'Filosofía, ética y pensamiento psicosocial hispanoamericano' En diálogo cultural hacia el humanismo con la educación
Los pobres son el lugar (realidad) social y espiritual-teologal donde es negada la fraternidad solidaria y la justicia liberadora
Las víctimas y los pobres que son los que mueren antes de tiempo, debido a todo este mal e injusticia que sufren, a los que se les roba la dignidad y el bien común, que debe restituirse a todos los seres humanos y pueblos
| Agustín Ortega
En mi nuevo libro trato de recoger el legado de estudios, autores, pensadores, filósofos o teólogos humanistas, críticos, personalistas y latinoamericanos muy queridos, tan significativos en la realidad histórica. Reconocidos incluso por el mismo Papa Francisco, (por ejemplo) el recientemente fallecido J. C. Scannone, a los que felicita y valora constantemente por toda su fecunda contribución a la humanidad, al pensamiento, a la teología e iglesia. Es un pensamiento, filosofía y espiritualidad realmente liberadora que transmite el amor fraterno, regalado por Dios desde la fe, hacia aquellos a los que se les niega, a los pobres, excluidos y víctimas. El método (camino) de todo este pensamiento y teología es el Don, la Gracia del Amor de Dios-digno de fe, que se realiza en la opción por los pobres como sujetos de la misión, de la justicia y la liberación integral de todo mal e injusticia.
Desde este Don gratuito del amor y la vida, Dios mismo, se opta por aquellos a los que estas idolatrías del tener, propiedad y capital: empobrecen o excluyen; por los pobres y oprimidos. Frente a todo egoísmo e individualismo, que solo se mueve por el interés con sus ídolos del poder y la riqueza-ser rico. Si en Europa se planteó como hacer filosofía y teología después de Auschwitz, en América Latina y Sur empobrecido se realiza en el mismo Auschwitz, desde Ayacucho o El Mozote, ese lugar real y actual del mal e injusticia, que padecen los hambrientos y pobres del Sur.
Es primordial esta praxis ética y espiritual de la fe, la contemplación y la justicia con los pobres para transmitir el amor, Dios mismo, a estos empobrecidos en el mundo. Los pobres son el lugar (realidad) social y espiritual-teologal donde es negada la fraternidad solidaria y la justicia liberadora. Las victimas y los pobres que son los que mueren antes de tiempo, debido a todo este mal e injusticia que sufren, a los que se les roba la dignidad y el bien común, que debe restituirse a todos los seres humanos y pueblos. Desde la misma fe, el Dios que se revela y encarna en Jesús es el Dios de la vida, que ama y hace justicia a los oprimidos, a las víctimas, Dios de los pobres y excluidos.
Como se afirma bellamente, el pensamiento (la filosofía) y la teología es una carta de amor a los otros, a Dios mismo. El método filosófico-teológico, por tanto, es esta ética y espiritualidad real, de encarnación, que bebe del propio pozo de la realidad de los pueblos con sus alegrías, sufrimientos, esperanzas e injusticias que padecen, con su cultura y sabiduría (espiritual) popular. Es una filosofía y teología (mística) de los ojos abiertos, con la espiritualidad misericordiosa del buen samaritano que contempla y encuentra el sufrimiento del explotado e inocente, junto a Dios, para hacerse prójimo de ese otro oprimido y promover la caridad política. Esto es, ese amor constitutivamente social y civil que promueve la justicia con los pobres, en contra de las pobrezas, las desigualdades e injusticias.
Es la inherente dimensión pública del amor solidario, la caridad política que va a las causas de los problemas e injusticias que padecen los empobrecidos, impulsando la liberación integral de todo mal, injusticia y pecado (personal, social, estructural e histórico). Esas estructuras sociales e históricas de pecado e injusticia que niegan la vida, la dignidad y los derechos de los pobres; con el individualismo posesivo de la propiedad que, como ídolo, niega el primer principio del destino universal de los bienes, la justa distribución de los recursos.
De esta forma, se manifiesta una ética unida a la espiritualidad que efectúa el don que libera y salva ya en la realidad histórica, con una liberación simultánea e integral. La liberación política de las estructuras sociales injustas, de los sistemas políticos opresores y los mecanismos económicos inmorales que causan la inequidad de la pobreza y la miseria. La liberación personal de la inhumanidad y alienación, que impide que el ser humano se realice como protagonista transformador de la historia, que no cultive la utopía en la esperanza. La liberación espiritual del pecado, del egoísmo (egolatría) que rechaza a los otros, a la humanidad y a Dios, dejándose esclavizar por los ídolos de la riqueza-ser rico, del poder y la violencia.
El Don del amor fraterno y la salvación se van realizando ya en las liberaciones sociales e históricas, que culminan en la vida trascendente, plena y eterna, en la tierra nueva y los cielos nuevos. Por tanto, en esta ética y mística de los ojos abiertos, que está unidad inseparablemente a la caridad política, hay que ejercer el discernimiento en los signos de los tiempos, en la densidad del presente: para valorar que realidades y mediaciones humanas, sociales e históricas pueden ir anticipando más el amor fraterno y la solidaridad, el Reino de Dios y su justicia; con la esperanza y reserva trascendente (esa vida plena-eterna), que impide que ninguna realidad de lo humano agote ni se identifique con el amor solidario y la justicia en plenitud, con el propio Reino de Dios. Frente a todo totalitarismo, fundamentalismo y confesionalismo político.
Desde esta filosofía y teología se nos plantea una espiritualidad de la felicidad con las buenas noticias, las bienaventuranzas, que trae la pasión por la paz, el perdón y la justicia con los pobres, el encuentro con el Dios del Reino. Y con la pobreza solidaria, como pobres con espíritu, caminamos en la realidad histórica, en el discipulado del seguimiento de Jesús. Esa existencia libre y liberadora en la civilización de la pobreza fraterna con la solidaridad de vida, de bienes y luchas por la justicia con los pobres de la tierra. En contra de la civilización de la riqueza con sus idolatrías del poseer-ser rico y tener, que se ponen sobre el ser en la solidaridad fraterna.
De ahí que esta fraternidad con el otro y universal, sustentada Dios, lleva a la macro-caridad, en la búsqueda de la civilización del amor, de la globalización de la solidaridad, del trabajo digno, de la paz y la ecología integral con un buen vivir real. Frente a la del capital, de la guerra y la destrucción ecológica. Tal como nos mostró todo lo anterior igualmente esos queridos testimonios como, por ejemplo, San Oscar Mons. Romero, pionero em nuestro tiempo de toda esta justicia social, ambiental y de los derechos humanos. Por todo lo anterior, le damos gracias a Dios junto a todos estos pensadores, testigos y mártires. Ellos vivieron y fueron luz con todo ese amor a los pobres, a Dios y a su iglesia, tal como nos transmite todo ello el Papa Francisco. Y terminamos con el deseo de que nos sigan fecundado más, por muchos años, con su sabiduría filosófica, teológica y espiritual.