La biblista gallega publica en la editorial San Pablo 'La suegra de Pedro' Carme Soto: "La curación de la suegra de Pedro no fue solo física, transformó toda su existencia"
Son unos pocos versículos, pero cargados de significado: la curación de la suegra de Pedro en su casa de Cafarnaúm, y por tanto, "la casa de Jesús" en aquel lugar de Galilea. Carme Soto, sierva de San José, licenciada en Historia Contemporánea y doctora en Teología, en la especialidad de Biblia, los ha escrutado y de su análisis ha destilado un deliciosa obra, La suegra de Pedro (San Pablo)
"El relato dice que la suegra de Pedro después de ser curada sirvió sin más especificaciones. Dado que era una mujer se ha entendido, con frecuencia, que lo que hizo fue hacer la comida, poner la mesa etc… Pero si entendemos el servicio como un rasgo de discipulado, que es como lo utilizan los evangelios, podemos pensar que lo que se nos está diciendo no es que llevó a cabo tareas domésticas, sino que se dispuso a seguir a Jesús"
Son unos pocos versículos, pero cargados de significado: la curación de la suegra de Pedro en su casa de Cafarnaúm, y por tanto, "la casa de Jesús" en aquel lugar de Galilea. Carme Soto, sierva de San José, licenciada en Historia Contemporánea y doctora en Teología, en la especialidad de Biblia, los ha escrutado y de su análisis ha destilado un deliciosa obra, La suegra de Pedro (San Pablo).
En ella, este gallega de Vigo nos ofrece el relato de una curación por parte de Jesús que, en realidad, supuso también una profunda sanación en medio de una sociedad patriarcal, "un signo que ejemplifica la liberación y salvación que supone el encuentro con él y su Buena Noticia". Una casa aquella en donde esta teóloga ve por todas partes "señales del Reino de Dios".
La historia de la suegra de Pedro y su sanación se narra en unos pocos versículos, pero usted considera que esa acción de Jesús “traspasa las fronteras del género para liberar su presente y su futuro”. ¿Qué ha encontrado ahí?
En las sociedades de la antigüedad la enfermedad se comprendía como un estado en el que confluían aspectos biológicos, sociales y religiosos que llevan a la persona que la padecía a vivirse en situación de impureza, aislamiento e incluso culpa. Cuando los relatos evangélicos nos informan sobre el mal que padece la suegra de Pedro (del mismo modo que con cualquier otro relato de curación) se sitúan en este imaginario cultural, por lo tanto su curación se entiende como el restablecimiento total de su vida en todos los aspectos. Si, además, tenemos en cuenta que la actividad sanadora de Jesús es, por así decirlo, la Buena Noticia del Reino de Dios “en acción”, nos podemos preguntar cómo se encarnó en la vida de la suegra de Pedro la liberación y salvación que suponía la llegada del Reino de Dios que Jesús anunciaba.
Para responder debemos tener en cuenta, en primer lugar, que, en una sociedad patriarcal, como era la de Jesús, las relaciones, los significados y los espacios sociales y religiosos estaban determinados por el género. La preeminencia del varón en casi todas las esferas de la vida condicionaba de forma significativa la vida de las mujeres, que debían asumir un lugar secundario y condicionado al de los varones. En segundo lugar, los relatos evangélicos muestran continuamente como el modo de actuar de Jesús, desafía las fronteras sociales y religiosas de su contexto ofertando una experiencia diferente de vida ante Dios y de relaciones inclusivas en los espacios de convivencia.
Teniendo en cuenta todo esto, podemos intuir que la curación de la suegra de Pedro no supuso solo su recuperación física, sino una transformación de todo lo que constituía su existencia. Y eso le posibilitó incorporarse a la comunidad inclusiva del Reino que Jesús ofertaba. De ese modo pudo descubrir nuevos horizontes para su vida y sentirse llamada al discipulado, poniendo todo lo que ella era al servicio de la Buena Noticia del Reino.
¿Hemos estado siglos leyendo mal esa escena? ¿Qué veíamos?
No es tanto que la hayamos leído mal, sino que se ha leído de forma diferente. Toda lectura de un texto supone una interpretación porque en la lectura se ponen en juego nuestros propios imaginarios sociales, culturales y religiosos e interpretamos lo que leemos desde nuestros propios contextos.
Con frecuencia nos hemos acercado a los textos bíblicos pensando que, porque los leíamos en castellano, ya entendíamos todo lo que nos querían decir. Sin embargo, no solo el contexto en el que nacieron los textos es muy diferente al nuestro, sino que los autores dan por supuestas muchas cosas que conocían sus primeros destinatarios, pero nosotros/as no. Por eso, es importante aproximarnos a la cultura en que nacieron los libros para poder recibir mejor su mensaje. Esto, especialmente a partir del Vaticano II se hizo muy relevante en los estudios bíblicos.
En concreto en el relato de la suegra de Pedro, el conocer el contexto cultural nos permite evitar determinados sesgos de género que con frecuencia se han incorporado a la interpretación del texto. Por ejemplo, el relato dice que la suegra de Pedro después de ser curada sirvió sin más especificaciones. Dado que era una mujer se ha entendido, con frecuencia, que lo que hizo fue hacer la comida, poner la mesa etc… Pero si entendemos el servicio como un rasgo de discipulado, que es como lo utilizan los evangelios, podemos pensar que lo que se nos está diciendo no es que llevó a cabo tareas domésticas, sino que se dispuso a seguir a Jesús.
La suegra de Pedro no tiene nombre, la conocemos por el vínculo que tiene con el apóstol. De alguna manera, es innombrable. ¿Pura casualidad?
Es bastante frecuente que en los relatos de quienes son curados por Jesús sean anónimos (el leproso, el paralitico, la hemorroisa…), pero en el caso de esta mujer es nombrada por su relación con Pedro. No es la única que es identificada por su relación con un varón, también algunas de las mujeres que se nombran en los episodios de la Pascua aparecen referidas a un familiar (Juana la mujer de Cusa, María la madre de Santiago…) aunque estás sí tienen nombre propio. Esto, dentro de una sociedad patriarcal, ofrecía respetabilidad a sus personas y con ello legitimidad a su testimonio o a su relato. En el caso de esta mujer curada por Jesús, el hecho de destacar su parentesco con Pedro ofrecía, sin duda, autoridad a su relato.
A los/as lectores contemporáneos nos hubiese gustado que con su historia nos hubiese llegado también su nombre, pero una vez más nos encontramos con los sesgos de género que llevan a los autores a visibilizar más las identidades masculinas que las femeninas, aunque eso no impidió que la memoria de esta mujer llegase hasta nosotros/as. Una memoria que cada vez vamos recuperando más y que nos permite entender mejor su presencia en los evangelios.
En aquel hogar palestino se gestaron señales del Reino, señala en su obra. ¿Cuáles identifica usted?
La casa de Pedro en Cafarnaúm es la casa de Jesús y, por tanto, es un espacio privilegiado de encuentro con él y su mensaje. Es un espacio que se transforma para acoger la Buena Noticia del Reino e invitar a la misión.
Aunque no nos lo narren, podemos suponer que la vida en la casa cambió no solo con la presencia de Jesús, sino con la curación de la suegra de Pedro. Su curación se revela como un signo que ejemplifica la liberación y salvación que supone el encuentro con él y su Buena Noticia.
Los habitantes de la casa se fueron configurando como comunidad inclusiva al calor de las enseñanzas de Jesús, de su propuesta de discipulado. En esa casa Jesús compartió el pan y la palabra, curó y liberó, rompió fronteras y abrió esperanzas. Todo son, sin duda, señales del Reino de Dios.
El servicio caracteriza la actitud de esa mujer, al menos tras su sanación, y en un lugar físico muy concreto, que es la casa, el lugar donde vive la comunidad familiar. ¿Cómo interpreta estos signos y qué aportan al seguimiento y vivencia de la fe?
El servicio es un rasgo clave del discipulado al que invita Jesús, que va siempre unido a la construcción de la comunidad. La llamada a servir que hace Jesús supone arriesgarse a reimaginar los espacios de vida y relación de otra manera. Desde abajo, desde quienes menos cuentan para desde ahí construir igualdad y circularidad. Jesús utiliza con frecuencia las relaciones familiares para proponer un estilo alternativo de relaciones (Mt 23, 1-12; Mc 10, 29-31): La casa se convierte así en un referente comunitario en el que es posible construir vínculos desde la fraternidad y sororidad abandonando cualquier pretensión de superioridad o prestigio.
Seguir a Jesús, por tanto, implica sostenerse en un Dios que nos ama incondicionalmente a todas y todos sin distinción, que no quiere jerarquías ni privilegios que nos distingan. El Dios del Reino. El Dios que da sentido a las bienaventuranzas. Seguir a Jesús supone vivir la fe en ese Dios en una comunidad inclusiva, abierta y esperanzada, resiliente y fortalecida en los momentos compartidos. Solo así podremos ser hoy también Buena Noticia en nuestro presente.
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