'Lo que mis alumnos me enseñaron', de Carmen Guaita, en PPC Educadores y, a la vez, educandos

(Antonio Aradillas).- Ser y ejercer de educadores -educadoras- y, a la vez, de educandos-educandas, es tarea difícil. Imposible para algunos. Pero es también misión exigida e imprescindible para otros, que poco a poco, resultan ser ya casi mayoría. No hay profesión educadora de verdad que simultáneamente no lleve consigo la disponibilidad e intención de ser, a la vez, educados por quienes se educan. Aún más, se educa en proporciones idénticas a las que se es educado. Educar sin educarse, es trabajo demasiadamente difícil y siempre incompleto.

De esto sabe mucho, y bien, Carmen Guaita quien, como ella misma refiere en su nuevo libro "Lo que mis alumnos me enseñaron- reflexiones sobre la docencia", editado por PPC en su colección "Educar", "durante buena parte de mi vida he sido maestra. No ingresé en Magisterio con una clara vocación docente. Sabía, sí, que me interesaban los niños: que si fuera médico, me especializaría en pediatría y, si fuera juez, en menores. Sabía también que era curiosa para el conocimiento y me gustaba transmitir lo que aprendía..."

La escueta síntesis de su vida, la completa Carmen con esta rica consideración: "El compromiso con los alumnos y compañeros ha sido un buen viaje para la vida. No existe poder de transformación más grande que el de un maestro sobre su discípulo, ni poder de transformación más bello que el de un discípulo sobre su maestro. Todo lo que sé de la educación se ha fundamentado en el encuentro con personas y lo he recibido a través de ellas. De mis alumnos y de mis compañeros, de todos aquellos con quienes han cruzado la línea de mi vida, aprendí y aprendo. A diario".

En las 210 páginas de la también autora de otros títulos, como "Jilgueros en la cabeza", "La flor de la esperanza", "Cronos va a mi clase", desde su experiencia avalada con profusión de citas de reconocidos filósofos y educadores , aprovecha cualquier ocasión para reforzar la idea de que los alumnos y educandos informan y forman a sus educadores con razones, argumentos, preguntas, respuestas y comportamientos, de tal forma que, sin haber explícitamente buscado y hallado tal simbiosis , la educación resulta tarea mucho más ardua y enojosa.

Con amor, sensibilidad, y ya en vísperas de la jubilación profesional, Carmen Guaita canta y proclama con gozo en la página 209 de su libro, con los jilgueros amarillos o pardos, con la cabeza blanca y una mancha roja junto al pico, como fieles voceros de sus acertadas ideas, que "la docencia es maravillosa. En ella caben la felicidad y el sufrimiento, el bullicio y la soledad, la noche y el día, el desierto y el vergel, las sonrisas y las lágrimas, los logros y la impotencia. La docencia está siempre abierta, siempre llena de nuevas posibilidades, siempre apelando a nuestras capacidades, siempre llena de esperanza, obligándonos a construir nuestro proyecto de "ser", a tomar decisiones, a hacerlo mejor, a volver a empezar..."

Un buen libro, en ocasiones, provocador para educadores y educandos "clásicos" de toda la vida, y de fácil, docta y amena lectura. El Magisterio está una vez más de enhorabuena.

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