Una biografía del Beato Arnaiz, por Alberto José González Chaves, en San Pablo 'Me he dado prisa en vivir'

(Antonio Aradillas).- Del hecho y sus circunstancias de la reciente beatificación del padre jesuita Tiburcio Arnaiz, efectuada en la ciudad de Málaga, se dio la debida información en RD. En tal piadoso acto canónico participaron "quince obispos y 170 sacerdotes, con asistencia en la catedral y alrededores, de unas 8,500 personas provenientes de toda España". La ceremonia estuvo presidida por Giovanni Ángelo Becciu, cardenal prefecto de las Causas de los Santos, quien destacó en su homilía que "el nuevo beato, con su vida marcada por las buenas obras, ofrece y claro ejemplo de fe sincera y profunda".

Del padre Arnaiz, nacido en Valladolid en 1865, y fallecido en Málaga en 1920, se proclamó bien alto y ejemplarmente, haber sido un hombre "que se entregó a Dios con santa radicalidad", que "respondió al amor de Dios a través de una creciente entrega en el ministerio y en el amor por los más humildes", y que es, y será, para toda la sociedad una antorcha capaz de iluminar la historia de nuestros tiempos".

Y precisamente sobre el padre Arnaiz, "el apóstol de Málaga, e intrépido heraldo del evangelio en los más necesitados y olvidados", trata el libro del que aquí y ahora hago sucinta reseña, editado por "San Pablo", con el subtítulo programático de "Me he dado prisa en vivir", cuyo autor de sus 290 páginas es Alberto José González Chaves, "quien actualmente desempeña su labor pastoral en la diócesis de Córdoba e imparte cursillos, conferencias y ejercicios espirituales en España e Hispanoamérica".

El prólogo del libro lo firma Jesús Catalá, obispo de Málaga, poniéndole el punto final al mismo con estas palabras: "Deseo que esta biografía ayude a los lectores a dar gracias a Dios por la persona y la obra del padre Arnaiz y nos estimule a todos a vivir con gozo nuestro compromiso bautismal, a la zaga de la santidad". El libro se alberga en la rica, docta y santa colección "paulina" de "Testimonios", lo que ya, y de por sí es garantía feliz de ascética y mística, en la renovada Iglesia que encarna el papa Francisco.

El "iter", bien documentado y con curiosas, atractivas y santas anécdotas, seguido en el índice del libro responde a los lugares en los que el padre Tiburcio "celebrara" el ministerio y misterio de la preparación y entrega a su actividad apostolizadora: Valladolid, Villanueva de Duero, Poyales del Hoyo, Lourdes, Loyola, Granada, Murcia, Málaga, Cádiz, y otra vez Málaga "para morir".

El apostolado entre los presos fue distintivo en su vida sacerdotal. En la página 130 del libro, se cuenta literalmente que "en la Misión previa del Cumplimiento Pascual que el padre daba en la cárcel de Málaga, celebrando en un improvisado altar el Santo Sacrificio, precedido y seguido de fervorosas pláticas, los presos conmovidos y habiéndose confesado previamente, comulgaban con todo fervor. Misiones así dio también en otras cárceles, como, el año antes de su muerte, en la famosa del Puerto, de la que cantan por presos: "Mejor quisiera estar muerto/ que verme "pa toa la vía"/ en este penal del Puerto/, Puerto de Santa María". 

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