"Gracias Rogelio, hermano, discípulo fiel de Jesús y sus pobres. Disfruta del banquete que está preparado para ti desde siempre" Rogelio Ponseele, icono de la fidelidad total a los pobres, su Iglesia y sus organizaciones en El Salvador

"Fue de aquel grupo de sacerdotes belgas que llegaron a El Salvador con una gran inquietud pastoral y social"
"Quiero centrarme en este escrito -homenaje, grito y canto- en algo de lo mucho de lo que conocí y aprendí de él personalmente"
"El único obispo que nos visitó con el solo objetivo de vernos, abrazarnos y darnos ánimo en esa zona de guerra fue el santo Pedro Casaldáliga (ya está tardando la Iglesia en canonizarlo)"
"Una frase que Rogelio repetía mucho en las eucaristías que en plena zona y tiempo de guerra celebramos juntos en el Norte de Morazán. El repetía hasta la saciedad : 'Dios lleva a su pueblo, y lo lleva bien'"
"El único obispo que nos visitó con el solo objetivo de vernos, abrazarnos y darnos ánimo en esa zona de guerra fue el santo Pedro Casaldáliga (ya está tardando la Iglesia en canonizarlo)"
"Una frase que Rogelio repetía mucho en las eucaristías que en plena zona y tiempo de guerra celebramos juntos en el Norte de Morazán. El repetía hasta la saciedad : 'Dios lleva a su pueblo, y lo lleva bien'"
| Esteban Velázquez, sj
Escribo entre lágrimas…como las que tienen hoy y tendremos por mucho tiempo todos los que tuvimos el regalo de la vida y de Dios de compartir de una manera o de otra, mucho o poco, la vida y el testimonio de Rogelio Ponseele. Acaba de fallecer. En el mismo día del aniversario de la muerte y el martirio de Monseñor Romero.
Es difícil resumir su vida como sacerdote al servicio de la Iglesia de los pobres en El Salvador. Fue de aquel grupo de sacerdotes belgas que llegaron a El Salvador con una gran inquietud pastoral y social. Monseñor Romero fue declarado Doctor Honoris causa en la Universidad de Lovaina (si no recuerdo mal) y creó una gran simpatía por su obra pastoral y social.

Su trabajo, el de Rogelio, antes de la guerra de aquel país (“patria chiquita mía, que decía la canción de Paquito Cutumay) fue en el barrio popular de Zacamil. Allí también trabajaba la llamada “Pequeña Comunidad” (Isabel, Noemi, Carmen Elena etc ) una congregación religiosa femenina que creó, a nivel diocesano, Monseñor Romero y que siempre acompañó las tareas pastorales de Rogelio antes, en y después de la guerra. Y siempre con las comunidades cristianas populares tan queridas por aquel encuentro episcopal de Medellín tras el Vaticano II.
Quiero centrarme en este escrito -homenaje, grito y canto- en algo de lo mucho de lo que conocí y aprendí de él personalmente. Compartí con él cuatro años, los últimos de la guerra de El Salvador, en el mismo lugar de la zona de la guerra, controlada por el FMLN, en el norte de Morazán. También estuvieron y trabajaron preciosamente por allí Miguel Ventura y Pedro Leclerq, otros dos sacerdotes .
Y aquel heroico equipo de pastoral de laicos campesinos (Aparicio, Margarita, Mirian y tantos y tantas otras). Además de la Pequeña Comunidad y Ascen una religiosa dominica española. El único obispo que nos visitó con el solo objetivo de vernos, abrazarnos y darnos ánimo en esa zona de guerra fue el santo Pedro Casaldáliga (ya está tardando la Iglesia en canonizarlo) el mismo día que inauguraron la Comunidad de Repatriados “Segundo Montes”…creo que fue otro 25 de marzo, como los días de la muertes de Romero y de Rogelio…santa coincidencia.
¡Doce años de guerra acompañando a un pueblo masacrado! El Mozote con sus más de mil asesinados a sangre fría en un solo día, entre ellos más de 100 niños menores de 12 años, es quizás la muestra más trágica de aquella horrible situación en la que aún no se ha hecho justicia como a ninguna masacre de la guerra de El Salvador, salvo el juicio en España por uno de los asesinos de los jesuitas…¡Hasta después de muertos y masacrados hay clases sociales!

Caminatas continuas, bombardeos, “guindas” (huidas en masa), entierros, eucaristías. Y también bailes, cantos y enormes alegrías (¡Oh Los Torogozes de Morazán y sus cantos!). Todo eso y mucho más vivió Rogelio durante doce años por amor a ese pueblo y por su fe en el Dios de los pobres (de los ricos también pero con los pobres tiene Dios una opción preferencial) ¡Y siguió acompañado hasta hoy (33 o 34 años después de la guerra, según se sitúe el final)!
No en vano cuando acabó la guerra y llegó por allí otro santo varón (Monseñor Urioste, la mano derecha de Monseñor Romero y, a mi juicio, el principal o uno de los principales, herederos espirituales de San Romero de América) se puso de rodillas y le pidió la bendición a Rogelio, a la vez que le agradecía todo lo que había hecho por su pueblo salvadoreño en aquella zona de guerra.
No puedo dejar de mencionar que el acompañamiento pastoral a los miembros del FMLN fue también parte esencial de su trabajo. Sería también un tema apasionante para dialogar. Baste aquí una sola consideración: si el ejército gubernamental tenía sus capellanes ¿Por qué no pueden y deben tener también capellanes los miembro de otro ejército, FMLN? Todos son hijos de Dios. Con la circunstancia añadida de que en el informe de la Verdad de las Naciones Unidas quedó reflejado que el porcentaje de violaciones de derechos humanos por parte del Ejército Gubernamental fue enormemente superior al del FMLN. ¿Cómo entender que la Iglesia acompañara pastoralmente a uno y no a otros? Rogelio salvó la dignidad pastoral de la Iglesia.
Las anécdotas serían muchas del tiempo que estuve con él y de los que me han contado otros sobre él. Pero, en el inevitable espacio corto de este artículo solo quiero recordar, antes de acabar, una frase que Rogelio repetía mucho en las eucaristías que en plena zona y tiempo de guerra celebramos juntos en el Norte de Morazán. El repetía hasta la saciedad : “Dios lleva a su pueblo, y lo lleva bien”. Y lo decía en aquel contexto de horrores y a la vez heroísmos permanentes.

Por eso, de las fotos que adjunto a Religión Digital quiero destacar una en que aparece Rogelio con Rufina Amaya, la única sobreviviente de la masacre de El Mozote en la que le mataron esposo, cuatro hijos y 21 familiares. Y otra con los Torogozes de Morazán, sufrimiento y alegría siempre estuvieron presentes y unidos en la vida extraordinaria de Rogelio.
El mensaje, o uno de los principales, que nos deja nuestro inolvidable Rogelio creo que es el siguiente: ¡pobres de del mundo (y en este caso especialmente los de ese Zacamil, y ese norte de Morazán donde Rogelio tanto trabajó) y los que de cualquier forma legítima trabajan y sufren por ellos: ¡no temáis¡ Dios está con vosotros hasta el final de los tiempos. ¡Ningún esfuerzo, ningún martirio, ninguna injusticia...y tampoco ninguna alegría (¡Muchas en esa tarea de acompañamiento!) quedarán olvidadas por el Dios de los pobres, el Dios de Jesús de Nazaret. Gracias Rogelio, hermano, discípulo fiel de Jesús y sus pobres. Disfruta del banquete que está preparado para ti desde siempre.

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