cada uno lo puede elegir”. Lo innegable consiste en que “esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer”, como también ha denunciado Francisco. Se ha sembrado la confusión. Aceptamos correr el riesgo de dar pasos hacia atrás. “La remoción de la diferencia, en efecto, es el problema, no la solución”(Ibidem).
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