Misionero salesiano entre los achuar de Perú desde hace 18 años Diego Clavijo: “hay que llegar a la esencia del alma indígena y lograr revitalizar la vida del pueblo con los valores del Evangelio”.

Diego Clavijo
Diego Clavijo

La Iglesia necesita ser autónoma, una Iglesia que se gestiona por sí misma, que no espera misioneros de fuera

Lo que es esencial es saber escuchar y de una u otra forma querer llegar más a fondo en el tema de la cultura

Llega un momento en que el mismo misionero y la Iglesia van a entrar en un proceso de conversión y de cambio. De repente nos falta eso, una actitud, una apertura a ese cambio, porque las seguridades pueden hacer que nosotros no nos abramos y hagamos ese paso de adentrarnos

Aportas de tu riqueza, de los valores que has tenido, del Evangelio, de tu formación espiritual, pero realmente, creo que allí está la clave, salirse de esas estructuras y adentrarse en otro mundo, que se desconoce, pero al que amamos en nombre de Cristo, de la Iglesia

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La búsqueda de nuevos caminos para la Iglesia, que es uno de los objetivos del Sínodo para la Amazonía, debe llevarnos a adentrarnos en experiencias que están presentes en la Iglesia de la región. El Padre Luis Bolla intentó construir una Iglesia ministerial, de encarnación del Evangelio entre los achuar de Perú y Ecuador.

Después de la muerte del salesiano de origen italiano, en una tentativa de que siga el proceso, que no se detenga, otro hijo de Don Bosco, Diego Clavijo, ha dado continuidad a este trabajo. Nacido en Ecuador, el salesiano es misionero en Perú desde hace 18 años. Él fue uno de los que iniciaron la presencia salesiana en la Amazonía del Perú, en 2001, junto con el Padre Bolla.

Según el Padre Diego Clavijo, a la hora de hablar de una Iglesia ministerial entre los achuar, “lo fundamental es que el mensaje del Evangelio es transmitido en su propia lengua, con sus formas y expresiones”, lo que se manifiesta en el “diálogo con sus mitos”, que les ha llevado a introducir la figura de Jesús en sus cosmovisiones.

La Iglesia achuar es una Iglesia misionera, que a través de los diáconos y los diferentes ministerios se hace presente en la vida de las comunidades, que les descubren como presencia divina, espiritual. Los salesianos se han comprometido con este pueblo, para llegar “hasta la esencia del alma indígena y lograr revitalizar la vida de este pueblo con los valores del Evangelio”, reconoce Diego Clavijo.

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¿Cómo se concreta la Iglesia ministerial entre los achuar, cuáles son las dificultades que encuentran, los avances conseguidos en este tiempo de trabajo?

Pienso que lo fundamental es que el mensaje del Evangelio es transmitido en su propia lengua, con sus formas y expresiones, iniciadas por el Padre Luis Bolla, que fue el misionero que ha hecho un proceso más sistemático, constante, de presencia interna en el grupo, ha logrado ese mensaje que pueda entrar, quedar sembrado en el corazón de las familias, jóvenes y niños achuar.

Como fruto de ese proceso, después de más de cuarenta años, vemos ahora como ha calado en el corazón de aquellos jóvenes que recibieron ese primer mensaje y recibieron y aceptaron la invitación de comprometerse en el servicio de sus comunidades cristianas a través de la predicación y del acompañamiento del misionero que de una y otra forma los ha capacitado a nivel de la Palabra de Dios, los ha ido llevando a un diálogo con sus mitos, porque una de las cosas fundamentales, esenciales, del Padre Bolla es que conoció a fondo los mitos achuar, incluso en su propia lengua, lograba explicarlo, lo que es una cosa muy difícil para nosotros que somos de fuera.

A partir de toda esa visión mitológica, como dicen ellos, juntando con el Evangelio, se trata de llegar a un diálogo armónico y sereno, donde ellos van haciendo una síntesis interna, personal, donde dicen que son Jesús achuar, es decir, achuar de Jesús. Ahora, la síntesis de las divinidades que tenían en los mitos está reflejada en Cristo Jesús, y eso les da seguridad, fortaleza, les da orgullo, les da la capacidad de poder revelar a los demás cual ha sido esa síntesis que ellos han llevado.

Visto este proceso, viendo que la Iglesia necesita ser autónoma, una Iglesia que se gestiona por sí misma, que no espera misioneros de fuera, están los ministerios, como el de la Palabra, el de la Eucaristía, que es fundamental, porque ya tenemos bautizados, el ministerio del exorcista, que es clave, porque ayuda al diálogo entre el mundo del chamanismo, el mundo de los espíritus, por ser una religión chamánica, con el Evangelio. Ellos, al lograr esa síntesis, logran iluminar y orientar a su gente en el verdadero sentido de que la fuerza más poderosa es la de Jesús, la del Bien, la de la Luz, la de Dios. En ese sentido, va ayudando a que sus hermanos puedan tener más seguridad, perder los miedos a las supersticiones, a los maleficios que puede haber de parte del mal, y con la fuerza de Jesús enfrentar esos poderes malignos que tradicionalmente vivían en su cultura.

Esa es un poco la síntesis, pienso que si seguimos en este proceso, seguimos formándolos a ellos, y esperamos también que de este centro ministerial que se ha formado entre Ecuador y Perú, con los achuar que están del otro lado de la frontera, pueda llegar un momento en que surjan sacerdotes de su pueblo, de su gente, de su cultura, ya que nosotros, que somos externos, por más que aprendamos la lengua, no tenemos el alcance que ellos tienen desde su sentir, desde su mundo, desde su realidad, el manejo mismo de un lenguaje. Se puede saber el idioma, pero el lenguaje mitológico, ancestral, de los sonidos, es un lenguaje que muchas veces ellos lo utilizan en la predicación y al cual nosotros no alcanzamos, por más que digamos que hablamos o que hayamos aprendido la lengua achuar.

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¿Hasta qué punto, para el pueblo achuar, es importante que el misionero que llega de fuera, hable esa lengua e intente relacionarse con ellos a partir de su propia lengua?

Realmente para ellos, el castellano es algo muy distante, está fuera del alcance. Su lengua materna es la que manejan ordinariamente, el uno por ciento son los profesores, que hablan un poco de español, y nada más. Los misioneros que han venido de Europa a nuestras tierras de América han tenido que aprender el castellano para anunciar el Evangelio. Para ellos es fundamental que se predique en su lengua, ahora que ya tienen traducido el Nuevo Testamento, ellos dicen que ahora sí que entendemos, ahora entendemos el mensaje más a fondo y podemos compartir, podemos profundizar mucho más ese mismo mensaje.

El punto esencial es que no solamente es el texto, sino que el texto, juntamente con la cultura, han logrado un diálogo. Hay ciertas expresiones lingüísticas, que son propias de su cultura, que les dan a entender el mensaje. Por ejemplo, no hay uva, y se habla del vino, Jesús tomó el vino para consagrar y dijo esta es mi sangre, el pan. Son elementos que no hay en su propio mundo, se necesita hacer una reinterpretación de eso. El mismo hecho del pastor, no hay ovejas, pero sí hay el animalito doméstico, el monito, el loro, las gallinas, su ganadito. Esos signos ayudaron a que el Evangelio se pueda plasmar también desde su cultura y su lenguaje, de manera que al leerlo, fácilmente sintonizan. El misionero ha ayudado a ese diálogo entre las dos culturas.

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Usted habla de ministerios. ¿El pueblo acepta la presencia de esos ministerios locales, cómo es la relación entre los ministro y el pueblo, les ve como alguien semejante al misionero, les ven como alguien diferente, cuál es esa relación?

Lo que yo he visto, sobre todo en los diáconos, también en algunos ministros exorcistas que visitan las comunidades, lo que se ha trabajo mucho es que la Iglesia achuar sea misionera, por lo que se han organizado para visitar las comunidades. Al llegar los diáconos, al entrar en su comunidad, los reciben como una persona que tiene una fuerza espiritual especial, en el sentido de que se ve que hay mucho respeto hacia ellos, y al ver que ellos han seguido este camino ministerial, a diferencia del brujo, que puede curar a la gente, pero con una fuerza maligna, ven en el ministro a un agente espiritual que llega a ellos para sanar aquellas situaciones internas de conflictos, de miedos, que van llevando.

Ellos buscan en el ministro su oración, le dicen, reza por mí, ora por mí, necesito tu oración, no solamente porque se sientan mal físicamente, sino porque a veces ellos tienen ciertos conflictos culturales, en los cuales saben que el ministro, más que ser un poder, es un servicio. Ellos buscan esa ayuda, piden ese servicio, lo solicitan, y saben que ese es un compromiso y un deber del ministro el atender y ejercer ese servicio a la comunidad.

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De cara al Sínodo para la Amazonía, ¿cómo esa experiencia del mundo achuar podría iluminar nuevos caminos entre otros pueblos amazónicos?

Creo que lo importante es el hecho de que como Iglesia, no buscamos abarcar demasiado, sino realmente coger un pueblo y con ese pueblo comprometerse a fondo. Ese compromiso va llevando a que el misionero y la Iglesia autóctona, que en este caso ha surgido, puedan realmente llegar hasta la esencia del alma indígena y lograr revitalizar la vida de este pueblo con los valores del Evangelio. Si nosotros logramos en otros pueblos indígenas una reorganización, de territorios y de pueblos realmente, donde no están divididos por parroquias, por jurisdicciones eclesiales o políticas, y abarcamos la totalidad del pueblo, yo creo que esa experiencia ayudaría mucho.

Otro aspecto que me parece que es fundamental, es la confianza que debe haber en ellos. Los inicios siempre son difíciles, y a veces hay muchas dudas y oscuridades, pero la confianza en sus posibilidades, acompañando esto al proceso de formación que se le va dando de forma permanente, continua, no al estilo nuestro, sino según el alcance y las posibilidades que tienen ellos como casados, con hijos, familia, con un trabajo, yo creo que son experiencias que realmente puedan contribuir en otros lugares misioneros, que se pueda hacer el intento.

Muchas veces nos critican mucho que tenemos el poder, y no queremos ceder el poder. En cambio, los pastores evangélicos, ellos son auto gestionados en su Iglesia, y lo han asumido bastante a fondo su propia Iglesia, y la sienten suya. Se trata de hacer sentir que esto no es del misionero que ha venido, sino que esto ya es nuestro, Jesús es nuestro, nosotros estamos en Jesús, somos parte de ese cuerpo y nos sentimos comprometidos. Me parece que ese es uno de los puntos más importantes y relevantes de esta experiencia de inculturación, de encarnación, del Evangelio y de la Iglesia, porque la Tradición de la Iglesia es un valor esencial, que ha servido por muchos años. Ciertamente genera conflictos, porque igual que el anuncio del Reino, entre el pueblo judío y los otros pueblos, generó conflictos, esos cambios también ayudan a fortalecer al pueblo, su identidad.

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En ese sentido, el Papa Francisco insiste mucho en escuchar a los pueblos, una actitud que él ha asumido personalmente y en lo que se está insistiendo mucho dentro del proceso sinodal, en no querer imponer lo que viene de fuera y promover un diálogo entre los conocimientos de los misioneros y las vivencias de los pueblos, para así hacer realidad nuevos caminos para la Iglesia. ¿Cómo podría concretarse todo eso, cuáles deberían ser las actitudes de los misioneros y de los pueblos indígenas para construir esos nuevos caminos?

Diría a nivel personal que lo que es esencial es saber escuchar y de una u otra forma querer llegar más a fondo en el tema de la cultura. El idioma tiene un canal maravilloso por el cual los misioneros logramos adentrarnos, y ese idioma tiene características propias que el misionero debe conocer. De esa forma podrá ayudar a que los pueblos indígenas se abran. El mismo hecho cultural, la mitología, que ahora por los cambios se está descuidando entre los propios pueblos indígenas, pero ellos, en su inconsciente, lo tienen todavía.

Creo que eso ayudaría mucho, es una actitud fundamental. Muchas veces nos parece perder el tiempo, pero llega un momento en que uno dice, ya no estoy pensando como foráneo, ya estoy pensando como si fuera achuar, qué me está pasando. Sentimos nosotros, lo misioneros externos, un cambio, porque estamos asumiendo otro tipo de mentalidad, ya no una mentalidad propia. Porque según nuestra mentalidad debería ser así, así, y así, pero según la mentalidad indígena hice esto.

Llega un momento en que el mismo misionero y la Iglesia van a entrar en un proceso de conversión y de cambio. De repente nos falta eso, una actitud, una apertura a ese cambio, porque las seguridades pueden hacer que nosotros no nos abramos y hagamos ese paso de adentrarnos, por exige mucho. Aprender una lengua indígena cuesta sangre, entrar en su mundo también cuesta sangre, expresar en su lengua cuesta mucho. Creo que ese proceso de cambio debe ser fomentado, orientado desde los seminarios, desde las bases, desde la formación inicial, de tal manera que progresivamente vaya ayudando a tener actitudes de donación, de entrega, como hacen en la vida de la familia, del hogar, los esposos.

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¿Por qué cuesta tanto esa conversión pastoral en la que tanto se nos insiste desde el Documento de Aparecida, y últimamente en el magisterio del Papa Francisco?

Porque realmente nosotros estamos aferrados a las estructuras, que nos dan seguridad. Nuestra forma de organizar, nuestra forma de ser, nos ha llevado a cerrarnos en nosotros mismos, ya desde la formación. En el momento en que ya no tenemos ciertas figuras que nos dan seguridad, que nos lanzamos al vacío, donde tenemos que aterrizar en un lugar, pero no sabemos por dónde. Yo doy gracias que he aprendido de este misionero, del Padre Luis Bolla, conocido como yanku, lucero del camino, que le llamaban ellos.

Después del Vaticano II decía que con todo lo que el Vaticano II me expresó en el tema misionero, quería caer, no sabía dónde, pero el haber llegado allí, a ese mundo, sin seguridades, sin tener dinero, dependiendo solamente de ellos, de lo que te dan de comer, de lo que vives, llega el momento en que tú tienes que hacerte juntamente con ellos. Aportas de tu riqueza, de los valores que has tenido, del Evangelio, de tu formación espiritual, pero realmente, creo que allí está la clave, salirse de esas estructuras y adentrarse en otro mundo, que se desconoce, pero al que amamos en nombre de Cristo, de la Iglesia.

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Ese tipo de misioneros, que realmente han asumido la necesidad de asumir la forma de vida del pueblo, siempre se les ha visto como gente extraña, rara, ¿cree que eso está cambiando, que el Sínodo para la Amazonía puede ayudar a cambiar esa misión y entender que realmente el camino es ese?

En cierto sentido da la impresión que se les ve como gente extraña, pero yo creo que por ejemplo la figura del Padre Bolla es un tipo que dejó las estructuras y se lanzó a abrir nuevos caminos con los achuar. Yo lo veo y lo analizo como un don espiritual, propio, como que hay una luz del Espíritu que dice, hermanos, por aquí es el camino, por aquí hay que seguir, y hemos encontrado una trocha abierta por la que nos toca seguir. Lo que pasa es que nosotros, que nos llamamos misioneros, y otros que no son misioneros, deberíamos cuestionarnos qué tipo de fortaleza espiritual hay entre nosotros que nos impulsa realmente a esto, a romper esos esquemas y lanzarnos, incluso comunitariamente, porque una cosa es vivir sólo y otra que una comunidad misionera pueda entregarse a un pueblo.

Como decía Santa Laura, misionera colombiana, una cosa es sentirnos, que es una fe de conocimiento, de ciencia, el creo en esto, pero otra cosa es adherirse, sentirse hijos, enviados a esa misión, como que no tiene el peso necesario, y nos aferramos como Iglesia a esas estructuras y pensamos que las estructuras pueden ayudar, cuando más bien es el compromiso y la fortaleza de la fe, los que van a ayudar a eso. Se requiere madurar la fe, principalmente en nosotros, en los curas, porque a veces somos los que más coartamos la fe, cambiamos un poco la visión de esta fe.

Nos ha fallado mucho esa profundidad y esa fuerza espiritual. Los primeros misioneros que venían de Europa, venían dispuestos a dar todo por nuestro vicariato, iban por meses y meses en la selva a remo, sin motores, como lo hacemos ahora. Vivir en las circunstancias en que vivían, dispuestos ante las circunstancias, ese coraje no viene de una valentía meramente humana, sino que viene de una unión espiritual.

Yo digo que lo rescatable más a fondo del Padre Bolla es la fortaleza espiritual, porque a pesar de que lo amenazaron que lo iban a matar, él se sintió en ese momento con una fuerza para decir, este es el camino por donde yo debo seguir adelante. La fortaleza espiritual, que a pesar de tener 80 años seguía caminando en la selva, lo poco que podía, sentándose en algunos momentos a hacer oración, alimentarse de esa fuerza espiritual y decir, vamos a caminar tres horas más, descansar y caminar tres horas más. No viene de un compromiso social, sino de una fortaleza espiritual, que no se recibe como herencia, sino que cada uno de nosotros lo vamos construyendo, lo vamos logrando en la medida en que amemos mucho esa misión y nos apasionemos por el proyecto de Dios.

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¿Podríamos afirmar que el futuro de las comunidades indígenas en la Amazonía tiene que ser una Iglesia ministerial, una Iglesia donde a través de sus ministerios los propios indígenas asuman el protagonismo de la vida eclesial?

Justamente ese es el punto clave, ser una Iglesia servidora, pero sobre todo, como ha sido la experiencia de las congregaciones misioneras, de la propia Iglesia católica que quiere ser misionera, si se queda instalada en su mundo, en su lugarcito, en su comunidad, y no sale, no da de lo que tiene, de lo que ha recibido, eso va a llevar a morir en sí misma. En el momento en que ese servicio se hace interna y externamente, yo creo que ese es el camino. El inicio estará en el hecho de sentirse servidores, y no un poder más, porque ese es el riesgo, que estos ministerios se conviertan en un poder, en una fuerza política de servicio y no en un servicio, es lo que insistimos mucho nosotros a nuestra comunidad.

El segundo punto es que ese servicio ya no es a tu familia, sino que debe ser universal. Ese es el motor, en el cual nosotros estamos insistiendo mucho a la Iglesia, especialmente para nuestras comunidades amazónicas achuar.   

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