Las "Memorias" de Castillo, memorias de la Iglesia, la sociedad y la Compañía... Los ritos y el evangelio ("Ni Juan Pablo II, ni Benedicto XVI gobernaron la Iglesia como papas")
"Editado el libro por Desclée De Brouwer, con prólogo de Pedro Miguel Lamet, se lee de un tirón, y se releen sus 34 capítulos, repensándolos, y enterándose de no pocas cosas, y además, y sobre todo, orando…"
"Son 'memorias' de la Iglesia. Y de la sociedad. Y de la Compañía de Jesús, condecorado dos veces -¡y de qué manera¡- con el 'ex' correspondiente"
"¡No dejen de leer este nuevo libro de José María Castillo!. Es un manual documentado de historia y de historias. De testimonios y de vida. Es Evangelio, aunque los cánones, los ritos y las liturgias brillen reverentemente por su ausencia"
"El libro no necesita el 'Nihil Obstat' canónico, dado que lleva implícita la aprobación “franciscana”, la del padre Ellacuría y la de una parte muy notable del pueblo de Dios"
"¡No dejen de leer este nuevo libro de José María Castillo!. Es un manual documentado de historia y de historias. De testimonios y de vida. Es Evangelio, aunque los cánones, los ritos y las liturgias brillen reverentemente por su ausencia"
"El libro no necesita el 'Nihil Obstat' canónico, dado que lleva implícita la aprobación “franciscana”, la del padre Ellacuría y la de una parte muy notable del pueblo de Dios"
Al escribir sus “Memorias: Vida y pensamiento”, José María Castillo “se dejó en el tintero” los nombres de las cabras que formaban el rebaño que, siendo niño, llegó a pastorear por las cercanías ducales de la granadina “cabeza de partido judicial” de La Puebla de Don Fadrique, equipado con el zurrón y otros adminículos facilitados por su abuelo, en tiempos coincidentes con la “Guerra Civil.” Además de la voz evangélica y vocacional del ¡”Sígueme”! que oyó con tanta certeza y discernimiento, por aquellos andurriales, hasta los que podrían haber llegado los ecos lorquianos de los tiros que acabaron con la vida del poeta de “Mariana Pineda”, bordadora de la bandera de la libertad…
Por cierto, y como dato curioso, hay que reseñar por más señas, que La Puebla pertenecía, y pertenece canónicamente a la diócesis de Guadix, en cuya catedral fue ordenado sacerdote José María, a quien su madre, arrodillada, le pidió que su primera bendición personal fuera para ella, dada antes que los besos y abrazos de las exigencias familiares …Y es que lo ritual, aún en las mejores familias y en aquellos, y estos , tiempos, habría de primar sobre lo humano y lo natural…, es decir, lo divino. De la defensa de estas tesis verdadera y nítidamente evangélicas y religiosas, es, y sigue siendo doctor en teología y preclaro evangelizador, el “pastor” José María.
Las “Memorias” –“relación o escrito sobre los recuerdos y acontecimientos de la vida de una persona”, y más con el subtítulo de “de vida y pensamiento”- son términos afincados y mantenidos filosófica y teológicamente por un autor del texto de la categoría, humildad, humanidad y vivencia, como para que podamos y debamos fiarnos de su veracidad, certeza y oportunidad, y más en el atardecer- amanecer de su vida. Editado el libro por “Desclée De Brouwer, con prólogo de Pedro Miguel Lamet, y 280 páginas, se lee de un tirón, y se releen sus 34 capítulos, repensándolos, y enterándose de no pocas cosas, y además, y sobre todo, orando…
Y es que la “vida” y el “pensamiento”, de los que es portador y mensajero fiel su autor, dan mucho de sí, tanto para el lector como para quienes estos puedan influir de alguna manera en otros, merced al sacrosanto misterio de la pertenencia e integración en el Cuerpo de Cristo, y en el marco convivencial de la ciudadanía.
Y es que las “memorias” referidas y actualizadas en el libro, no son solo de su autor. Son de la sociedad en la que vivió y sigue viviendo. Son “memorias” de la Iglesia. Y de la sociedad. Y de la Compañía de Jesús, condecorado dos veces -¡y de qué manera¡- con el “ex” correspondiente.
Son “memorias” – y a veces, “olvidos”- perdonadoras de situaciones, comportamientos, reacciones, maneras de ser y de pensar -¿pensar?- mayoritariamente “en el nombre de Dios”, de quienes echaron lejos de sí los Evangelios y se confiaron en plenitud , y formulación de votos de obediencia, en los brazos de los artículos del Código de Derecho Canónico y de “dogmas” que jamás lo fueron, ni llegarán a serlo, no pudiendo siquiera a aspirar a rozar salvadoramente los linderos de la verdad revelada, aunque se hiciera, y se siga haciendo uso de atrevimiento tan deleznable...
En más de una ocasión, en las “Memorias” de esta referencia se alude al hecho de que, en santa y plural variedad de casos, instituciones civiles, tales como las relacionadas con los Derecho Humanos, y su vigilancia, poseen más dosis de Evangelio que una buena parte de los catecismos romanos, ahorrándome en esta ocasión descender a casos y a comportamientos concretos, de los que con generosidad hasta la “prensa impía y blasfema” se hace eco.
Y es que, como asegura nuestro respetuoso y cortés “memoriador”, por citar un ejemplo, desde Pablo VI, hasta Francisco, la Iglesia ha carecido de papas… Uno de ellos- Juan Pablo II-, se dedicó a viajar e intentar “polonizar” (de Polonia) la Iglesia universal, con todas sus triunfantes consecuencias imperiales. Benedicto XVI, después de haber actuado inquisitorialmente desde su Prefectura de guardián y, ordenador de la Fe, dedicó sus años a las disquisiciones teológicas de toda la vida, dejando los dos el gobierno de la Iglesia en manos de la todopoderosa Curia Romana y de sus adláteres, de los que apenas si les cabe en sus purpúreos zurrones de malos “pastores”, más denuestos, condenas y descalificaciones –“¡Cueva de ladrones”¡- por parte del papa Francisco, con el asentimiento judicial civil frecuente , además de la canónica, y sin límites humanos o “divinos”, misericordias e indulgencias.
¡No dejen de leer este nuevo libro de José María Castillo!. Es un manual documentado de historia y de historias. De testimonios y de vida. Es Evangelio, aunque los cánones, los ritos y las liturgias brillen reverentemente por su ausencia.
Es libro de interés para obispos, arzobispos, teólogos “oficiales”, miembros de la Compañía de Jesús, a cuya orden se lo dedica, , curiales, laicos y laicas y al mismo papa Francisco, que sigue sus escritos. El libro no necesita el “Nihil Obstat” canónico, dado que lleva implícita la aprobación “franciscana”, la del padre Ellacuría y la de una parte muy notable del pueblo de Dios.