"Creo que estamos ante un autor y un libro magníficos" 'Redescubrir a Jesús de Nazaret. Lo que la investigación sobre el Jesús histórico ha olvidado', según James Dunn
"La investigación sobre el Jesús histórico ha resultado infructuosa en gran medida porque los investigadores anteriores comenzaron sus trabajos desde el lugar equivocado"
"Para Dunn ha existido un triple fallo a este respecto que es precisamente lo que va a tocar en los tres capítulos que forman este libro, un fallo en cada uno"
"Es un hecho que en el lado creyente se han dado muchos excesos cuando ha pesado más un dogma. Pero con Dunn estamos en terreno firme. El tema que toca este libro es de primera magnitud, y el subtítulo sin duda no deja indiferente a nadie"
"Personalmente creo que estamos ante un autor y un libro magníficos"
"Es un hecho que en el lado creyente se han dado muchos excesos cuando ha pesado más un dogma. Pero con Dunn estamos en terreno firme. El tema que toca este libro es de primera magnitud, y el subtítulo sin duda no deja indiferente a nadie"
"Personalmente creo que estamos ante un autor y un libro magníficos"
| Alfonso Pérez Ranchal
En estos capítulos he planteado que la investigación sobre el Jesús histórico ha resultado infructuosa en gran medida porque los investigadores anteriores comenzaron sus trabajos desde el lugar equivocado, o sea, empezaron a partir de premisas erróneas y contemplaron los datos importantes desde una perspectiva errada.
James Dunn
Una anterior reseña que realizaba a este autor la abría diciendo que James Dunn era uno de los mayores eruditos del Nuevo Testamento a nivel mundial, y que era reconocido por muchos como el más grande experto en Pablo de Tarso. Por supuesto lo sigue siendo pero lo que ha sucedido durante este tiempo que media entre una y otra reseña es que tristemente nos ha dejado. El fallecimiento de este reconocido autor se produjo el pasado junio de 2020. En un artículo con motivo del deceso de Dunn el teólogo Xabier Pikaza decía lo siguiente:
"Acaba de fallecer (26.6.20), y con él desaparece uno de los grandes exegetas, historiadores y teólogos de finales del siglo XX y principios del XXI. Era un erudito universal, un pensador agudo, un grandísimo teólogo, respetuoso, ecuménico, tradicional y moderno, en el mejor sentido de la palabra. (...) Ha sido y seguirá siendo uno de los investigadores bíblicos más significativos, desde una perspectiva científica y creyente".
Esto de ser científico y creyente para algunos es como el aceite y el agua, lo que no deja de ser un prejuicio en el sentido negativo del término y no como lo usaría la filosofía hermenéutica de Gadamer. Es más, algunos usan el calificativo de “independiente” para referirse a sí mismos y a otros que no pertenecen a ninguna confesión eclesiástica. Como si eso les confiriera cierto grado de objetividad, de un peso académico que otros no tuvieran.
Dicho lo cual, es un hecho que en el lado creyente se han dado muchos excesos cuando ha pesado más un dogma, un credo o una declaración de fe de no sé cuántos puntos que un estudio serio y abarcante del tema. Pero con Dunn estamos en terreno firme y las palabras anteriormente citadas de Pikaza hacia un colega de otra confesión son buena muestra de ello. El tema que toca este libro es de primera magnitud, y el subtítulo sin duda no deja indiferente a nadie.
Jesús de Nazaret es el elemento esencial de la religión que más ha influido y ha dado forma a la cultura occidental, y una figura clave de la historia. En el caso de los cristianos el interés por Jesús es todavía mayor ya que consideran que Dios se reveló a través de este hombre de una forma especial, como nunca antes.
La llamada investigación sobre el Jesús histórico comenzó hace más de dos siglos y para este autor «presenta desde sus mismos comienzos importantes fallos en la manera de percibir tanto a Jesús como a la propia investigación» (pp. 10, 11)... y esto ya es decir mucho.
Para Dunn ha existido un triple fallo a este respecto que es precisamente lo que va a tocar en los tres capítulos que forman este libro, un fallo en cada uno. Por tanto tenemos el siguiente contenido:
La primera fe. ¿Cuándo se convirtió la fe en un factor en la tradición de Jesús?
Antes de los evangelios. ¿Qué significaba recordar a Jesús en los primeros momentos?
El Jesús emblemático. De la exégesis atomizada a los subrayados sistemáticos.
En el capítulo uno, como decía, se presenta el primero de los olvidos de la investigación histórica que fue el impacto que Jesús tuvo sobre aquellos originales oidores que hizo que se convirtieran en sus discípulos y que apareciera en ellos la fe. Para Dunn este debe ser el punto de partida esencial ya que es aquí en donde nace el cristianismo. Esta consideración de la fe mucho antes de la muerte y resurrección de Jesús no ha sido correctamente pensada. A continuación va a realizar un recorrido por las llamadas búsquedas del Jesús histórico con sus principales exponentes.
La primera fase de esta búsqueda fue la época liberal. La misma tenía el objetivo de sacar a la luz, de liberar al Jesús histórico de lo que había sido el Cristo de la fe. Este último habría sido el resultado de una sucesión de dogmas eclesiales y ahora se trataba de ir quitándolos capa a capa. El resultado no podía ser otro, y así la búsqueda liberal presentó a un Jesús que nada tenía que ver con el Cristo del dogma. En este proceso ya quedó claro que si se dejaban a un lado los credos y los dogmas lo que también implicaba era suprimir la fe de los primeros cristianos.
Adolf Harnack sostuvo que fue Pablo el que desarrolló el cristianismo que sería considerado ortodoxo. Fue una auténtica transformación ya que el judío Jesús lo único que predicaba era un mensaje moral, y Pablo lo convirtió en una religión de corte helenístico con su culto sacrificial. Esto también significaba -según Harnack- que Pablo había hecho de Jesús mismo el mensaje distanciándose de nuevo del Jesús real ya que el Galileo centraba su mensaje en el reino de Dios. A últimos del siglo XIX el consenso era que el Cristo de la fe había engullido al Jesús histórico, los evangelios eran el resultado de esa fe.
La siguiente búsqueda dio comienzo con Gunter Bornkamm en la década de los 50 del siglo XX, pero muy marcada por la anterior de tal forma que en su libro Jesús de Nazaret Bornkamm sostenía que en todo relato sobre Jesús estaba presente la fe de la comunidad, incluso si fuera auténtico. Es esta tradición la que habla sobre Jesús, de la que procede el kerigma, y no es posible acudir a los evangelios buscando simplemente lo histórico ya que lo que encontramos en ellos es la confesión de fe de la comunidad en la figura de Jesucristo, resultado de la unión del hombre Jesús y del Cristo de la fe. De nuevo el Jesús histórico quedaba oculto por el kerigma pospascual.
El último episodio de esta historia lo representa el Jesús Seminar con Robert Funk al frente. Todo aquello que pueda ser identificado como resultado de la fe de las comunidades debe ser considerado no auténtico. Por ello el Jesús que aparece para Funk es «un espíritu» o un «sabio errante» tal y como apunta en su libro de 1996 Honest to Jesus.
Esta forma de proceder considera que la fe desorienta al estudioso: «La fe es mala, la historia es buena. El Cristo de la fe es precisamente lo que necesitamos dejar atrás, la perspectiva de la fe ensombrece y engaña» (p. 26). Lo que comenzó como una protesta contra tanto dogma en la práctica ha significado una sospecha total sobre los evangelios.
Para Dunn esta ofensiva tiene dos errores básicos. Por un lado, la fe de los discípulos está presente desde el primer momento y es desde ella que nos llega cualquier información sobre Jesús; por el otro, «hemos de reconocer la falacia que supone considerar que el Jesús real debe ser un Jesús desprovisto de fe, diferente al Jesús de los evangelios» (p. 26).
En el segundo de los capítulos James Dunn comienza diciendo que Gutenberg en la Europa del siglo XVI provocó una revolución con la imprenta, y lo fue también en la mentalidad de tal forma que con el paso del tiempo se daba como algo normal pensar que para que las palabras se preservaran a través del tiempo había que escribirlas.
Al presente esta mentalidad es la que continua y así cuando miramos al pasado con su forma de enseñanza y aprendizaje aparece de forma automática en nuestra mente el texto escrito. Es así cómo concebimos que la información puede llegar a cada generación de forma fiable... pero la Palestina del siglo I era una cultura oral. Se conocían textos escritos, pero lo oral predominaba, y esto también pone de manifiesto nuestra escasa comprensión de un tipo de cultura como esta.
Debemos tener presente que en la Palestina del tiempo de Jesús no llegaba al 10 % la tasa de alfabetización, menos del 10 % en el Imperio y posiblemente en torno al 3 % en la Palestina romana. Otros estudiosos discuten este 10 % para la Palestina del tiempo de Jesús, pero podemos dar la cifra por buena.
Eran los sacerdotes, los fariseos, escribas y funcionarios una minoría en la que se concentraba la alfabetización, y la gran masa de la población, su conocimiento de la Torá, lo había adquirido escuchando cuando alguien la leía. Ante esto debemos considerar que los seguidores de Jesús eran en un buen número analfabetos exceptuando, por lo que sabemos, a Mateo. Es más, se podría aceptar que alguno de sus seguidores sabiendo escribir pudiera haber tomado notas pero «sigue siendo sumamente probable que la más primitiva transmisión de la tradición sobre Jesús se realizase de forma oral» (p. 51).
Con esta mentalidad de textos escritos es que la investigación sobre el Jesús histórico comenzó. Además partían de la idea de que cuanto más primitiva fuera la fuente en torno a Jesús más fiable era. Desde aquí se abordó el estudio de los sinópticos, y si bien se apuntaba a las tradiciones orales, a finales del XIX la investigación se centró en lo se que llamó la teoría de las dos fuentes o de los dos documentos.
En este panorama es que apareció la crítica de las formas con el propósito expreso de trascender y deshacer el paradigma literario y centrarse en la fase oral. Bultmann es el teólogo más conocido de este tipo de crítica.
Pero los que se dedican al estudio de la tradición sinóptica aceptan que no es posible recuperar la tradición oral, el material original, ya que esta forma de transmisión era cambiante y dependía y variaba dependiendo del contexto en el cual se repetía cada vez. Por eso la mayoría se conforma si el material se puede explicar en el contexto en el cual nos ha llegado, es lo que tenemos, la última de las versiones y además escrita. Pues bien, para Dunn este proceder, esta concepción y conclusiones suponen «la segunda gran deficiencia de la investigación sobre el Jesús histórico» (p. 60).
A continuación pasa a comentar algunos estudios que se han realizado sobre culturas orales y cómo con los mismos se ha intentando llevar algo de luz a la época de los evangelios. Para Dunn todos estos estudios tienen una enorme carencia ya que ignoran el impacto que produjo Jesús y sus palabras en los discípulos originales. Es aquí, con este impacto inicial, que comienza la tradición y que quedaría así bastante fijada desde sus mismos inicios, antes de la pascua. Dicho lo cual, Dunn va a citar la importante y poco conocida obra de K. E. Bailey resultado de tres décadas en contacto con aldeas de Oriente Medio. Son aldeas con una cultura oral que han mantenido su identidad a través del tiempo y que serían un adecuado paralelo a cómo tuvo que ser la cultura oral en la Galilea en la que vivió Jesús.
El último de los capítulos toca el tercero de los errores: se ha buscado a un Jesús que fuera diferente al esperable en su entorno. Esto llevó a otro error como fue el «hallar» a un Jesús que sencillamente no fuera judío y colocó una premisa que fue aceptada y que apuntaba a que se debía identificar todo aquello que destacara en este sentido.
Ante esta visión de lo judío en Jesús como algo no deseado es que apareció la tercera búsqueda que llega hasta nuestros días. Esta nueva investigación parte precisamente de la premisa: Jesús era judío, o mejor, Jesús el judío. Aquí es en donde se enmarca Dunn con su Jesús recordado.
Tampoco olvida Dunn realizar una crítica sobre los llamados criterios «de autenticidad» que fueron puestos en práctica por los seguidores de Bultmann.
Finalmente, nuestro autor pasa a bosquejar al Jesús emblemático del que sí que es posible conocer palabras, acciones y experiencias esenciales registradas en los evangelios.
Personalmente creo que estamos ante un autor y un libro magníficos. Poco me resta añadir ya que me he centrado en realizar una presentación de lo esencial para que el potencial lector pueda conocer con antelación qué se va a encontrar. Como decía al principio, la fe no está reñida con la erudición y mucho menos es irreal y sospechosa… tal vez sea todo lo contrario, y una muy brillante vía para sustentar esta posición es la que este brillante autor nos invita a considerar en estas páginas.
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