Liturgia del 4º DOMINGO DE CUARESMA 2025 (C)

Liturgia del 4º DOMINGO DE CUARESMA 2025 (C)
Liturgia del 4º DOMINGO DE CUARESMA 2025 (C)

4º DOMINGO DE CUARESMA 2025 (C)

El amor permanente y entrañable de Dios Padre, que nos habita y sostiene, la presencia luminosa de Jesús Resucitado, su Luz y el impulso de su Espíritu ESTÁN con todos vosotros.

Y con tu Espíritu


MONICIÓN DE ENTRADA


La parábola del hijo pródigo, por su gran sabiduría, bien podría declararse como Patrimonio de la Humanidad. Nos habla de tres actitudes arquetípicas que se dan en cada uno de los seres humanos, aunque en diversos grados y de diferentes formas. Todos somos ese hijo menor que se deja llevar por su rebeldía y hedonismo. También somos ese hijo mayor que cumple normas, sin que éstas le cambien por dentro o le hagan mejor persona. Por último, estamos llamados a ser ese Padre bueno que acoge, que sabe reconocer como hijo tanto al que viene vestido de harapos como al que permanece en casa pero con el corazón helado: llamados a ser Padre bueno con nosotros mismos y con nuestros semejantes.


ACTO DE RECONOCIMIENTO


Para ser Padre bueno con nosotros y con nuestros semejantes debemos dejar rebosar hacia fuera las cualidades que Dios-Abba nos ha dado y a través de las cuales Él se hace presente. Por eso ahora nos hacemos conscientes de ellas y nos comprometemos una semana más a ponerlas a dar fruto.


Nos has dado Padre el don de la PAZ, la interior que nos da tu presencia y la exterior que tenemos que construir todos juntos. Nos comprometemos a vivirla cada día diciendo: Nos comprometemos Señor


Nos has dado Padre el don del AMOR, el que Tú nos manifiestas en nuestro interior y en todo lo que nos das, y el que nosotros queremos dejar rebosar hacia los hermanos. Diciendo: Nos comprometemos Señor


Nos has dado Padre los dones de la BONDAD y la AYUDA queremos vivirlos preocupándonos de nuestro desarrollo personal y de ayudar a los demás en todo lo que podamos. Por eso decimos: Nos comprometemos Señor


Dios Padre amoroso TIENE siempre misericordia de nosotros, conoce nuestras limitaciones y nos guía de su mano a la vida eterna.

ORACIÓN COLECTA


Al oír esta parábola,

el corazón nos da un vuelco.

Jesús retrata fielmente

al “Padre” que está en el cielo.

Dios es todo corazón

y, cuando nos ve a lo lejos,

como aquel padre amoroso,

sale siempre a nuestro encuentro.


No quiere ajuste de cuentas.

No defiende sus derechos.

Al pedir perdón, nos tapa

nuestra boca con sus besos.

Nos regala las sandalias,

anillo y vestido nuevo.


Perdona, olvida, acaricia

con sus manos nuestro cuello.

Se alegra al mirar con vida

al hijo que estaba muerto.

Por eso, celebra fiesta:

“El Hijo perdido ha vuelto”.

¡Qué suerte tener un Dios,

misericordioso y bueno,

que deja su casa abierta,

soñando nuestro regreso!


Señor, juntos como hermanos,

Hemos venido a tu Templo.

Mil gracias por invitarnos

al Banquete del Cordero.


Lectura del libro de Josué 5, 9a. 10-12


En aquellos días, el Señor dijo a Josué:

—«Hoy os he despojado del oprobio de Egipto».

Los israelitas acamparon en Guilgal y celebraron la Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó.

El día siguiente a la Pascua, ese mismo día, comieron del fruto de la tierra: panes ázimos y espigas fritas.

Cuando comenzaron a comer del fruto de la tierra, cesó el maná. Los israelitas ya no tuvieron maná, sino que aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.

Palabra de Dios.


Salmo 33


R. Gustad y ved qué bueno es el Señor.


Bendigo al Señor en todo momento,

su alabanza está siempre en mi boca;

mi alma se gloría en el Señor:

que los humildes lo escuchen y se alegren. R.


Proclamad conmigo la grandeza del Señor,

ensalcemos juntos su nombre.

Yo consulté al Señor, y me respondió,

me libró de todas mis ansias. R.


Contempladlo, y quedaréis radiantes,

vuestro rostro no se avergonzará.

Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha

y lo salva de sus angustias. R.


Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5, 17-21


Hermanos:

El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.

Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación.

Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación.

Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio.

En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.

Palabra de Dios.


Lectura del santo evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32

R/Gloria a ti, Señor.


En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:

—«Ése acoge a los pecadores y come con ellos».

Jesús les dijo esta parábola:

—«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:

"Padre, dame la parte que me toca de la fortuna".

El padre les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.

Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.

Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.


Recapacitando entonces, se dijo:

"Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino a donde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros".

Se puso en camino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.


Su hijo le dijo:

"Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo".

Pero el padre dijo a sus criados:

"Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado".

Y empezaron el banquete.


Su hijo mayor estaba en el campo.

Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.

Éste le contestó:

"Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud".


Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.

Y él replicó a su padre:

"Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado".


El padre le dijo:

"Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado"».


Palabra del Señor.

R/Gloria a tí Señor Jesús


HOMILÍA

La parábola de hoy, mal llamada del “hijo pródigo” porque el protagonista es el padre, tuvo que ser muy impactante para los oyentes de Jesús. Para los fariseos, que son a quienes le dirige la parábola, un escándalo, para la gente sencilla una luz impresionante porque les estaba descubriendo un Dios que nunca hubieran pensado que era así.

Todavía hoy, muy atados a una religión tradicional de ritos, normas y cultos, no nos acabamos de creer esta parábola, no acabamos de ver a Dios tal como Jesús nos lo presenta.

Para comprenderla mejor tengamos en cuenta las costumbres hereditarias de los judíos de aquel tiempo: Los hijos heredaban a la muerte del padre (la madre no contaba); por supuesto el padre podía repartir parte o toda su herencia antes de su muerte. Pero en ese caso, la iniciativa era del padre, no del hijo. Y si un hijo recibía su herencia antes de la muerte del padre, el hijo se quedaba en casa para atenderlo en su ancianidad. Si hay dos hijos, la propiedad se divide en tres partes: dos van al hijo mayor, y la tercera va al hijo menor.

Tampoco podía vender la tierra de los antepasados. Sin embargo, este hijo menor recibe su herencia y la vende toda unos días después para tenerlo todo en efectivo e irse.

Así que la parábola rompe todos los esquemas de la tradición y leyes judías.

Con esta parábola Jesús nos está mostrando la índole de Dios, el corazón de Abbá, y de paso anuncia la mejor noticia que el ser humano haya podido recibir.

Si el hijo que vuelve fuese admitido en casa como peón, por pura bondad, podríamos hablar de un padre justo y misericordioso, pero el padre de la parábola es mucho más que eso y le restituye a la condición de hijo. Así nos mira y nos quiere Dios Padre.

Hay un detalle paradójico que vale la pena observar.

Seguramente os habréis dado cuenta de que en algunas oraciones de la misa me refiero a Dios como Padre y Madre. Esto es algo que varios teólogos, pastoralistas y maestros de oración vienen señalando desde hace un tiempo. La parábola lo deja claro.

El padre en lugar de ceñirse a su papel, velar por la herencia, adopta el papel de madre; es decir, manda al traste la hacienda y su dignidad por el amor incondicional que siente por su hijo.

Desde esta perspectiva los cristianos debemos tener claro, y repetírnoslo muchas veces, que Dios Padre no nos quiere por ser justos y buenos, sino POR SER HIJOS, y que aunque nos alejemos de Él, nos seguirá amando con un amor sin límites.

El abrazo del Padre estrecha nuestros errores, acaricia todas nuestras cicatrices, borra todas nuestras equivocaciones. ¿ACABAREMOS DE UNA VEZ POR TODAS EN CREER EN ESTE DIOS PADRE?

Sabernos amados y perdonados incondicionalmente, nos mueve a amar y perdonar a los hermanos.

Y puesto que hablamos de los hermanos digamos algo del hijo mayor.

Sus palabras nos indican que no vive realmente como hijo, sino como un trabajador mal pagado, ni siquiera se dirige a su padre como padre, está lejos de su corazón (podríamos decir que está más lejos que el hijo menor). Echa de menos a sus amigos, pero no a su hermano.

El padre le recuerda cuál es su esencia: es hijo querido, y es hermano.

Hay muchos hermanos “mayores” todavía en nuestra Iglesia. Se resisten a entrar en la casa de la fraternidad gratuita (de la sinodalidad). Piensan que se deben respetar las leyes que los “justos y sabios” (muchos del pasado) han creado buscando seguridad. 

Se atreven a hablar de Dios Padre sin realmente haberlo conocido, porque no saben estar con las personas más humildes. Se apropian indebidamente del Espíritu, creyendo que lo tienen en exclusiva, y juzgan y rechazan a los que no piensan como ellos. Se esfuerzan por cuidar normas no evangélicas, niegan mesa y mantel eclesiales por preceptos humanos o por falta de misericordia.

Pues para ello, y todos los que piensan como ellos, el evangelio tiene un buenísima noticia, que es la misma que para nosotros:

Saber que así es Dios, como el padre amoroso de la parábola. Y un gran alivio el saber que no se parece en nada al hermano mayor.

La parábola no tiene final.  Termina con la invitación del padre a entrar en casa, perdonar al hermano y celebrar una gran fiesta. No sabemos su reacción.  No sabemos si entró o no entró.

Recibimos la misma invitación. Y sabemos que para entrar en casa del Padre y participar en la fiesta, sólo hay una puerta: la acogida,  el perdón, el amor a los demás. ¿ENTRAMOS?

CREDO


Sacerdote.- ¿Creéis en Dios, que es nuestro Padre, que ha hecho todas las cosas y nos cuida con amor?

Todos.- Sí, Creemos.


Sacerdote.- ¿Creéis en Jesucristo, que ha puesto su Morada entre nosotros, para hacernos conocer a Dios Padre?

Todos.- Sí, Creemos.


Sacerdote.- ¿Creéis en el Espíritu Santo que vive entre nosotros, y anima a la Iglesia y a todos para hacer un mundo mejor?

Todos. Sí, Creemos.


Sacerdote: ¿Creéis en la resurrección y en la Vida eterna, que ya comenzamos a disfrutar aquí y disfrutaremos plenamente al final de nuestro camino por esta vida?

Todos. Sí, Creemos.


ORACIÓN UNIVERSAL


La parábola del Hijo pródigo nos muestra el rostro del Padre Madre que siempre perdona, acoge, ofrece oportunidades y hace fiesta ante un hijo o hermano recuperado. Oremos.


Creemos en un Dios Padre y Madre


• Necesitamos una Iglesia, referente de perdón sin condiciones, de acogida a los más desfavorecidos, capaz de volver sus ojos y corazón a Jesús de Nazaret.


Creemos en un Dios Padre y Madre


• Necesitamos comunidades de fe que apuesten por el Reino, comunidades que ofrezcan segundas oportunidades a las personas, que favorezcan espacios cálidos y seguros para quienes se acerquen.


Creemos en un Dios Padre y Madre


• Necesitamos ciudadanos con conciencia de universalidad, corresponsables más allá de los pequeños mundos familiares o vecinales, que apuesten por la solidaridad universal.


Creemos en un Dios Padre y Madre


• Necesitamos un mundo en paz, que sea capaz de transitar por caminos de diálogo, buscando siempre el bien de los que más sufren, de aquellos que lo tienen más difícil.


Creemos en un Dios Padre y Madre


• Necesitamos ser cauce de perdón, de reconciliación, de apuesta por un mundo distinto: más amable, más habitable, más justo, más hermanado, más para todos.


Creemos en un Dios Padre y Madre


Padre y Madre buena, siguiendo las huellas de Jesús de Nazaret queremos ser hombres y mujeres de bien, que ofrezcamos siempre el perdón, la reconciliación, que hagamos fiesta con los más desfavorecidos de este mundo. Gracias por Jesús que nos ha mostrado tu verdadero rostro y vive por los siglos de los siglos. Amén


En el momento de presentar la OFRENDA de toda la Iglesia oremos a Dios Padre Misericordioso

El Señor reciba de tus manos esta OFRENDA…


ORACIÓN OFRENDAS


Junto a este pan y vino, frutos de la tierra y del trabajo humano, te ofrecemos nuestras vidas. Vidas llenas de errores y de sinceridad, vidas llenas de dolor y de alegría, vidas llenas de perdón y de amistad. PJNS


PREFACIO

El Señor está con vosotros  

Y con tu Espíritu

Levantemos el corazón

Lo tenemos levantado hacia el Señor

Damos gracias al Señor nuestro Dios

Es justo y necesario


No podemos nunca dejar de darte gracias, Dios nuestro,

porque nos has tratado como un padre y una madre

y has salido a nuestro encuentro,

te has adelantado a darnos tu cariño,

sin tener en cuenta siquiera cómo te respondemos.


Gracias por ser como eres, puro amor,

pura bondad y generosidad.

Gracias porque estás en nuestro interior,

porque nos sostienes y nos das vida.

Gracias porque no quieres que ninguno de nosotros

sufra ninguna penalidad.


Te confesamos, Padre, que nos cuesta imaginar tu amor incondicional, gratuito,

porque somos irremediablemente interesados

cuando amamos a los nuestros.

Humildemente, pero también con cariño de hijos,

queremos expresarte ahora nuestro agradecimiento

recitando este himno en tu honor.

SANTO, SANTO, SANTO


CONSAGRACIÓN Y PLEGARIA


Te damos gracias, Padre nuestro, por tu hijo Jesús.

Su atractivo y liderazgo nos ha reunido en torno a Ti.

Jesús es la prueba viviente de tu amor hacia nosotros.

Él nos ha enseñado en sus parábolas que nos buscas,

que nos esperas, que te interesamos,

que te alegras cuando volvemos la mirada hacia Ti,

que celebras fiesta en el cielo

cuando nos encontramos con nosotros mismos

y nos ponemos de nuevo al servicio de nuestros hermanos.


Padre de Jesús y Padre nuestro,

tratamos ahora de recordar toda su vida,

repitiendo las palabras y gestos de su última cena.


Recibimos tu Espíritu con alegría

para que santifique este pan y este vino y

se conviertan para nosotros 

en el sacramento del Cuerpo y + la Sangre de Jesús, en la Persona y la Vida de Jesús, aquí significadas.


El mismo Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan, te dio gracias, lo partió y dijo:

(Pausa)


Tomad y comed todos de él,

porque esto es mi Cuerpo,

que será entregado por vosotros


Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:


Tomad y bebed todos de él,

porque éste es el cáliz de mi Sangre,

Sangre de la alianza nueva y eterna,

que será derramada por vosotros

y por todos los hombres

para iluminar vuestras vidas.

Haced esto en conmemoración mía.


Éste es el Sacramento de nuestra fe.


Anunciamos y proclamamos tu resurrección. Ven Señor Jesús.


Así pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la entrega y resurrección de tu Hijo, te ofrecemos el pan de vida y el cáliz de salvación, que son símbolo de su entrega y fidelidad hasta el final, y te damos gracias porque nos haces sentir  tu presencia.

Deseamos movidos por el Espíritu Santo vivir en el amor y la unidad cuantos participamos del sacramento del Cuerpo y Sangre de Cristo. Y ser signo de amor  y unidad para todos los seres humanos.

Tú acompañas y alientas Señor, a tu Iglesia extendida por toda la tierra; y con el Papa Francisco, con nuestro Obispo N…, y todos los pastores que cuidan de tu pueblo, la llevas  a su perfección por el amor y la caridad

Te damos gracias por nuestros hermanos que durmieron en la esperanza de la resurrección, y en tu misericordia; Tú los has acogido en tu casa para siempre 

Tienes  misericordia de todos nosotros, y así, con María, la Virgen Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y todas las personas sencillas y de buena voluntad confiamos por tu Hijo Jesucristo, compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas. 

V/ Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.

PADRE Y MADRE NUESTRA

EN QUIEN SOMOS Y VIVIMOS.

Santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad

en la tierra como en el cielo

TÚ NOS DAS HOY 

NUESTRO PAN DE CADA DÍA.

TÚ PERDONAS NUESTROS PECADOS

Y NOSOTROS QUEREMOS PERDONAR

A LOS QUE NOS OFENDEN.

No nos dejes caer en la tentación.

Y líbranos del mal. Amen


CORDERO DE DIOS


Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, Tú TIENES piedad de nosotros

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, Tú TIENES piedad de nosotros

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, Tú NOS DAS la paz


Jesús nos invita a ser pan partido y repartido para los demás.


ORACIÓN FINAL


Me amas como río que fluye y me lleva dentro, en su corriente, por cascadas, pozos, remansos y afluentes.

Me amas, invisible, cual el aire que respiro, pero haciéndote presente como viento, brisa, cierzo o huracán al instante.

Como la primavera que renace, así me amas despertándome y seduciéndome con tu savia, perfumes y flores.


Como el verano que abre horizontes con su calor, luz, sueños y frutos, abres mi alma y vientre amándome.

Como el otoño tranquilo y maduro, después de haberme vestido de colores, me amas despojándome y serenándome.

Me amas con un corazón desbocado que se entrega sin importarle los riesgos cuando percibe gemidos humanos.

Me amas con unos ojos que me traspasan, desnudan y llevan, en armonía, al primer paraíso y a la tierra prometida.

Me amas con tus entrañas tiernas y cálidas que dan y cuidan la vida anhelada, siempre nueva, hermosa y, a la vez, desvalida.

Así me amas y siento tu querer, una y mil veces, en mi rostro, en mi mente, en mi vientre, en mi corazón... ¡en todo mi ser!

Por eso no me extraña tu forma de comportarte: que anheles mi vuelta a pesar de mis andanzas, que otees el horizonte desde tu atalaya, que me veas, a lo lejos, antes que nadie, que se te enternezcan las entrañas, que salgas corriendo a mi encuentro, que me abraces con fuerza y llenes de besos...

Y tampoco me extraña tu anillo, traje y banquete, y el que no dudes en acogerme como hijo, pues no quieres renunciar a ser Padre.

BENDICIÓN

El Señor os bendice, os guarda

y en sus palmas os lleva tatuados.

Os acompaña en todos los caminos.

Y hace prósperas las obras de vuestras manos.

Sentíos siempre abrazados y bendecidos por este Dios enamorado,

Padre, Hijo y Espíritu Santo.

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