La escritora publica con Fragmenta la narración de su primera peregrinación a Santiago de Compostela Mardía Herrero: "Quiero ser peregrina siempre"
Peregrina se hace leer como si fuera una novela. Aunque es una obra autobiográfica escrita en forma de diario, tiene un marcado componente literario y, sobre todo, mucho ritmo
Mardía Herrero: "En la peregrinación —y también en la vida— la clave para poder obtener esperanza y conectar con el misterio y lo divino consiste en tirar por tierra aquel refrán castellano que dice 'más vale malo conocido que bueno por conocer'
"En el Camino no tienes que aparentar nada, sólo tienes que ser tú mismo en el contacto continuo con el terreno, con el ritmo de tu caminar, con la naturaleza; y con un horizonte que purifica tu mirada"
De la voz de Mardía Herrero se desprende un alma diáfana y limpia, un alma que transmite equilibrio y, sobre todo, honestidad: "Este era el objetivo para que la Verdad no desciende si la sinceridad no emerge"
"En el Camino no tienes que aparentar nada, sólo tienes que ser tú mismo en el contacto continuo con el terreno, con el ritmo de tu caminar, con la naturaleza; y con un horizonte que purifica tu mirada"
De la voz de Mardía Herrero se desprende un alma diáfana y limpia, un alma que transmite equilibrio y, sobre todo, honestidad: "Este era el objetivo para que la Verdad no desciende si la sinceridad no emerge"
| Jordi Pacheco García
Peregrina se hace leer como si fuera una novela. Aunque es una obra autobiográfica escrita en forma de diario, tiene un marcado componente literario y, sobre todo, mucho ritmo. Porque caminar, como dice Mardía Herrero (Madrid, 1981), es puro ritmo. "La clave está en el ritmo, más que en el contenido o en la interpretación de lo que sucede. Si no escribes con ritmo, no puedes transmitir nada".
En 2003, después de una fuerte crisis personal, Herrero decidió tomar un autobús hasta Logroño y desde allí, iniciar sola el Camino de Santiago. Lo que sucedió a partir de ese momento cambió radicalmente su vida. Si hasta entonces se había encontrado perdida y sin saber qué hacer, con el Camino no sólo encontró una actividad precisa a la que dedicarse sino que, además, le pasaron muchas cosas mágicas.
El período de gestación de la obra comprende un arco de más de quince años. Mientras hacía el Camino, la autora tomaba nota de sus vivencias en un diario con el fin de escribir un libro posteriormente. Terminado aquel primer peregrinaje, se fue a Roma, donde una de las compañeras del Camino le había ofrecido un alojamiento donde poder escribir. Pero poco después perdió la fe en el proyecto y lo aparcó. En 2016, después de cinco peregrinaciones más, encontró el diario, inesperadamente, cuando hacía tiempo que lo había dado por perdido. Entonces esperó el momento oportuno: llegó varios meses antes de la publicación del libro.
En su etapa veinteañera, Mardía Herrero era una una buscadora; no tenía relación de pareja estable, estudiaba y viajaba mucho y creía que su vida siempre tendría relación con la peregrinación. Ahora es madre de cinco hijos, por lo que casi siempre se encuentra habitando el hogar. Sin embargo, el reencuentro consigo misma a la edad de 23 años le ha resultado apasionante. "El hecho de volver a comprometerme con el texto hasta terminarlo y publicarlo me ha regalado mucha frescura. Porque a medida que pasa el tiempo una se va rellenando de diferentes identidades ligadas con el rol social que se desempeña (en la familia, en el trabajo), y el relato de Peregrina, aquella chica totalmente perdida que se lanza a caminar sin tener idea de nada y sin tener teologías ni ideologías, me ha purificado", confiesa.
Entonces Herrero no oraba formalmente. El hecho de caminar era para ella una forma de oración. Poco tiempo después, sin embargo, vivió un proceso de conversión que la llevó al sufismo —lo explica en su libro Cómo Santa Teresa me acompañó al sufismo, publicado también por Fragmenta— y, por tanto, a adoptar prácticas asociadas a esta tradición. En cualquier caso, considera que orar es hacer algo con el corazón entregado. "En las religiones —afirma— hay muchas prácticas que te limpian el corazón y te ponen en contacto con el misterio: el ayuno, la oración, la peregrinación, el servicio o el desarrollo de los dones. A mí, por ejemplo, leer y escribir o cuidar a mis hijos con amor son cosas que me conectan con lo divino tanto como la oración. La clave es transformar en meditación toda la vida cotidiana. No sirve de nada reservar media hora al día para buscar la trascendencia y después, las otras 23 horas y media estar dispersa y perdida".
Entre los personajes que desfilan por las páginas de Peregrina hay una gran variedad. El Camino, sin embargo, suprime las diferencias de clase, cultura y nación. Herrero considera que en el fondo del alma de cada peregrino palpita el mismo anhelo, pero con diferentes grados de intensidad. "Hay quienes van movidos por fuertes motivaciones espirituales y viven la experiencia como algo transformador, con disposición de apertura. Y luego están también los que van por razones deportivas, para cumplir un reto o cosas por el estilo. Pero en el fondo, tanto da: el Camino de Santiago te cambia en cualquier caso. No conozco a nadie que no haya regresado de él transformado de algún modo. Además, todos querrían volver alguna vez porque sienten que la experiencia les ha dado algo muy profundo", asegura.
Relaciones profundas
En el Camino la relación con la gente y las cosas es más breve y, al mismo tiempo, más profunda e intensa. Para la escritora madrileña, el peregrinaje es un recorrido de purificación. "Como vas solo con tu mochila —explica—, tienes que estar pendiente de tus pies, de comer y descansar lo suficiente. Pero al mismo tiempo se relajan en ti todas las identidades que te mantienen en tensión en tu vida cotidiana. En el Camino no tienes que aparentar nada, sólo tienes que ser tú mismo en el contacto continuo con el terreno, con el ritmo de tu caminar, con la naturaleza; y con un horizonte que purifica tu mirada. En esta purificación constante hay un autodescubrimiento desde una visión mucho más auténtica".
"Al decirle adiós a algo bello, aparece algo todavía mejor", escribe la peregrina. El Camino incita a dejar a un lado las contradicciones bajo el imperativo de continuar avanzando. En la peregrinación —y también en la vida— la clave para poder obtener esperanza y conectar con el misterio y lo divino consiste en tirar por tierra aquel refrán castellano que dice 'más vale malo conocido que bueno por conocer'. "El camino espiritual es ir diciendo adiós a todo lo que no debe tener lugar en tu vida (pretensiones, planes de futuro, identidades); se trata de irte vaciando para dar cabida a lo que está por llegar. Esta posición de apertura nos obliga, además, a abrazar la muerte a cada paso. Decía el místico sufí Ibn Arabí que cada respiración lleva un pequeño día del juicio final. Sucede lo mismo con cada paso. En la medida que caminas vas abrazando la muerte, entendida como todo lo que no es, te vas vaciando y te capacitas para recibir la maravilla", observa.
Un misterioso joven italiano llamado Doménico es uno de los personajes más entrañables y emotivos de Peregrina. Con él, la narradora vive una intensa historia de amor. "Si haces el Camino de Santiago con veintipocos años es casi inevitable que te enamores de alguien ya que en esta época de la vida estás más abierta a esa experiencia. El enamoramiento con Doménico no fue fácil porque él era un chico muy introvertido y misterioso. Pero que fuera misterioso hacía todo aún más interesante. Hay un momento del libro en el que digo: 'Doménico es como los cisnes de Rubén Darío', una interrogación muy grande con ojos muy bonitos. Yo estaba buscando el misterio y él lo representaba muy bien porque era callado y tímido. Gracias a él, pude poner rostro humano a un anhelo divino".
Dejando al margen la relación con Doménico, la peregrina quedó tan enamorada del Camino que lo llegó a hacer hasta seis veces —tres veces sola y tres en compañía— en tan sólo tres años y desde diferentes orígenes. "Descubrí que quería ser peregrina para siempre ya que, como decía Jaime Buhigas, una vez que has descubierto el Camino de Santiago, ¿qué experiencia puede competir con esta?". A finales de 2007 Herrero conoció a Chipre un maestro sufí, Sheij Nazim y con él descubrió que también se podía peregrinar sin peregrinar.
De la voz de Mardía Herrero se desprende un alma diáfana y limpia, un alma que transmite equilibrio y, sobre todo, honestidad. "Este era el objetivo para que la Verdad no desciende si la sinceridad no emerge. Sólo puedes encontrar algo valioso si trabajas para contarte sinceramente. Esta sinceridad tiene que ver también con la asunción de nuestras sombras, nuestros límites, nuestra pequeñez y nuestra humanidad", concluye la escritora.
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