'Mi maestro fue un preso', del arzobispo de Madrid en Grupo de Comunicación Loyola El cardenal Osoro va a la cárcel
En la cárcel no se pasa bien. Se pasa mal. Muy mal. Y esta es la clientela pastoral que frecuenta el Cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, en cuyas páginas de su libro “Mi maestro fue un preso”, hace galas de ser un experto reportero
Por favor, que a nadie le asuste la noticia y crea literalmente que su contenido responda al hecho de que el Cardenal de Madrid, esté encarcelado en Soto el Real, o en cualquier otra penitenciaría del Estado español….
La información de que “el Cardenal está en la cárcel” se refiere ejemplarmente al dato pastoral de que, al igual que al frente de otras diócesis anteriores como las de Ourense, Oviedo y Valencia, una de sus prevalentes preocupaciones y actividades más religiosas como pastor – nacido en Castañeda-Cantabria- el año 1945-fue la de visitar con frecuencia estas instituciones y establecer con sus reclusos/as, relaciones de amistad salvadora cristiana para la educación- formación de la fe, dejándose él mismo educar también por ellos y ellas.
Todo ello se explica en la contraportada de un libro que acaba de publicar la editorial “Sal Terrae”, en su colección “Servidores y Testigos” (170), con sus 192 páginas de texto y su correspondiente “Imprimatur” firmado por el obispo de Santander el día 20 de enero del presente año 2021.
“Don Carlos acude con frecuencia a la prisión madrileña de Soto el Real, a acompañar alguna celebración, a compartir una conversación sosegada o tomar un café. Este libro nace en forma de cartas y respuestas, que se van gestando en charlas, conversaciones u homilías. Diálogos que transcienden lo particular para convertirse en reflexiones sobre el amor, la fe y el ser humano, sobre la posibilidad del perdón, sobre la necesidad de no dejar de creer que las personas pueden retomar el camino, aunque hayan podido extraviarse, en ocasiones”
“Adentrarse en la lectura de estas páginas puede ser una forma de ensanchar horizontes, salir de miradas incompletas, de prejuicios que ocultan y de sentencias tajantes, para comprender la riqueza y hondura con que el ser humano afronta también sus noches oscuras”.
Tal y como se están poniendo las cosas y sin perspectivas más optimistas y convalecientes, haber estado, o estar, en la cárcel no es un baldón social que haga a alguien despreciable e indigno de estimación y respeto y de que obligue a familiares y a amigos a romper todo tipo de relación y de convivencia. La cárcel, hoy por hoy, por ley, uso y aplicación de la misma, está a disposición solo o fundamentalmente de los aspirantes a delincuentes, aprendices, torpes o pobres, faltos de cultura y de medios para encontrar expertos especialistas en la materia en la que hayan delinquido y precisen defensa. Los ricos-ricos no van a la cárcel. O si van, están el menor tiempo posible, bien tratados, con privilegios y casi como si estuvieran en hospederías u hoteles
Pero, de todas formas, en la cárcel no se pasa bien. Se pasa mal. Muy mal. Y esta es la clientela pastoral que frecuenta el Cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, en cuyas páginas de su libro “Mi maestro fue un preso”, hace galas de ser un experto reportero.
Reconozco que el esquema del libro es sugerente, interesante y provechoso para muchos y muchas. ¿Por qué no otros libros con temática, por ejemplo, para los sacerdotes seculares y religiosos, celibatarios o no, para el “devoto sexo femenino”, las “hermanitas de pecar”, las monjas de clausura, colegios llamados religiosos, administradores de los bienes de la Iglesia y así sucesivamente, con preguntas amistosas y de confianza por parte de sus interlocutores y con sus correspondientes y pastorales respuestas cardenalicias?
Las editoriales les proporcionarán toda clase de facilidades y en las “”Ferias del Libro” y presentaciones , habrá colas para obtenerla firma del autor, con dedicatoria incluida.
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