Primera mujer Jefa de Oficina de la Pontificia Comisión para América Latina Emilce Cuda: “La mujer es parte de la Creación y no va a ser gratis excluirla”
"Propuse que mi trabajo sea justamente ese, construir puentes, comunicar el estado de la cuestión de América Latina a la Santa Sede, no solamente en el campo de la fe y la religión, sino también en el campo de los problemas urgentes que tiene América Latina"
"Hay que construir nuevas categorías y nuevos conceptos conjuntamente para poder nombrar esto que está ocurriendo en Latinoamérica, que no tiene nada que ver con lo que ocurrió en el siglo XX"
"Aparecida es un documento que está vivo todavía. Es más, el Magisterio social del papa Francisco solo se entiende a la luz de Aparecida"
"Lo importante de esta Asamblea es que los pueblos de todo un continente se organizaron para empezar a discernir qué hacer con la situación de descarte, tanto de las personas como del mundo. Es una forma de poner en práctica esta denuncia que hace Aparecida de la cultura de la muerte"
"Aparecida es un documento que está vivo todavía. Es más, el Magisterio social del papa Francisco solo se entiende a la luz de Aparecida"
"Lo importante de esta Asamblea es que los pueblos de todo un continente se organizaron para empezar a discernir qué hacer con la situación de descarte, tanto de las personas como del mundo. Es una forma de poner en práctica esta denuncia que hace Aparecida de la cultura de la muerte"
Luis Miguel Modino, enviado especial al Sínodo de la Sinodalidad
Nombrada Jefe de Oficina de la Pontificia Comisión para América Latina, la teóloga argentina Emilce Cuda pretende ayudar en la construcción de puentes entre el continente que la vio nacer y la Curia Romana de la que ahora forma parte.
En esta entrevista, Emilce va reflexionando sobre diferentes elementos de la realidad social y eclesial del continente, a la luz del Magisterio del papa Francisco. Por eso llama a leer la realidad con las categorías actuales, superando las del siglo pasado, y sobre todo a mirar hacia el futuro, teniendo muy presente la realidad económica y ecológica.
También la realidad eclesial, que ha vivido un momento de gran importancia con la reciente Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, que ve como el inicio de un proceso, de una transición hacia la justicia y la conversión cultural. Un momento que, más allá de lo debatido y las conclusiones, ha puesto en marcha algo nuevo. Todo ello como mujer, cuya tarea y aporte se va reconociendo, también el Vaticano.
Este año ha sido nombrada Jefe de Oficina de la Pontificia Comisión para América Latina. ¿Qué significa ese cargo y ser la primera mujer en asumirlo?
El significado se va a ir construyendo en la medida en que vaya actuando y cumpliendo con las funciones que tiene la CAL, que es justamente ser un puente de comunicación entre América Latina y la Curia Romana. En mi caso propuse que mi trabajo sea justamente ese, construir puentes, comunicar el estado de la cuestión de América Latina a la Santa Sede, no solamente en el campo de la fe y la religión, sino también en el campo de los problemas urgentes que tiene América Latina.
Y eso implica construir muchos puentes. Por ejemplo, contar en América Latina el actual Magisterio Pontificio, que está enfocado en resolver y encontrar salidas a una crisis ecológica. Resolver esa crisis en América Latina significa tender puentes. En primer lugar, Norte-Sur, hay que abrir un diálogo entre Norteamérica y Latinoamérica, un diálogo que tiene que ir en las dos direcciones que marca la crisis ecológica, en el campo de la crisis ambiental y en el campo de la crisis social.
En el campo de la crisis ambiental, implica abrir un diálogo fraterno con empresas, en la actualidad, aquellas que tienen que ver con energía, alimento y transporte. Y en el campo social abrir un diálogo que tenga que ver con las organizaciones de los trabajadores, sean sindicatos, movimientos populares o cámaras de empresarios. Para eso va a colaborar mucho la academia. Por eso hay que crear un diálogo fluente, importante, entre la academia latinoamericana y centroamericana, y la academia de los Estados Unidos.
Por qué Estados Unidos, por la cantidad de migrantes latinoamericanos que hay en Estados Unidos. Pensar el trabajo fuera de las condiciones de los trabajadores migrantes, que están obligados por cuestiones económicas a estar en un movimiento permanente, no sería serio, implica abordar ese tema.
Habla de construir puentes. ¿Qué es lo que dificulta esa construcción, inclusive, que es lo que derriba esos puentes que en algún momento han sido construidos y que por diferentes motivos se van destruyendo?
Según mi modo de verlo, en el 2021, el mayor problema para construir puentes son las categorías del siglo XX. Se está leyendo la realidad con categorías que fueron útiles, que funcionaron para analizar y entender la realidad latinoamericana, en los años 60 y 70, pero en los años 80 y 90, el panorama mundial da un giro enorme, y por supuesto, en el siglo XXI, el salto tecnológico profundiza esas diferencias. Leer Latinoamérica con categorías sociales y políticas del siglo XX, es totalmente inoperante.
Eso significa que, si se lee la realidad desde esas categorías, izquierda, derecha, o las infinitas acepciones que tiene la palabra populismo, es imposible abrir ningún diálogo, porque se convierte en un campo de meras acusaciones. Hay que construir nuevas categorías y nuevos conceptos conjuntamente para poder nombrar esto que está ocurriendo en Latinoamérica, que no tiene nada que ver con lo que ocurrió en el siglo XX, porque el escenario productivo y tecnológico, dio un salto cualitativo.
¿Podríamos decir que, a partir de algo que aparece en los documentos que forman parte del Sínodo para la Amazonía, en Europa y en la Iglesia europea, existe cierta mentalidad colonialista, en relación con América Latina?
No solo en Europa, el problema es que las élites en América Latina tienen esa práctica y colaboran con intereses externos a la región. Por supuesto que la palabra construye realidad, la palabras es efectiva, pero también hay que leer el lenguaje de los números, y cuando uno ve el lenguaje de los números, que provienen de los análisis económicos y financieros, tomando organizaciones serias, como es la CEPAL, e incluso la Organización Internacional del Trabajo, se encuentra ante una realidad con un 62% de la población activa desempleada hoy en el mundo, con un 46% de pobreza en América Latina, con Estados desmantelados, Estados que han recortado la inversión en educación y salud. Yo creo que hay que ir más allá de la palabra colonialismo.
Hay un problema en América Latina, y es que nuestro continente es un continente con muchas riquezas naturales, y esas riquezas están siendo apropiadas, concentradas, a modo de renta, están sido fugadas en divisas hacia los países centrales, cuando no a paraísos fiscales, y eso es algo que se practica desde las mismas economías locales. Tal cual lo trató el tema el Papa Francisco, cuando llama al diálogo a los jóvenes, para una economía de Francisco, en el siglo XXI no se puede resolver la situación de América Latina, solamente con la mediación de la cultura popular.
La cultura popular como interpretación de las necesidades de la gente, y también la economía. La economía es fundamental, empezar a leer en términos económicos qué es lo que está pasando.
Hablaba antes de la crisis ecológica como una de sus principales preocupaciones. Recientemente acabó la COP26, el Papa Francisco envió varios mensajes y tuvo un posicionamiento claro. ¿Por qué en la práctica, esas palabras no son asumidas por quienes detentan el poder político y económico?
Por lo mismo que dice el Papa Francisco en Laudato Si, cuando él habla de la crisis ecológica. Él dice que es socioambiental, y que la cara ambiental de la crisis tiene raíces humanas, y que si no se aborda la cara social de la crisis, donde está la causa de la crisis ambiental, es imposible alcanzar los objetivos que marca la agenda 2030 de la ONU. Ahora bien, si nosotros escuchamos todo lo que se construye en torno a esta denuncia en Laudato Si, vamos a ver que está hiper visibilizada la crisis ambiental, y está invisibilizada la crisis social.
Y no solamente el Papa. Los ODS, los 17 Objetivos de Desarrollo Sustentable, lo que marcan justamente es que no se puede resolver un objetivo si al mismo tiempo no se resuelven todos los objetivos. Y eso toca intereses personales, porque solucionar la crisis ambiental a partir de lo social, es atacar el corazón del capital, que es la concentración de la renta a través del extractivismo y del descarte de las personas.
Usted es teóloga y la reflexión teológica en los últimos años ha ido en el campo de la ecología, siendo algo que todavía aumentó más con la publicación de la encíclica Laudato Si. ¿Cómo hacer que esa reflexión teológica en torno a la ecología y a la conversión ecológica sea más asumida por la Iglesia en la base y en la vida del día a día?
Lo primero que hay que hacer es darle el estatus teológico que le corresponde a esta denuncia de la crisis ecológica. ¿Por qué? Porque la teología se ocupa de hablar de Dios al interior de la Trinidad y también de hablar de la obra de Dios, lo que llamamos la teología económica. La obra de Dios es la Creación, es decir el Planeta, con todas sus formas de vida, y por supuesto el hombre como “imago dei”, eso también es parte de la teología.
Como teólogos, nos corresponde analizar cuando esa Creación está siendo amenazada. Y como teólogos moralistas sociales, nos corresponde entrar en esa realidad y hacer que las personas tomen conciencia de que eso también les pertenece como parte de la evangelización, cuidar la obra de Dios es parte de nuestro compromiso. Está en el Génesis, no es solo un tema del cristianismo, es un tema del judeo-cristianismo. Dios da el jardín para que lo cuidemos y lo desarrollemos, es decir, ocuparse de lo ecológico no es ocuparse de lo económico, es ocuparse, desde el punto de vista de la fe, de aquello que nos fue donado, para que vivamos y tengamos una vida buena y en abundancia.
Esa visión economicista, que tanto critica Francisco y que muchas veces es asumida por gente que se coloca como ejemplo de católico. ¿Cómo hacer que esa visión de explotación, de aprovecharse de los pequeños, asuma ese Magisterio del Papa Francisco, un pensamiento compartido por quienes buscan alternativas de vida y un mundo mejor para todos?
Ahí veo dos problemas. En primer lugar, que hay que redefinir qué se entiende por los principios de la Doctrina Social de la Iglesia. Los principios de la Doctrina Social de la Iglesia son, básicamente, dignidad humana, destino universal de los bienes, solidaridad, subsidiariedad.
¿Qué se entiende por eso hoy, en el siglo XXI? Si hablamos del destino universal de los bienes, que el Papa lo llama acceso universal a los bienes, si estamos de acuerdo con ese principio del Magisterio social y pontificio, que arranca con León XIII, no podemos justificar de ninguna manera la concentración de los bienes creados y desarrollados. Porque los bienes desarrollados tecnológicos son el producto colaborativo de muchos pueblos y de muchas generaciones. Así que ahí hay una contradicción con los principios de la Doctrina Social de la Iglesia.
Segundo, el principio de subsidiariedad tiene que ver con la participación. El Sínodo de la Sinodalidad no es algo ajeno a esto. Cuando hablamos de subsidiariedad hablamos de organización de la comunidad que hará la toma de decisiones, que tiene que ver no solamente con el momento del escrutinio, de una elección de un presidente y de una cámara de congreso. Tiene que ver también con las decisiones económicas.
El Papa en Querida Amazonía, cuando habla de los sueños sociales, él dice: “todos tienen que sentarse a la mesa como pares, a decidir, no solo la distribución de la riqueza, sino también la reinversión de la riqueza”. Porque no se trata de redistribuir y seguir concentrando la riqueza al costo de la Creación. Si todos nos sentamos a la mesa como pares, a tomar decisiones, también podemos cuidar la casa común y cómo se va a reinvertir esa renta.
Por otro lado, desde el punto de vista de la fe, hay que tener mucho cuidado de cómo se está instrumentalizando nuestros símbolos religiosos. En Latinoamérica tenemos una construcción ideológica a la que le ponen el nombre de teología de la prosperidad. Pero eso no es una teología, es una ideología. Y de esta apropiación que se hace de los símbolos religiosos, que no es solamente de los símbolos trinitarios, de la Santísima Virgen María, incluso de los documentos de la Iglesia, se va construyendo una versión del cristianismo católico que realmente está muy alejada de todo el discernimiento que ha hecho la Doctrina Social de la Iglesia, no solo a nivel pontificio, sino a nivel episcopal latinoamericano.
Aparecida es un documento que está vivo todavía. Es más, el Magisterio social del papa Francisco solo se entiende a la luz de Aparecida. No se trata de pensar todo nuevo, se trata de dar continuidad a esto que fueron procesos de discernimiento regional.
Habla de Aparecida después de participar de la primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, que quería retomar Aparecida. ¿Cómo se posiciona ante lo vivido en esa Asamblea?
Yo considero que la Asamblea fue en sí misma un evento. Lo importante de esta Asamblea es que los pueblos de todo un continente se organizaron para empezar a discernir qué hacer con la situación de descarte, tanto de las personas como del mundo. Es una forma de poner en práctica esta denuncia que hace Aparecida de la cultura de la muerte, que después se retoma en el Magisterio del Papa con la propuesta de la cultura del encuentro, en Evangelii Gaudium.
Uno puede leer la continuidad entre Laudato Si y Fratelli tutti. Laudato Si hace la denuncia de la crisis ecológica socioambiental, y Fratelli tutti dice qué hacer para enfrentar esa crisis. Del mismo modo que Aparecida hizo la denuncia de esta cultura de la muerte, la Asamblea es una puesta en marcha, es iniciar un proceso, como dice el papa Francisco, un proceso de diálogo, que en el tiempo se verá si es eficaz o no ese diálogo en la realidad, qué cambios pudo dar. Es el comienzo de una transición hacia la justicia, en términos de la OIT se llama transición justa, y en términos evangélicos lo lamamos iniciar procesos de conversión cultural.
La presencia de varios cardenales, de Asia, de Europa, de Latinoamérica, ¿muestra realmente que esta Asamblea ha sido más importante de lo que algunos piensan?
Por supuesto. Los sentidos se van construyendo en el camino. Haber invitado y haber hecho una Asamblea con la presencia de no solamente altos cargos de la Santa Sede, sino de otras conferencias episcopales, le da entidad a este diálogo, más allá de lo que se debatió. No importa qué fueron los temas que se debatieron, ni tampoco esperar conclusiones, porque el Papa no está pidiendo decisiones a ese nivel, con mucha sabiduría, sino que está tratando de poner en marcha, y eso le ha dado una entidad y lo resignifica, por supuesto.
Usted es la primera mujer que asume un alto cargo en la Pontificia Comisión para América Latina. Es verdad que en el Vaticano cada vez hay más mujeres que asumen cargos de responsabilidad en diferentes niveles de la Curia Romana. ¿Sigue siendo difícil ser mujer en la Curia?
Los lugares hay que construirlos. Hay que diferenciar lo que es la responsabilidad del cargo de la autoridad. La autoridad es algo que se construye en el diálogo con los otros. Uno llega y asume un cargo, pero si no puede, a través del diálogo fraterno con pares, ir construyendo una autoridad, una autoridad que no tiene que ver con el poder, tiene que ver con ganar la confianza de la gente que trabaja con nosotras, y que nosotras podemos colaborar, y que esto se derrumba sin nosotras.
La mujer es parte de la Creación y no va a ser gratis excluirla. Y eso es muy importante, pero ese es un espacio que también nosotras tenemos que ganar. Desde mi posición, no se trata de un lugar de competencia con el hombre, al interno de los lugares de trabajo, sino en ver cómo nuestra tarea y nuestro aporte, es reconocido fuera. Y desde ahí va a venir la autoridad y la confianza. Autoridad en el buen sentido.
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