Joan Chittister, en Sal Terrae Bajo la luz de Dios. La sabiduría de los monjes del desierto

(Antonio Aradillas).- El desierto -el yermo- es lugar sagrado por antonomasia. En la historia de las culturas y de las más antiguas religiones, el desierto-yermo es templo de la Divinidad. Academia de reflexión. Es reposo y contemplación.

Encuentro -reencuentro- con uno mismo y con Dios y, paradójicamente, también con los hermanos. Es naturaleza por esencia, presencia y potencia. Es descubrimiento de lo que Dios es y quiere, de quienes creen y apuestan por creer hasta sus últimas consecuencias. El desierto es vocación. Es refugio, acogida y amparo. En tiempos como los actuales, en los que las prisas y los ruidos desnaturalizan a los seres humanos, el desierto-yermo es además, clínica, hospital y sanatorio. Es casa de socorro para el cuerpo y el alma...

Y es precisamente al desierto a donde les lleva, y habilita a sus lectores, la estancia, la escritora Joan Chittster, psicóloga social y notable conferenciante internacional, una de las autoras más importantes e influyentes de nuestro tiempo, a la vez, miembro de la comunidad benedictina de Erie, en Pensilvania.

A tan sagrado y docente lugar, les conduce, y prepara, con la publicación de su último libro titulado "Bajo la luz de Dios", con el luminoso y clarificador subtítulo de "La sabiduría de los monjes del desierto", editado por "Sal Terrae" en su colección "El pozo de Siquém", con bíblica y adoctrinadora referencia a la antigua "Nablus que fue la ciudad en la que Dios le prometió vivir al patriarca Abrahám"

En sus parajes, la autora del libro hace presentes a supuestos personajes monásticos como el "Abba" Moisés, Antonio, Poeman, Evagrio, Arsenio, Hierax, Amoes, Epifanio, Pambo, Zósimo, Pior, Sisoé, Juan el Menor, Teodoro y otros, quienes adoctrinan a sus visitantes con sabios y simples consejos.

De entre ellos, pongo el acento y la reflexión en estos: "Si tienes corazón, puedes salvarte". "Busca a Dios, no el lugar en el que Dios habita". "Hemos abandonado una carga liviana -la autocrítica-, y hemos cargado con una muy pesada, que es la autojustificación". "Nunca quise un trabajo que fuese útil para mí, pero que significara la ruina de mi hermano" "Yo me rijo por la expectativa de que lo que ayuda a mi hermano es provechoso para mí". "Cuando veas a un hermano dormitando durante el Oficio Sagrado, más que pellizcarle para que se mantenga despierto, recostaría su cabeza en mis rodillas y lo dejaría descansa" "Se puede ser solitario en la mente de uno mientras se vive entre la multitud y un solitario puede vivir en la multitud de sus propios pensamientos". "Al igual que el tesoro expuesto se gasta rápidamente, cualquier virtud que se hace famosa y se publicita, se desvanece".

¡Qué listos, que educadores y qué santos resultan ser estos presuntos abades y ermitaños, que en contacto y relación personal y directa con Dios, en el inmenso templo del desierto, abrieron las puertas de sus almas, para ser adoctrinados por Él y, a la vez, llegar a ser más evangelizadores de sus posibles visitantes...¡

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