"Hay que redescubrir la moral de la gracia que lejos de reprimir, potencia la libertad, la autonomía, la felicidad y la fraternidad" Jesús Espeja: "Es antievangélico hablar de Dios como rival o impedimento para el desarrollo humano"
"Sintetizar en algunos temas vertebrales las implicaciones de una conversión al Evangelio viviente que es Jesucristo. Explicitar así lo que pidió el Espíritu en el Vaticano II"
"Laica es una sociedad que no se confunde con el laicismo que niega el sentimiento religioso y su manifestación pública. Y se opone al fundamentalismo religioso del que se cree poseedor absoluto de la verdad y pretende imponer una religión a todos"
"El Vaticano II, inspirado en la encarnación, aporta una forma evangélica de mirar, estar y actuar en el mundo. Lo entiende como la entera humanidad con todas las realidades entre las que vive"
"Sin la fe como experiencia mística de los cristianos no será posible que en nuestra sociedad la Iglesia pase de una presencia pública de poder, a una presencia pública y profética"
"El Vaticano II, inspirado en la encarnación, aporta una forma evangélica de mirar, estar y actuar en el mundo. Lo entiende como la entera humanidad con todas las realidades entre las que vive"
"Sin la fe como experiencia mística de los cristianos no será posible que en nuestra sociedad la Iglesia pase de una presencia pública de poder, a una presencia pública y profética"
| RD
"¿En un mundo marcado por un debilitamiento de la verdad y la razón, el Evangelio sigue siendo una propuesta llena de sentido para los hombres y mujeres de hoy?" Para responder a esta pregunta decisiva, dos dominicos, Jesús Espeja y Jesús Díaz Sariego, de distintas edades pero con la misma pasión por la verdad, escriben el libro 'El Evangelio en una sociedad laica' (Edibesa).
En esta entrevista de presentación de la obra, el profesor Espeja reconoce que una sociedad laica (que no laicista) como la nuestra "se opone al fundamentalismo religioso" y hay que volver al Vaticano II, que "aporta una forma evangélica de mirar, estar y actuar en el mundo". Y pide a la Iglesia que "pase de una presencia pública de poder a una presencia pública profética".
Acaba de salir el libro “El Evangelio en una sociedad laica”. Sus autores sois dos dominicos, de distinta generación, que firmáis un solo texto. No es lo más corriente
Sin duda es novedad que dos autores sean los responsables de un solo texto. Pero la originalidad aquí es que entre los dos autores abarcan varias décadas. Mientras que Jesús Díaz Sariego nació cuando se inauguraba el Concilio,1962, Jesús Espeja ya era profesor de teología en esa fecha. Para mí es un aval la colaboración y la sintonía de Jesús Díaz, pensador reconocido en una teología postconciliar renovada
¿Qué os movió a redactar este libro?
Por mi parte no intenté decir nada nuevo. Únicamente sintetizar en algunos temas vertebrales las implicaciones de una conversión al Evangelio viviente que es Jesucristo. Explicitar así lo que pidió el Espíritu en el Vaticano II, que hoy está necesitando nuestra sociedad y que debemos ofrecer los cristianos.
Extraña un poco el título del libro. Calificar de “laica” a la sociedad española, para algunos quizás parezca confuso. Por otro lado, parece que lo normal sería hablar de la Iglesia en una sociedad laica en vez del Evangelio
Las dos palabras han sido elegidas. Laica es una sociedad que quiere ser ella misma y decidir por su cuenta, sin coacciones que se le impongan desde fuera, incluida la religión. No se confunde con el laicismo que niega el sentimiento religioso y su manifestación pública. Y se opone al fundamentalismo religioso del que se cree poseedor absoluto de la verdad y pretende imponer una religión a todos. Decimos “el Evangelio” porque, partiendo de la encarnación o presencia de Dios en condición humana, también en los signos del tiempo habla el Espíritu y los cristianos podemos discernir esa Presencia.
El libro desbroza temas vertebrales muy vinculados y de máxima actualidad de la nueva relación de la Iglesia con el mundo: Cómo entender el humanismo cuando la subjetividad ocupa el primer plano y el “yo” busca ser él mismo. Qué conducta moral puede promover la libertad, la autonomía, la felicidad, y fraternidad que los humanos ansiosamente buscamos. Cómo convivir en la pluralidad. Y cómo crecer personalmente en una sociedad con deseos y logros de bienestar pero ensombrecida por el egoísmo, la injusticia y la exclusión o descarte de muchos. Finalmente se aborda la oportunidad nueva y apasionante que una sociedad laica ofrece para la misión de la Iglesia
El desarrollo de los temas es tan denso y ajustado que precisan una lectura personal y meditada. En ese supuesto, valga destacar algunos puntos
En el libro se dice: "La cuestión de fondo es si puede haber salvación en este mundo, donde, según los antiguos catecismos, 'demonio mundo y carne' son los enemigos del alma"
El Vaticano II, inspirado en la encarnación, aporta una forma evangélica de mirar, estar y actuar en el mundo. Lo entiende como la entera humanidad con todas las realidades entre las que vive. Humanidad que, si bien todavía está bajo la esclavitud del pecado, sigue habitada, acompañada y bendecida por el Creador. Es la novedad que hemos percibido en el Evangelio de Jesucristo.
Esta visión positiva del mundo, sin negar su lado oscuro, no entra en muchos cristianos que siguen identificando el mundo con el demonio
Se debatió mucho entre los conciliares cómo llamar al documento sobre “La Iglesia en el mundo actual”. Finalmente se aprobó llamarlo “Constitución”. Lo cual quiere decir que el mundo pertenece a la constitución de la Iglesia. Ésta, siendo parte de la familia humana, mientras camina en el tiempo, es esencialmente misionera, y solo en el mundo puede desarrollar su vocación.
La visión evangélica del Concilio sobre el mundo hace posible ver y aceptar la sana laicidad como un signo del Espíritu para la conversión de la Iglesia al Evangelio de la encarnación. En esa visión positiva del mundo ¿què sentido puede tener ya la huida o la “fuga mundi” tan metida en la tradición cristiana de Occidente?
No se niega el lado oscuro del mundo. Por eso sigue teniendo valor la “fuga mundi” pero bien interpretada. No se trata del alejamiento físico y desentendimiento de lo que ocurre cada dìa en este mundo; además de inhumana esa pretensión es hoy imposible. Más bien se trata de entrar en el corazón de la humanidad, escuchar, discernir y solidarizarse con sus profundos latidos, pero sin arrodillarnos ante los ídolos o falsos absolutos que desfiguran el rostro de esa humanidad. Han velado más que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión.
En el libro se alude a que hay corrientes humanistas cuyo empeño es el ser humano, y para ello expresamente descartan la referencia a Dios y a la religión. ¿Cómo explicar ese fenómeno?
Sencillamente porque esos humanistas han percibido que la divinidad propuesta en la práctica religiosa es rival de los seres humanos y no les deja ser ellos mismos. Y la divinidad que nos propone es enemiga de los humanos y de su progreso.
Muy oportunamente, hablando sobre la génesis del ateísmo, el Concilio lamentaba la culpa de muchos cristianos que con sus visiones erróneas y con su conducta religiosa, moral y social, han velado más que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión.
Según la fe o experiencia cristiana, en la encarnación lo divino y lo humano van inseparablemente unidos. Es antievangélico hablar de Dios como rival o impedimento para el desarrollo humano. Hay que tener cuidado con las religiones que con frecuencia pretenden atrapar a ese misterio del Inefable, cuyo poder se manifiesta en la misericordia.
En el libro se plantea también el tema de cómo ser uno mismo y en consecuencia el papel de la moral ¿Tiene que ver este planteamiento algo con la laicidad?
En una sociedad laica la libertad, la autonomía, la felicidad, la fraternidad sin discriminaciones, son reclamos de fondo ineludibles. En el mundo moderno la subjetividad ha pasado a primer plano y tiene relevancia la conciencia de las personas. En el Vaticano II se reconocieron estos signos de nuestro tiempo como llamadas del Espíritu.
Si aceptamos ese reconocimiento, no debemos seguir con una moral prioritariamente preceptiva y con la pretensión de adoctrinamiento desde arriba, sin escuchar, discernir y dejarnos cambiar por esos signos
Es la oportunidad para redescubrir la moral de la gracia que lejos de reprimir, potencia la libertad, la autonomía, y la felicidad y la fraternidad que los seres humanos en el fondo de su corazón ansían. Temo que todavía incluso muchos cristianos sigan con un esquema religioso común. Pensando que Dios y la moral cristiana imponen mandamientos y prácticas religiosas desde fuera sin contar con la subjetividad de las personas. Mirando con desconfianza todo lo que signifique gozo y placer para los seres humanos. En una sociedad moderna ya no es creíble una divinidad ni puede ser bendecida una religión si no amplían el horizonte de libertad, autonomía, felicidad y fraternidad. Sin la compasión eficaz para que los excluidos puedan sentarse en la mesa común.
En el último capítulo del libro se dice que la situación actual es una oportunidad apasionante para la misión de la Iglesia ¿No está la Iglesia perdiendo clientela y garra en la sociedad española cada vez más secularizada o aleja de la tutela eclesiástica?
El fenómeno de la exculturación de la Iglesia en nuestra sociedad española es manifiesto. Tenía que llegar esta situación después del consorcio entre la Iglesia y el poder político durante mucho tiempo. Cuando ser español y católico bautizado se identificaban, el cristianismo sociológico pudo ser un engaño; no se identifican sin más los bautizados con los creyentes cristianos.
Siguiendo lo que dice ese capítulo final del libro, ¿qué te parece más urgente para la nueva presencia de la Iglesia en la sociedad española actual?
Quitada esa cobertura religiosa estatalmente reconocida, la situación actual de despojo y confusión que sufre hoy la Iglesia, es momento oportuno para avivar la fe o experiencia cristiana, como seducción por recrear la conducta de Jesucristo: ser libres desde el amor y comprometernos en construir la fraternidad universal; dejarnos alterar compasivamente ante el sufrimiento de nuestra humanidad y meter las manos en la masa para curar heridas
Sin la fe como experiencia mística de los cristianos no será posible que en nuestra sociedad la Iglesia pase de una presencia pública de poder, a una presencia pública y profética. Que no apague sino que afirme y amplíe el horizonte a los justos reclamos de una sociedad laica.