'Trenzando sensibilidad y evangelio. Formación para la misión' de Carlos del Valle (Evd) Para despertar a la misión, esparcir semillas de formación
"Este libro, 'Trenzando sensibilidad y evangelio. Formación para la misión' busca desenterrar evangelio oculto en experiencias de vida y misión que suponen historia de salvación para quienes las saboreamos"
"Para estar vivo en la misión bastan dos cosas: amar a otros y curiosidad afectuosa hacia el mundo, el pensamiento, el arte, la política, el ser humano"
"Desde el silencio del desierto y la serenidad del lago he pedido palabra de profeta y sabor de evangelio. Pero también he seguido huellas de sabios convertidas en palabras"
"La reflexión espiritual para la formación tiene las dos cualidades del fuego: iluminar la inteligencia y dar calor al corazón"
"Desde el silencio del desierto y la serenidad del lago he pedido palabra de profeta y sabor de evangelio. Pero también he seguido huellas de sabios convertidas en palabras"
"La reflexión espiritual para la formación tiene las dos cualidades del fuego: iluminar la inteligencia y dar calor al corazón"
| Carlos del Valle
Introducción:
Un buen jardinero sabe que en momentos de crisis hay que invertir en semillas y formación. Con voz baja pero firme, como deberían ser todas las voces, es lo que pretende este libro: esparcir semillas de formación para la misión. Pero antes de esparcir semillas el misionero deberá “vivir como la semilla que espera en la oscuridad la llamada de la primavera” (E. Ronchi). Este libro trata de formación espiritual, porque formación para la misión es revestirse de espiritualidad misionera.
Para estar vivo en la misión bastan dos cosas: amar a otros y curiosidad afectuosa hacia el mundo, el pensamiento, el arte, la política, el ser humano. De forma más intuitiva que racional a lo largo de las páginas vamos asomándonos a realidades que nos configuran como misioneros, desde un conocimiento, más que informativo, performativo, un conocimiento enamorado, entrañado. La reflexión espiritual para la formación tiene las dos cualidades del fuego: iluminar la inteligencia y dar calor al corazón.
En formación los universales son peligrosos; deforman la realidad y se convierten en prejuicios y etiquetas que alejan de la persona concreta. Declaraciones generales de buenas intenciones no comprometen a casi nada. Pero a veces nos derramamos en abundancias verbales, en saludos a la bandera y formalismos vacíos. En la misión necesitamos palabras claras, ideas frescas. Necesitamos nuevas rutas, nuevas experiencias que dan realidad a nuevos discursos. Para ello esta reflexión trata de mirar las cosas sencillas de la vida y conectarlas con lo que a uno le preocupa y lleva dentro.
La misión es nuestra inspiración y nuestra fuerza. Hablo de la misión que amo y espero. Afirmamos la prioridad de la formación para evitar vivir en un mundo de ensoñación sin tomar en serio los desafíos actuales. Forma en la misión el hacedor de discípulos, más que el organizador de eventos, quien enseña a vivir en la memoria del tesoro escondido. Para eso este libro busca desenterrar evangelio oculto en experiencias de vida y misión que suponen historia de salvación para quienes las saboreamos.
Si solo los animados pueden animar, solo los evangelizados pueden evangelizar. El misionero evangeliza en la medida que es evangelizado. A los miuras se les lima las puntas de las astas para que no afecten tanto. También le hemos limado las aristas al evangelio para que no nos afecte tanto. Así podemos dar por supuesto que alguien que ha pasado 6-7 años en un seminario está evangelizado. Cierto, algunos lo están. Pero hay clérigos que se sitúan en la vida en función del sol que más calienta. Principio de sabiduría es llamar a las cosas por su nombre. Si en buena parte del clero joven hay clericalismo, es porque están escasamente evangelizados y son escasamente evangelizadores. De ahí la urgencia de la formación para la misión.
Estas páginas ofrecen una argamasa compuesta de fe, experiencia y sueño, ayudando también a dejar de soñar la vida y comenzar a vivir los sueños. Lo hago para que la savia del evangelio circule con novedad y sin trombos por las vías de la misión, de la comunidad y de cada persona en ella.
En vez de navegar en aguas profundas, a veces nos ahogamos en un vaso de agua. Profundizar es ejercicio que nos hace mejores, más humanos. La formación para la misión toma en serio nuestra humanidad como narrativa de Dios que vive en este mundo y profundiza en ella. El tiempo reflexivo es importante para la creatividad, porque leer sin reflexionar es comer sin digerir.
En tus manos tienes un libro para ser leído desde la creatividad del silencio. Con reflexiones nacidas del silencio y soledad pretendo iluminar lo insignificante y elevar a plenitud lo ordinario. Parece que lo que ayer eran respuestas hoy son preguntas. Las preguntas claves no están para responder sino para pensar. Nos lanzan a la piscina, pero lo importante es saber nadar, ser capaces de vivir también en la profundidad de preguntas sin respuesta.
El lector encontrará frases que simplifican lo complejo y hacen accesible lo profundo, alimentando espiritualidad y evangelio. Si el lenguaje sencillo hace todo transparente, considero error escribir solo para teólogos creyendo que así evidenciamos nuestra condición de especialistas. Al escribir hay cosas que recojo y entrelazo con mis sueños, porque quien escribe es el eco lo que busca. Escribir es comunicar desde el yo que piensa, siente y al que le afectan los hechos, pensamientos, sentimientos y ante todo la experiencia de Dios en vida cotidiana.
Hay intelectuales que alumbran y otros que deslumbran con más palabras que ideas. Si éste es un texto que nutre y provoca, no basta entenderlo, hay que digerirlo para convertirlo en alimento, en sustancia formativa propia. Es una reflexión que refleja algo de diagnóstico y mucho de deseo. Me gustaría haber aportado palabras que logren crear un clima de escucha y acogida. Que lleguen a ser palabras vivas que comunican, entran en el cuerpo, acarician el corazón, configuran la sensibilidad y despiertan el deseo.
Hay palabras del corazón que se convierten en energía. Espero que, con sensibilidad despierta, ciertas afirmaciones logren pasar de idea feliz a experiencia formativa. No se vive de grandes ideas sino de prácticas concretas, porque hay ideas que conviven en uno sin sentirse afectado y sin crear convicciones. Llevado por ellas el misionero vive abocado a la esterilidad.
La obra refleja una profunda conexión con todo lo que nos rodea. Es fácil distinguir quien habla desde un texto y quien lo hace desde sí mismo. Un buen libro transmite presencia de su autor. Detectamos de inmediato a las personas que son lo que dicen. Pero también en vida misionera hay batallitas clericaloides alejadas de lo importante. Aquí he querido transmitir una gramática de la fe que incluya la vida, con deseo de salir de un discurso agotado, para construir otro con sabor a actualidad.
Desde el silencio del desierto y la serenidad del lago he pedido palabra de profeta y sabor de evangelio. Pero también he seguido huellas de sabios convertidas en palabras, tomando prestadas palabras ajenas y haciéndolas propias. Mi reconocimiento y gratitud a Amadeo Cencini, buen amigo que tanto ha inspirado algunos de los contenidos importantes de estas páginas. En nuestra plataforma formativa en Roma nos ha ayudado tanto con sus reflexiones y entusiasmo.
Para la formación esta obra busca entrelazar sensibilidad humana con evangelio. Hace hablar a experiencias que escriben páginas vitales en modo sólido más que rígido, no tan pendientes de anunciar sino de testimoniar y contagiar. Siguiendo la cultura de la prensa que funciona con titulares, al encabezar apartados he buscado algún título metafórico que sea a la vez sugerente, provocador, chispeante.
Etiquetas