López Baeza, en PPC La fragancia del Evangelio

(Antonio Aradillas).- Vaya por delante, y con conocimientos y experiencias ascéticas, místicas, como poeta y sacerdote comprometido con la pastoral entre los obreros, que Antonio López Baeza , el autor de "Carlos de Foucauld, la fragancia del Evangelio", es un "cura del Vaticano II y escritor de arraigada afición".

Editado recientemente por PPC en su colección "Sauce 199" al que aquí y ahora hago grata y "cum laude" referencia, se ha propuesto nada menos que intentar responder a preguntas como estas: ¿Qué tiene Carlos de Foucauld, quien tras su conversión se retiró durante casi cuarenta años al desierto para atraer tan poderosamente a muchos de los espíritus más perspicaces de nuestra época?

¿Cuál es el núcleo esencial del mensaje de este creyente, vizconde, convertido en sirviente de las monjas Clarisas de Nazaret, después monje trapense, ermitaño y misionero en el Sáhara, por haber conseguido hacer de la fidelidad a Dios y a su propia personalidad una misma e idéntica realidad?

¿Quién sabe hasta donde llevará el camino abierto por este hombre de Dios, con quién habrá que contar en el alba del siglo XXI, con tantos ingredientes en su vida, imprescindibles en el seguimiento de Jesús de Nazaret, y "materia e imitación" en el cofre de su vida ejemplar, y con decidido empeño de que el esquema de su santidad consiste en no separar nunca, ni para nada, la fe en Dios de la fe en el hombre?

Apartados como "la contemplación y servicio a los pobres, "la adoración al Eterno", "escuela de servicio"," volvamos al evangelio"," encontrar en mí mismo al Dios que me busca"," sólo es digno de fe un Ser Supremo que hace de su superioridad un servicio", "ser humanos a la manera divina"," elocuencia del silencio enamorado,"el evangelio más allá del catecismo y del Derecho Canónico"," el sacramento del último lugar"," bajar para encontrarse con Dios", "no vivimos para tenernos que morir"," la alegría de tener hermanos en todas partes", "la alegría de la fe", " la felicidad humana y su fecundidad dependen del amor", " para sacar amor de donde no hay amor", "sencillez en todas las manifestaciones eclesiales", "la familia humana y la familia celestial", "la fraternidad de los ricos a través de la fraternidad con los pobres", "la llamada del desierto", "la condición peregrinante de la Iglesia","una mirada de amor sobre el mundo y la vida", "la vida no me pertenece si no es compartida", " hablar de los derechos humanos es un deber de los evangelizados", " evangelizar con la simple presencia", " cuidar al máximo el diálogo interreligioso", "el buen entendimiento de la catolicidad", "misión no colonizadora"... y otras ideas con letras capitulares, siembran de estrellas azules las páginas del libro que comento, con destellos de pastoral franciscana y como infalibles repuestas de luz y de salvación.

De entre las "profecías" anticipadas por Carlos de Foucauld que se destacan en el primer centenario de su muerte (a.1916), el autor del libro destaca estas: el futuro de la Iglesia es el desierto, Nazaret es la fraternidad universal, Jesús, gritar el evangelio con la vida, el último lugar, una Iglesia de resucitados, el abandono en Dios...

¡De no ser así, no será Iglesia la Iglesia de Cristo...¡

Aunque tal exclamación no alentara, por ahora, sino todo lo contrario, el posible proceso de beatificación- canonización de Carlos de Foucauld, al igual que la de otros, es ocioso advertir que los profetas no aspiran de por sí a ser inscritos en los listados oficiales del Año Cristiano. Les basta y les sobra con que sus nombres sean invocados, y sus obras imitadas por el resto del pueblo de Dios. Todo muy franciscano, actual y, sobre todo, evangélico.

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